004 | Un rechazo doloroso

318 34 23
                                    

Z Í A

Tatiana, como ella misma pidió que la llamáramos desde que se presentó, nos pidió que cuando el receso finalizara debíamos cambiarnos de asiento, por lo tanto también de compañero; con la tonta idea de irnos conociendo y compartiendo entre nosotros poco a poco. Que nos lleváramos bien, era lo único que quería.

En un principio me pareció una buena idea conocer a cada niño con los que pasaría el resto de las mañanas por lo que serían nueve largos meses, sobretodo después de descubrir que mi anterior compañero de asiento era un molesto y bullicioso amante de los dinosaurios, no paraba de imitarlos.

Era extremadamente molesto, ¡incluso llegó a compararme con uno!

Estaba realmente emocionada después de oír eso, pero en cuanto giré el frío pomo de la puerta metálica del aula y me adentre a ella en silencio, escuchando únicamente mis medias rechistar por lo empapadas que se encontraban dentro de mis lodosos zapatos y la animosa voz de Tatiana explicar algo en el pizarrón, fui capaz de notar dos cosas en ese preciso momento: la primera era que todos mis compañeros se encontraban sentados en lugares diferentes a los que recordaba, con parejas diferentes a las de esta mañana; siguiendo las órdenes dadas. Ahora el amante de los dinosaurios se encontraba molestando a una pequeña niña de grandes anteojos quien rodaba los ojos con molestia cada vez que él abría la boca para comentarle algo.

Sentí alivio por un momento

La segunda era que en ninguna mesa se encontraba mi mochila, porque esta estaba descansando sobre el escritorio de la maestra.

Al principio fruncí el ceño, sin entender porqué se encontraba ahí, pasado unos minutos todo el alivio que había sentido minutos atrás desapareció y se convirtió en un abrumador dolor en el pecho. Uno que me impedía respirar.

Pronto comprendí que, nadie quería sentarse conmigo.

Sentí, por segunda vez en el día, mis ojos picar por las lágrimas.

Una patada en el estómago hubiese dolido menos que ese rotundo e indirecto rechazo.

No tienes porqué  llorar, me recordé una vez más.

—Zía, toma asiento, —dijo de forma distraída anotando algo en el pizarrón sin mirarme aún. Que recordara a la perfección mi nombre con tanta facilidad sin dedicarme una mirada me sorprendió, puesto que habían más de diez niños más en la misma aula; ¿cómo sabía que se trataba de mí?

Tragué con fuerza, ahora que lo pensaba bien, tampoco quería que me mirara. No así.

—Toma asiento, lin... —Sus palabras quedaron danzando en el aire al girarse y visualizar mi estado, minutos después.

Debí moverme, pero no tenía control alguno con mi cuerpo.

Me mordí el labio inferior con fuerza, intentando contener las lágrimas. Tampoco quería que me regañara por ello.

De pronto me sentí tonta, un total desastre. Con pasos apresurados y sumamente torpes me acerqué al escritorio, tomé mi mochila con rapidez y miré al frente buscando rápidamente un asiento disponible donde sentarme. Pero por descuido mío, esta se encontraba abierta lo que hizo que todo lo que guardaba dentro de ella cayera al suelo llamando la atención de los niños curiosos, provocando unas cuantas risas... Otra vez.

Era el hazme reír de la clase.

Torpe, torpe, torpe, me regañé justo como lo haría mi madre.

Podía jurar que la había dejado cerrada, pero eso ya no importaba, Tatiana me miraba desde arriba con seriedad.

Esperaba un regaño de su parte, pero en cambio, ella silenció de manera inmediata las risitas molestas, me ayudó a recoger las cosas que habían caído de mi mochila por torpeza mía y también me regaló una cálida sonrisa. Ella no era mamá, pensé y por un momento recordé al abuelo, era algo que el seguramente haría en una situación así...

—Toma asiento, linda.

Tragué con fuerza un vez más, la garganta me empezaba a doler. Todos se encontraban sentados en parejas, los pocos asientos que quedaban disponibles habían sido ocupados de un momento a otro de manera intencional por sus mochilas o loncheras, lo sabía. No tuve dudas de ello en ningún momento.

No me querían ahí.

—Zía, esperamos por tí —recordó con amabilidad, invitandome a tomar asiendo de manera indirecta. Aunque a esas edad no tenía una idea clara de lo que significara el rechazo, supuse que se sentía así, exactamente como me sentía esa mañana.

Podía respirarlo.

También por tercera vez en el día, no fui capaz de moverme, tenía miedo.

Sentía mucho, mucho miedo.

También rechazo.

Nadie quería sentarse conmigo, era más que obvio. No hacia falta preguntárselo, sus acciones quizá sin querer lo aclaraban.

Y un terrible dolor en el pecho que crecía y me impedía respirar adecuadamente.

¿Por qué?

Algunos murmuraban muy bajo, me señalaban disimuladamente y se burlaban, otros simplemente se encargaban de ofrecerme malas miradas, cargadas de repulsión; como si fuera un bicho raro y sucio. O al menos así me sentía.

—¿Alguien puede permitirle a Zía un asiento? —Preguntó amablemente, como siempre, pero la ignoraron y otros fueron más descarados al exclamar un alarmado y muy alto: ¡no! Sin importarles siquiera un poco que estuviera presente.

Cuando ellos mismos provocaron la situación en la que estaba ahora, o tal vez no...

» —Por favor, —pidió nuevamente recibiendo la misma respuesta.

Nada, nadie quería sentarse conmigo y era simplemente humillante. Quería irme.

Volví a observar mis zapatos sucios, los cuales aún llevaban restos de césped pegados a ellos. Las medias blancas ahora manchadas por la tierra mojada, húmedas e incómodas y por último, mi uniforme hecho un total desastre.

Soy un desastre, pensé inevitablemente, sintiendo latente de la humillación y rechazo de mis compañeros.

Me sentí mal.

Muy mal de verdad.

Entonces, llegó a mi un pensamiento y entré en pánico: ¿qué diría el abuelo de mí?

Peor aún, ¿qué diría mamá de mí?

Me sentí terriblemente peor de tan solo pensarlo.

------ 💛 ------

¡Hola, holaaa!

Primera actualización del año y buenos deseos para todos. Recuerden que si votan y/o comentan sin conexión, igualmente estos llegarán a la historia en cuanto te conectes. 👀💕

Nos leemos pronto.

Quisiera pedirte perdón  | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora