Capitulo XL

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Pedro Gonzalez era un tipo especial, la fama lo había vuelto extravagante pero no había perdido su personalidad bonachona. En sus más de 50 años de vida había sido herrero, albañil, mecánico y ahora un multi premiado escritor. La vida era una cosa extraña.

Parecía un hombre simple pero no lo era para nada. Su bondad y simpatía habían hecho creer a su agente que podía robarle parte de sus ganancias. Pobre diablo, ahora estaba en la cárcel.

Pedro devoraba su décimo croissant cuando entró a la sala de reuniones la emblemática Srita Maind. Pensó que la joven argentina podría haber elegido la carrera de modelo en lugar de productora de contenido. Vestida con un sencillo vestido blanco era pura elegancia y calidez, la acompañaba una muchachita de rulos con cara de cervatillo asustado.

- Ah Loreley, al fin la conozco en persona.

Se acercó y la besó una vez en cada mejilla como se acostumbra en sus tierras.

- Señor Gonzalez – saludó ella sonriente.

Tomaron asiento y bebieron café. Luz los observó mientras llevaban adelante la reunión. Ya habían tenido varias llamadas y toneladas de mails intercambiando ideas. Este era un encuentro de cierre. Pedro firmó de buena gana el acuerdo de confidencialidad antes de observar anonadado cómo Loreley abría la Lágrima y le mostrara su funcionamiento.

Habían pasado casi dos horas entre documentos y lluvias de ideas. Loreley había estado encantadora y convincente, y Pedro perspicaz y seguro.

- Bien sólo falta que usted consiga un nuevo agente literario para que el CI pueda trabajar con él, necesitamos cifras de encuestas y análisis de mercado para brindarle a usted una guía de lo que podrían querer sus lectores.

- Ya tengo uno señorita Maind – contestó guiñándole un ojo- no vine a Paris solo a devorarme sus bollos. – y agregó mirando a su reloj de pulsera- debe estar llegando en cualquier momento.

- Usted no pierde tiempo, ¿Cuál empresa eligió entre todas las que se estaban peleando por usted? ¿la conozco?

Él estalló en una carcajada.

- ¡Pero por supuesto que la conoce!

La puerta de la sala de conferencias se abrió y Luz se atragantó.

- Buenas tardes Loreley – saludó un Eriond inexpresivo.

La atención del autor y de la dueña de La Lágrima Dorada se desvió a la muchachita ahogándose con el café. Eriond olió con claridad su perfume cuando Loreley pasó a su lado con la jarra de agua en su mano, sintió que se le secaba la boca.

Luz levantó la vista justo a tiempo para verlo apartar la mirada completamente sonrojado. La tos se hizo más fuerte, no era ahogo... era desesperación. 

La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now