010 | Actos y consecuencias (1/2)

126 14 13
                                    

Z Í A

Quería irme a casa, quería estar en mi habitación. Quería estar en mi cama, cubierta por las sábanas y gruesas cobijas, rodeada de un montón de almohadones desgastados y viejos peluches.

La puerta se abrió.

Quería estar en todos lados menos ahí...

Tragué con fuerza.

También quería al abuelo, era el único lugar seguro que conocía además de las paredes de mi pequeña habitación.

Y sentí mi mano libre sudorosa por los nervios.

-Chicas, -suspiró aliviada -estaba apunto de buscarlas. Me tenían preocupada, -soltó Tatiana con aquel tono dulzón que la caracterizaba.

De verdad sonaba preocupada.

-Lo sentimos, -respondimos al unísono como si lo hubiéramos ensayado todo el camino hasta acá.

Kath me lanzó una mirada recelosa, ninguna de las dos lo había planeado. Pero no era la primera vez que sucedía, a veces lograbamos tener respuestas similares sin haberlo siquiera planeado; tal vez por esa razón solíamos llevarnos de maravilla. Aunque a veces fuera un poco extraño...

Pero Tatiana ni siquiera le prestó atención a nuestra respuesta sincronizada, se hizo a un lado para que así pudiéramos adentramos al aula y continuar con lo que yo solo quería alargar.

Suspiré cansada.

-Pasen, pasen. -Pidió y de nuevo, nos encontramos frente a toda la clase.

Se estaba haciendo costumbre y empezaba a odiarlo. Realmente me incomodaba estar ahí. Me hacía sentir totalmente expuesta.

Kath casi corrió hasta su asiento para evitar más problemas innecesarios, pero desde su asiento me sonrió y alzó sus pulgares queriendo decirme que todo saldría bien. Quise creerle, pero no pude.

Aunque esta vez no estaba sola, Maddy me acompañaba con una expresión de disgusto en su rostro.

Algo que no estaba fuera de lo común.

-Maddy, ¿en qué estábamos? -Apremió Tatiana después de unos largos e incómodos minutos, situándose detrás de ella a la vez que se cruzaba de brazos. Estaba recostada del escritorio, quería parecer enfadada pero no era algo que se le diera bien.

Ni siquiera el hecho de que la mirara fijamente durante un largo rato, queriendo ejercerle presión, esperando a que actuara hizo que reaccionara. No se inmutó.

En realidad, nadie podía temerle, pero sí respetarla. El problema es que ella no hacía ni una ni la otra...

Yo a ese punto empezaba a creer que la situación no tenía sentido, pero Tatiana siempre insistía en que el valor del perdón era algo que debíamos aprender. Cuanta razón tenía. Pero no era la primera vez que Maddy hacia algo como esto, siempre lanzaba malos comentarios hacia mí o hacia cualquiera. Sentía que sus disculpas no servían de nada puesto que, días después, haría exactamente lo mismo.

Una y otra vez.

Así era ella, disfrutaba de ello. No había duda. Le gustaba humillar a los demás y luego hacerse la desentendida, para alguien de su edad era algo que carecía de sentido pero si ahora lo pensaba mejor...

-Maddy.

Tatiana le dió un leve empujón para que se disculpara de una vez, pero aún así ella se tomó su tiempo:

Quisiera pedirte perdón  | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora