Capitulo XXVII

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Loreley se mordisqueaba la uña del dedo pulgar mientras observaba la pantalla de su celular.

Al otro lado de la oficina Ana forcejeaba con los postigones antiguos, era temprano y trabajarían en la oficina de San Telmo.

- Es el calor o estas sonrojada? – dijo acercándose a su jefa con una sonrisa cómplice.

A Loreley se le incendiaron las mejillas.

- No sé de que hablás – contestó detrás de una mueca que decía exactamente lo contrario.

- De quién es ese mensaje?

- Es de León Bachert, me está preguntando si estoy libre para almorzar.

- Ufff menos mal que tenés libre el mediodía para ver a ese bombón. – opinó distraídamente Ana. mientras revisaba la agenda rosa pálido de Loreley.

- Qué decís Ana? – le recriminó Loreley simulando seriedad- debe ser algo de BMedia, seguramente quiere conocer con quién está trabajando el hermano.

De pronto recordó los anchos hombros de León debajo de la sencilla camisa gris pálida y su rostro volvió a arder.

Tosió un poco y se pasó una mano por el pelo.

- Subí el aire por favor, todavía hace calor.

- Si, jefecita – murmuró Ana.

Llevaba puesto un vestido largo de tela liviana con estampado de flores celeste y turquesa, su pelo iba suelto y repleto de suaves ondas. Había mucha humedad, esa noche llovería.

Levantó sus ojos al cielo algo encapotado y luego observó el pasto bajo sus sandalias. Agradeció a su intuición haber elegido no llevar tacones ese día, de otra forma se habrían encajado en la tierra.

León se paró a su lado con una gigantezca bolsa de papel madera y dos bebidas grandes. Era realmente alto, llevaba una remera blanca y unos jeans azul oscuro ajustados. Loreley alzó la vista y lo miró. Él había cerrado sus ojos sintiendo la brisa, el viento agitó su cabello rubio rojizo que caía en cascada casi hasta sus anchos hombros.

De pronto abrió sus ojos y la miró con aquellos faros grises que, a diferencia de los de su hermano, estaban llenos de alegría.

- Nos sentamos? – la invitó señalando al césped como si se tratara de una mesa para dos.

León había elegido la plaza de la Floralis Generica como lugar de almuerzo y Loreley había adorado la idea, estaba hastiada de las reuniones en oscuros restaurants o lujosos hoteles.

Ella se sentó y el vestido se colocó vaporosamente a su alrededor. El sol estaba fuerte pero no le molestó, pudo sentir el calor en sus mejillas y se sintió extrañamente viva.

- Perdón por elegir un lugar tan raro para reunirnos – empezó él sacando los sándwiches de la bolsa- seguramente estás acostumbrada a ir a lugares cerrados con mi hermano, pero si no estoy al aire libre siento que me ahogo.

Loreley rió con ganas.

- Te entiendo, me asfixia la seriedad de los almuerzos de negocios – opinó ella- se me queda atravesada la comida a veces, me gusta esto; es algo diferente a lo que hago rutinariamente.

Él observó cómo acomodaba su largo cabello en su hombro derecho y pasaba su mano izquierda por su cuello. Había estado toda la mañana trabajando con Ana y estaba algo tensa.

Ella levantó la mirada y le pareció captar la intensa mirada Bachert, pero fue solo un segundo ya que la chispa risueña volvió instantáneamente.

La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now