Capitulo XLIV

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Cruzó la avenida Belgrano corriendo, quien se interpusiese en su camino sería derribado. Nadie se podría atrever a intentarlo, Luz tenía una mirada asesina en sus ojos.

Llevaba una página de un periódico apretada en su mano izquierda y con la derecha se aferraba a una cartera. Había cruzado ilegalmente a la dimensión de Loreley a través del espejo de la oficina de San Telmo y había recorrido a pie el camino que la llevaba a BMedia.

El frío era espantoso pero tenía la espalda transpirada por semejante corrida. Finalmente había sucedido: su propio libro la había hecho perder la cabeza.

En realidad había sido Lautaro.

Luz había reunido al equipo para contarles cómo había visualizado nuevamente un final trágico para la historia. El muchacho, conectado por videollamada, le había mostrado tímidamente un artículo en el periódico de ese día.

En 72 horas Buenos Aires presenciaría un eclipse atípico y maravilloso. El artículo brindaba información sobre cómo las autoridades del Planetario preparaban actividades para la visualización de lo que llamaban la Super Luna Roja.

Fue imposible detenerla, había corrido al Salón de Puertas sin la más mínima intención de ocultarse. Prácticamente había forzado la cerradura del CI para salir del edificio antiguo y había pedido casi a los gritos al vendedor de diarios un ejemplar del periódico.

El anciano se había quedado anonadado al ver a la jovencita cortar una hoja y descartar el resto del diario.

Cuando llegó al piso de la oficina del director, Violeta se quedó con la boca abierta. Luz parecía un león con su cabello ensortijado inflado y sus ojos ambarinos llameantes.

Enseguida apareció Lautaro simulando una normalidad insostenible.

- Ah Luz! Que bueno que llegaste – inventó.

- Tenía que venir hoy? - preguntó una confundida Violeta revisando la agenda.

- Fue algo de último momento- justificó Lautaro.

Luz los ignoró y se dirigió a la oficina de Eriond.

- Ey! Espere señorita! – le gritó Violeta.

Pero era tarde, Luz abrió sin tocar.

Eriond tipeaba en su computadora cuando la vió entrar, desencajada. La miró extrañado.

- Luz?

Ella respiró profundamente intentando calmar la ola de ansiedad que le quemaba las venas.

- Hola Eriond, tenemos que hablar...

Un mensaje sonó en el teléfono de Eriond y él dirigió su atención a la notificación firmada con el nombre de Loreley.

"No sabemos cómo pasó pero Luz cruzó el Salón de Puertas, Violeta me acaba de decir que está ahí. No entiendo que, ni cómo pasó pero retenela. Voy ya mismo para allá".

Levantó la vista sorprendido.

- Como hiciste para llegar hasta acá?

- Vine caminando.

- Sabés a que me refiero – la reprendió.

- A cómo hice para sortear las medidas de seguridad de la oficina y activar el portal permanente que conecta con San Telmo?

- Basicamente – respondió él, muy serio.

Luz enarcó una ceja y le sonrió con autosuficiencia. Mientras cruzaba sus manos sobre la mesa.

La Lágrima DoradaKde žijí příběhy. Začni objevovat