Capitulo XLVI

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Despues del desmayo frente a la televisión nacional Loreley fue diagnosticada con un cuadro de hipoglucemia y, por indicación médica, se retiró al CI. No sin antes pedirle a Bernavé que la tenga informada a cada hora.

La tarde se volvió densa y pesada. Lautaro había decidido quedarse unos días con ellos con la excusa de sentirse más seguro en esa dimensión paralela. En realidad no quería despegarse de Luz, quien parecía verse afectada por todo lo que sentían sus personajes. Luca le había dicho que ni siquiera bajo una ducha hirviendo había logrado calentar el cuerpo de su novia.

No sabía que podía hacer, pero no dejaría a sus amigos. No en ese momento.

- La Luna roja es mañana – había dicho Luz mirando al vacío envuelta en frazadas.

- Que crees que va a pasar? – le preguntó Elena acariciándole la cabeza.

- No sé, no tiene sentido... se supone que la que va a morir es Loreley.

- Si él se lo permite... - completó Lara bebiendo un trago de vodka directo de la botella.

- Quizás algo de lo que le dije sirva ... - especuló Luz a sabiendas de que eso no era cierto.

La siguiente mañana Elena y Ektor lo vieron desde el comedor. Habían ido a buscar provisiones para desayunar juntos en el cuarto de Luz.

Bernavé le gritaba a la recepcionista.

- Como que acá tampoco esta?! NO, NO ESTÁ EN LAS OFICINAS – le gritó a la menuda muchacha detrás del escritorio.

Elena y Ektor corrieron a hablar con él.

- Bernavé que tal – lo saludó Elena.

- Ah que tal Elenita – fingió serenidad él.

- Que pasa jefe? – preguntó Ektor.

Bernavé miró desconfiado al pelirrojo gigante.

- Está bien Bernavé es parte del equipo – mintió Elena.

- No encuentro a Loreley – soltó el viejo Lobo.

- No esta en su oficina?

- No. Y tampoco puedo entrar a revisar por estas malditas reglas de seguridad – dijo blandiendo una pulsera frente a los ojos de la recepcionista.

- Tranquilo Bernavé, Luz tiene una autorización por ser asistente de Loreley, vamos a buscarla y abrimos – lo serenó la muchacha. – seguramente se puso a trabajar y se quedó dormida adentro.

El jefe se sintió levemente aliviado y los siguió, no sin antes mirar con desconfianza a la recepcionista una última vez.

- Sargento en las fuerzas rusas eh? – le dijo a Ektor, habían hecho buenas migas en unos minutos.

- Si jefe.

Cuando Ektor estaba a punto de contarle su famosa anécdota de la muela, Luz destrabó la cerradura con su huella digital.

La oficina estaba vacía, no había rastro de Loreley.

- Estoy oficialmente preocupado – espetó Bernavé.

Luz se acercó al escritorio notando algo extraño, estaba vacío excepto por una cajita de madera rustica.

La abrió, curiosa.

La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now