005 | Recuerdos y promesas (2/2)

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Z Í A

Lo que restó de esa mañana pasó en un abrir y cerrar de ojos, entre lápices de colores y brillantina. De acuerdo, mucha brillantina por parte de mi nueva compañera de asiento; al parecer ese era su toque personal, ya que toda la mañana la acaparó.

No podría culparla.

Lucía tan entretenida y feliz que no quise interrumpirla.

Lo que hicimos ese día no era nada que no hubiera hecho con el abuelo y la señora Tasha en casa ya: un montón de manualidades coloridas para pegarlas en cada rincón de ella con la intención de hacerla un poco más alegre, pues el ambiente en ella parecía estar bajo una gran nube negra después de la muerte de la abuela y la partida de mi padre.

Aunque nadie quisiera admitirlo, era así. Sabía con certeza que era así.

Y tampoco había mucho que hacer...

Cuando el timbre dió finalizada la jornada, nos tocó ordenar, recoger, guardar y limpiar nuestras pertenencias y zonas de trabajo. Y nunca me había sentido tan feliz. Tatiana nos acompañó hasta el jardín delantero y nos despidió a cada uno de nosotros en la reja de la entrada animosa esperando a vernos el día siguiente. Al parecer, amaba lo que hacia, se le notaba. Incluso muchas veces en la mañana parecía una de nosotros, a pesar de tener tal vez más del doble de edad que nosotros teníamos en ese entonces.

Pero eso era lo de menos, no importaba. No era enojona como el abuelo la había descrito los días anteriores con la intención de asustarme, era todo lo contrario. Y lo agradecía. Si algo podría caracterizarla era su abundante alegría, no había duda de ello y me parecía tan familiar...

El abuelo no tardó demasiado en pasar por mí, a penas crucé el umbral de la puerta principal del edificio él ya se encontraba ahí, sonriendo, con los brazos extendidos para recibirme en un cálido y fuerte abrazo. Los que tanto amaba. Cuando lo solté esperé un pequeño regaño de su parte, pero el único comentario que soltó al terminar de abrazarme fue un: "Al parecer alguien se divirtió demás", señalando mi uniforme bajo la mirada comprensiva de Tatiana, —ella no dijo ni una sola palabra después de haberle suplicando que no lo hiciera minutos antes de salir para no provocar problemas innecesarios, no quería que mamá se enojara conmigo, mucho menos que lo hiciera el abuelo. —En repuesta ella únicamente se encogió de hombros sonriendo aún con una mezcla de complicidad y pena en sus ojos, luego él procedió a acomodar mis rebeldes cabellos nuevamente detrás de las orejas.

El tema había quedado olvidado.

Era una costumbre, mientras lo hacía pude notar en su mirada que estaba feliz de verme.

Y yo mucho más de verlo a él, aunque no fuera capaz de decírselo en ese momento.

[...]

Reí a la vez que hacía malabares para que el resto de mi helado no cayera al suelo.

—¡No! —Exclamé rindiéndome, se derretía cada vez más rápido.

—Es increíble que esté haciendo un calor tan insoportable cuando esta mañana parecía que no dejaría de llover, —asentí como si comprendiera algo acerca del clima. A la vez que me pasaba rápidamente una servilleta intentando limpiar el poco de chocolate que había caído sobre mi falda, quejándose.

Quisiera pedirte perdón  | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora