Capitulo XLIII

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- Loreley creo que Demi no es la mala de la película, tengo la impresión de que Hades y ella fueron víctimas de una conspiración.

- Sería bueno que cambies "Demi" por "Percy", y deberías saberlo vos Pedro se supone que sos el autor.

La imagen de la videollamada pareció congelarse, pero no fue así. Pedro Gonzalez había bajado los ojos y se había quedado mirando su taza de café, confundido.

- Siempre supe a donde iba esta historia, hasta que ya no... no lo puedo explicar – se disculpó.

Luz sintió una oleada de empatía y deseó decirle al español que ella lo comprendía.

Loreley suspiró.

- Si ella no coopera no podremos obtener más información de la que ya tenemos. Usted aproveche el viaje para visitar museos y empaparse de la cultura, estoy segura de que eso lo ayudará a obtener el favor de las musas. Voy a hablar personalmente con Perséfone, crucemos los dedos.

El escritor le respondió con un rostro lleno de esperanza.

Apenas cortó la llamada Luz se animó a preguntar.

- Ya sabes que vas a decirle?

- No tengo ni la más pálida idea.

- Me puedo quedar a ver?

- Luz... si uso alguna técnica de persuasión luego no podría utilizarla con vos. También estoy trabajando en tu historia y lo sabés.

"Loreley las técnicas de persuasión tuyas me las sé de memoria" – pensó Luz.

- Bueno, - dijo encogiéndose de hombros- puedo tomarme la tarde entonces?

"para poder verte desde La Central?"

- Solo si prometés intentar escribir.

- Lo prometo – mintió.

Ektor había llevado su clásica bolsa de papas. Antes de que Lara pudiera decir una palabra levantó la aspiradora portátil y se la mostró, sin despegar los ojos de la pantalla.

- Yo sé que esto está interesante, pero de vez en cuando alguien vigile la localización de Ana por favor – alertó Elena señalando al recuadro que mostraba a la susodicha en una sala de conferencias.

- Siiii – respondieron todos a coro y Ektor le ofreció la bolsa de papas.

Nuevamente espiaban a Loreley en su oficina, hacía unos minutos había comenzado su reunión con la Diosa de la Primavera y la conversación parecía más bien un duelo de silencios.

- Estoy intentando ayudarle – insistió Loreley – su autor necesita saber tus planes para poder proseguir con su escritura. Estoy segura de que es lo que usted también quiere, poder ver nuevamente a su marido.

La Diosa la fulminó con sus ojos verdes.

- Ya lo dije, no puedo confiar en nadie más que en mi misma. No diré nada.

Loreley se frotó el mentón y la miró con ternura.

- Sabe? la entiendo, yo tampoco confiaría en nadie en su lugar.

El rostro de Perséfone se relajó levemente.

- Por eso es justo que yo también le brinde algo de información: ha logrado engañar hasta a su propio escritor y eso no es normal. Sabe por qué?

La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now