009 | Apoyo incondicional

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Z Í A

Las semanas se escurrieron como el agua de la llave que caía sobre mis manos esa fría mañana. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba pisando lo que sería tal vez mi tercera semana de clases.

Aunque debería sentirme orgullosa por haber superado lo horrible que fue mi primer día de clases, tal y como me lo había dicho el abuelo —cuando se lo conté por accidente una tarde. —Solo me sentía igual, como si hubiese retrocedido en el tiempo y volviera a él.

De ser posible, odiaba la idea.

Pero me sentía atascada ahí.

No importara qué hiciera, todo volvía al mismo punto.

Estaba siendo el segundo peor día de clases y no quería pensar en si habrían más. Sentía que no lo soportaría una vez más...

A pesar de que el abuelo me hubiera aconsejado en no fijarme en lo malo sino en lo bueno, un montón de veces, no podía hacerlo. ¿Qué podía tener de bueno esta situación? Negué con la cabeza dos veces y procedí a cerrar la llave, haciendo que el agua dejará de correr libremente.

Libertad...

Sacudí mis manos en el lavado y me dediqué a observar mi reflejo a través del espejo, esa mañana tenía unas bolsas oscuras debajo de mis ojos provocadas por la falta de sueño. Nunca lograba dormir bien durante las noches de tormenta. Mi reflejo me devolvió la sonrisa en cuanto recordé al abuelo decir por las mañanas: dormí pero no descansé, mientras se servía una segunda taza de café. Justo así me sentía.

Me encontraba agotada y a la vez me sentía mal más que por la falta de sueño.

Odiaba cómo me estaba sintiendo en ese momento, pero sabía que algo de razón tenían sus palabras.

Y no podía odiarla por ello.

Todo va a estar bien, me repetí mientras me sostenía del lavado.

Después de unos largos minutos me separe de él suspirando y abrí la puerta del baño encontrándome a una distraída Kath, mi compañera de asiento y de momento, mi única amiga. Estaba esperándome con los brazos cruzados mientras leía los papeles de colores que estaban colgados sin orden alguno en una gran cartelera dándome la espalda. La sombra de su cuerpo reflejó el movimiento de sus pequeños labios por lo que supe que no me había escuchado salir, cerré la puerta con cuidado pero aún así logré provocarle un pequeño respingón.

Toda su concentración se esfumó y me miró asustada. Me mordí el labio inferior apenada, no era mi intención asustarla.

—¿Estás bien? —Preguntó.

Quería estarlo.

Supuse que su pregunta venía a causa de mis ojos hinchados y rojizos por las lágrimas.

—Sí —contesté, dudandolo, provocando que sonara más como una pregunta que una respuesta.

No era lo que quería escuchar.

¿Lo estaba? Por los grandes ventanales del pasillo noté que nuevamente llovía y nuevamente, recordé mi primer día de clases. Se estaba repitiendo el sentimiento, con la excepción de que esa vez lo único que se encontraba mojado era mi rostro por las lágrimas que había lavado minutos atrás.

Pestañeé intentando alejarlas una vez más, ya se estaba haciendo costumbre.

—Tatiana le dijo a Maddy que se disculpara a penas regresaras, —comentó mientras se unía también a observar la lluvia caer y mojar todo a su paso a través del cristal; con la única diferencia de que a ella sí le gustaba y a mí no.

La lluvia siempre lo arruina todo.

Me abracé a mí misma sintiendo un escalofrío repentino.

Maddy, siendo sincera la primera vez que lo escuché me pareció un nombre bastante bonito. No entendía por qué pronunciarlo me sabía tan amargo; similar a los jarabes para la tos que el abuelo me obligaba a tomar cuando me enfermaba.

Hice una mueca.

—No importa, —solté en cuanto comenzamos a acercarnos al aula. Cada vez estábamos más cerca. Y ni siquiera me había dado cuenta cuando empezamos a dirigirnos hacia ahí, como si nuestros pies tuviesen vida propia y no pudiéramos controlarlos.

—¡Claro que importa, Zía! —Exclamo ella, —lo que dijo fue horrible.

—Tiene razón, —me encogí de hombros concordando con la mencionada.

Kath hizo una mueca exagerada mostrando que no estaba para nada de acuerdo, su rostro se frunció.

—No, no la tiene.

Y contradecirla era imposible.

La puerta metálica del aula se nos plantó enfrente, habíamos llegado y sinceramente yo no quería volver a estar ahí adentro. Por alguna razón, sentí que la puerta era como una especie de amenaza; como si esta de un momento a otro se soltara y cayera sobre nosotras aplastandonos sin piedad. Tal vez estaba exagerando un poco, pero los nervios no me dejaron ni un segundo.

Volví a sentirme pequeñita, justo como el primer día,  a la vez que algo en mi pecho comezó a doler.

Froté las palmas de mis manos en mi falda, a pesar de que se encontraban secas, las sentía sudadas quizá por los mismos nervios.

El silencio del pasillo era abrumador y la puerta se veía impotente. Tenía miedo.

Kath me colocó una mano sobre el hombro, recordándome que estaba ahí, mostrándome su apoyo condicional en un gesto tan simple.  Entonces logré imaginarmela como la almohada que había abrazado hace tres semanas, mientras escuchaba los murmullos rabiosos del abuelo y los sollozos de mi madre; ella podía ser mi almohada en ese preciso momento.

Estuve a nada de sonreírle en forma de agradecimiento cuando la puerta se abrió frente a nosotras bruscamente, asustandonos a ambas. Kath pegó un pequeño salto acompañado de un gritito por el susto, por segunda vez en el día, pero sin retirar su mano de mi hombro. Su rostro reflejaba la máxima expresión del horror, en otra ocasión seguramente me hubiese reído pero en ese momento tenía ganas de todo menos de eso.

Quería salir corriendo.

Coloqué mi mano sobre la suya también queriendo hacerle saber que estaría para ella de la misma manera que ella estaba para mí.

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¡Hola, holaaa!

¿Me extrañaron? Si me dicen que no, lloraré. Así como también he estado llorando porque aún no he podido resolver el problema de mi pc, se ha complicado más de lo que pensé))):

Peeero, centrándonos en el capítulo de hoy: quiero que sepan que este ha sido uno donde este pequeño par me ha hecho morir de ternura. Y si hablamos del final, quitandole el drama, se suma a mi lista de escenas favoritas.

Sin más que decir, no se olviden de votar y comentar. No saben lo feliz que me hace ver su apoyo hacia la historia, es indescriptible todo el amor que le brindan, y lo mucho que me ha ayudado a continuar. Estamos cerquita de las 5K de lecturas, algo que jamás pensé en llegar con una historia incompleta que ni siquiera tiene un año en la plataforma; así que este capítulo está dedicado a cada uno de ustedes porque sin su apoyo esto no sería posible. 💖
 
Nos leemos pronto, los quiero un montón.

Quisiera pedirte perdón  | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora