007 | Encuentros peludos y palabras mágicas

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Z Í A

Golpeé una pequeña piedrita con la punta de uno de mis sucios zapatos, completamente aburrida. Luego solté un pequeño suspiro con algo de cansancio, mirando de reojo al abuelo y a la vecina; quienes aún charlaban animadamente en el marco de la puerta principal.

Al parecer, su charla se había extendido.

Quizás demasiado.

Estaba oscureciendo cada vez más rápido, por lo eché la cabeza hacia atrás con la intención de observar las primeras estrellas que se asomaban tímidas en el cielo, intentando distraerme los minutos siguientes con algo diferente, cuando un ruido similar a un pequeño ladrido resonó a mis espaldas; asustándome. Dí un respingón y por instinto me giré, siendo capaz de fijarme de que solamente se trataba de un cachorro, uno muy pequeño, ¡uno muy bonito!

Intentó acercarse pero la dueña del lugar bloqueaba con una de sus piernas el paso,—de manera intencional —provocando que este se molestara y empezara a ladrar sin parar a modo de queja desde dentro de la casa.

Sus ladridos inundaron el lugar.

¡Es tan lindo!, pensé.

Caminó torpemente y caía cada dos pasos, lo que de inmediato hizo que muriera de ternura y quisiera tomarlo entre mis brazos.

Mamá no nos dejaba tener mascotas en casa, así que supuse que debía aprovechar.

Awww, ¡es tan lindo!

—¡No, no, no! —Exclamó por fin prestandome atención por segunda vez en lo que iba de la tarde, a la vez que se lleva una mano a la frente con dramatismo. —¡Ese pequeño va a volverme loca! —Las palabras salieron de su boca cargadas de cansancio, dejando que por fin se acercara a nosotros.

Era realmente pequeño y su pelaje era una rara combinación entre marrón y negro.

—Creí que no te gustaban los animales, —acusó el abuelo con cierta diversión a lo que ella respondió negando rápidamente con la cabeza.

Eso no era posible.

Pero el cachorro movía su cola de un lado a otro, estando feliz.

—Esta mañana cuando salí a recoger la correspondencia, para luego dedicarme a cuidar mi jardín, estaba ahí. ¡Destrozando mis pobres rosales! —Señaló la entrada horrorizada y la verdad, es que la zona se encontraba hecha un verdadero desastre.

El abuelo comenzó a reírse por su exageración y yo lo acompaño cuando el pequeño cachorro se dedicó a olfatear mis manos haciéndome cosquillas en el proceso.

—¡Es muy lindo! —Lo defendí, como si con eso todo el desastre que hizo tuviese que ser sí o sí perdonado.

—Nadie ha dicho que no, linda —concordó ella, —pero también es muy molesto. No ha dejado de llorar, y la verdad es que no sé qué hacer con él; no quiero dejarlo indefenso en las calles pero estoy muy vieja para cuidar de él.

» ¿A caso conocen a alguien que quiera adoptar una mascota? —Añadió tras un largo suspiro mientras lo observaba corretear de un lado a otro sin control alguno.

—No, —respondió el abuelo pensativo al cabo de unos minutos.

—¡Nosotros podemos cuidarlo! —Propuse al mismo tiempo, muy emocionada.

Era consiente que, su problema no era poder cuidarlo, si no cuidar sus rosales de él. Puesto que no había nada que la señora Tasha cuidara y amara más que a sus rosales.

Quisiera pedirte perdón  | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora