Capitulo III

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- Los asesores de la aerolínea aceptaron dejar los pasajes en suspenso.

- Bien – contestó Loreley mientras conducía.

Eriond había ofrecido a su chofer para llevarlas de vuelta al CI (Creative Ideas), pero Loreley se había negado. Conducir la ayudaba a pensar.

- El señor Bachert se va a ocupar del resto de las gestiones en Berlín.

Loreley se quedó en silencio, era evidente que la preocupación la estaba afectando demasiado.

- ¿Es cierto que tardaste un año en tutear al señor Bachert? -preguntó Ana cambiando de tema.

Una chispa de alegría apareció en los ojos de Loreley.

-Si, creo que más tiempo incluso. No fue fácil confiar en él.

- Bueno, él se comprometió a invertir desde el primer día y cumplió. De hecho, fue quien puso la mitad de la inversión necesaria para abrir el CI.

- Exacto, él es literalmente dueño de la mitad de mi empresa.

- Y ahora confiás en él incondicionalmente.

- Incondicionalmente... confío en vos Anita.

Ana no pudo evitar sonrojarse ligeramente.

-Es difícil no confiar en algo que vos misma creaste Lore.

Loreley la miró por el rabillo del ojo y recordó su creación. Todos los empleados de su empresa habían sido elaborados así pero ella había sido la primera. Recordaba claramente el día en que se había sentado con lápiz en mano y había escrito la historia de una joven de corazón de oro, amigable, entusiasta que soñaba con formar parte de algo más grande que ella.

Luego había activado la Lágrima Dorada y había encontrado al otro lado del portal a una jovencita de ojos almendrados y pelo castaño a la que adoró desde el primer instante. Su asistente, la dulce Ana.

El CI seguía tal y como lo habían dejado esa mañana, ahogado en el clima primaveral y húmedo, exhalando bocanadas de perfume de sus jazmines chinos.

La pesada puerta de roble se había hinchado con el calor así que les tomó unos minutos abrirla.

La vereda en desnivel no ayudó con la incomodidad de la situación pero ahí estaba el encanto de aquel edificio viejo, tenía personalidad y espíritu; siempre se hacía notar y eso a Loreley le encantaba.

El recibidor estaba revestido de un mármol blanco que había visto mejores años, los anteriores dueños no se habían molestado en preservarlo ni a la delicada escalera caracol que ascendía al primer piso, la cual tenía rayones en sus barandales de hierro forjado. Loreley acarició varios de ellos mientras subía a las oficinas.

El piso principal revestido de una pinotea oscura poseía un segundo recibidor donde un sillón bordó estilo Luis XV custodiaba las dos puertas de las oficinas de Ana y su jefa. Una tercera puerta llevaba a un jardín de invierno de majestuoso techo vidriado donde se realizaban la mayor parte de las reuniones con autores, editores, escritores y creativos interesados en los servicios del CI.

La puerta de Loreley también se resistió al primer intento de apertura. Día difícil para todos.

Empresaria y empleada entraron a la oficina decorada con diferentes tonalidades del color favorito de Loreley: el blanco.

Mientras Ana peleaba con los postigones de la ventana que se habían unido a la huelga general, Loreley se paró frente a un gran espejo de pie colocado a un lado del escritorio. El marco de metal, único objeto negro de la habitación, brillaba en la oscuridad.

La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now