005 | Recuerdos y promesas (1/2)

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Z Í A

¿Qué pensaría mi familia al verme así?

¿Qué dirían al recogerme?

¿Me regañarían?

¿O solo se sentirían decepcionados?

Si de mí dependía, prefería que no fuera ni una ni la otra. Les había prometido a ambos no dar problemas y este sin duda alguna era uno, no pude parar de pensar en ello y en un montón de cosas para nada positivas los siguientes minutos que me encontré ahí, de pie frente a todos. Me sentía expuesta. Incluso, por un pequeño momento, estuve a punto de explotar en llanto ahí mismo; sin importarme nada más.

Pero no lo hice.

Ya era lo suficientemente malo pensar en el posible —y seguro —castigo que me impondría mi madre, todo por haberlo arruinado en el primer día de clases; como para echarme a llorar ahí mismo y recibir más burlas de las que ya había tenido en las últimas horas. No lo necesitaba.

Tatiana caminó hasta la puerta, fue entonces cuando alguien por fin le dió la respuesta que quería:

—Zía se puede sentar junto a mí, —ofreció una tímida pero fuerte y dulce voz. Justo cuando las lágrimas amenazan con salir, sin dejarme retenerlas un minuto más.

Pestañeé, intentando alejar las lágrimas que se acumulaban en mis ojos y miré hacia donde se encontraba su dueño: sentada justamente al final del salón, junto a la ventana. No recordaba haberla visto en las horas anteriores o durante el desastroso recreo. Probablemente había llegado tarde o simplemente a la hora de su presentación había estado ocupada intentando silenciar a mi anterior y molesto compañero de asiento, con la intención de guardar sus figuras prehistóricas con las que jugaba ruidosamente sobre la mesa en su mochila, y no le presté atención.

Ahora me arrepentía de no hacerlo, puesto que la suya estaba completamente en mí.

De un momento a otro, el peso que por una extraña razón había empezado a sentir sobre mis hombros cuando entré —el cual era muy similar a cargar una mochila repleta de rocas grandes y pesadas —se había reducido a nada, había desaparecido mágicamente.

Junto con la presión en el pecho que me impedía respirar.

Sonreí, o al menos eso intenté, sintiéndome un poco mejor. Tatiana, quien se había situado detrás de mí, me dió un leve empujón para que me acercara pero como no fui capaz de hacerlo, aún sin poder reaccionar a su petición. Desconfiada, sintiéndolo más como una broma de mal gusto que pronto saldría a la luz, colocó sus delgadas manos sobre mis hombros y me llevó hasta ahí.

Sin ningún tipo de prisa.

Podía sentir mis piernas temblar con cada paso que daba, cuando estuvimos frente a frente entonces logré detallarla mejor: solo era un poco más alta que yo, tenía algunas manchas esparcidas sobre su bronceado rostro y su cabello también se encontraba recogido en una coleta al igual que el mío a diferencia de que el suyo era negro, muy oscuro.

Pensé que, era una combinación muy extraña: su rostro me recordaba a las chispas que el abuelo le agregaba a las galletas y su cabello, a la noche por su negrura.

—Siéntate conmigo, —pidió de manera amable, ofreciéndome una sonrisa tan sincera de la que no pude dudar.

Segundos después, también detalle que llevaba un uniforme similar al mío, pero el suyo estaba completamente limpio y seco. Casi perfecto.

Mordí mi labio inferior, sintiendo vergüenza y también la cara algo caliente de repente: ¿me enfermaré?, pensé como una tonta, preocupándome. Puesto que era lo único que me faltaba.

Ella al notar mi preocupación, subió su mochila a la mesa —que se encontraba colgando del respaldar de su silla anteriormente —la cual, por alguna razón, era idéntica a la mía. De ella sacó cuidadosamente un bolso mucho más pequeño, parecido al que veía a mamá guardar sus labiales, lo abrió y me extendió un par de medias blancas.

Recuerdo mirarla con una mezcla de curiosidad y confusión, sin comprender.

—Tómalas, —ofreció nuevamente, con el brazo extendido.

Teníamos toda la atención de la clase sobre nosotras, así que negué con la cabeza queriendo sentirme menos humillada. Bueno, menos de lo que ya me sentía a esas alturas.

Su sonrisa sincera perdía credibilidad para mí ante el gesto.

Entonces, ella al mismo tiempo se inclinó sobre la mesa y miró mis zapatos, luego recitó lo siguiente: —Usar medias húmedas es incómodo, se siente horrible, además aumenta la probabilidad de enfermarte. —Como si lo hubiera ensayado durante semanas o como si se lo hubieran repetido tanto que terminó por aprenderselo, no sabría decir si eso era demasiado bueno o demasiado malo.

Cuando terminó suspiró, cansada y me volvió a sonreír.

No le respondí,  pero sabía que algo de razón tenía. Recordé las veces que mamá o el abuelo mismo me obligabana cambiarlas rápidamente porque estaban mojadas.  «Te enfermarás, Zía» decían.

—Mi madre siempre, siempre —recalcó. —Me coloca un par extra porque suelo mojarlas al saltar en los charcos, —añadió algo apenada, en un susurro.

» Le prometí no hacerlo esta vez, así que puedes usarlas tú en mi lugar.

Con mucha pena, recordando los regaños de mamá, una vez más pedí permiso para ir al baño. Las cambié y guardé las sucias dentro de mi mochila a penas regresé. Cuando lo hice ella se encontraba ahí anotando algo en una pequeña libreta de color rosa, también haciendo pequeños dibujitos, luego cuando terminó me la ofreció.

—Copié esto por ti mientras no estabas, —aclaró con algo de timidez, enseñándome dos hojas similares. Con la única diferencia de que una tenía los dibujos a medio colorear y la otra no.

Supuse que la mía era la segunda así que la tomé a la vez que le susurraba un pequeño: gracias, que para mí significa mucho.

Me había salvado.

—No es nada, —respondió ella regalandome otra sonrisa. Esta vez se la devolví de verdad, estando completamente agradecida con ella.

Me sentía mejor, no bien, pero sí mejor.

Todo gracias a ella.

—Son activi... —Empezó a explicarme, pero se detuvo, frunciendo el ceño, luego rápidamente negó con la cabeza y continuó: —cosas que debemos hacer durante las siguientes semanas de clases.

Me informó en cuanto intenté descifrar lo que había copiado y la relación que tenía los pequeños dibujos que había elaborado justo al lado, después de ello se ocupó en seguir coloreando sus dibujos, sin prestarle atención a nada más.

Y pensé que, a pesar de todo, no podía ser tan malo.

Me giré hacia ella, con una sonrisa, a pesar de ser consciente de que su atención estaba fija en lo que hacia.

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¡Hola, holaaa!

Vengo a presentarles uno de mis capítulos favoritos, (después del primero claro está 💕) no olviden darle amor al capítulo votando y comentando, puede que publique la continuación antes del domingo.

Además, aprovecho para darles las gracias por el primer 1K de lecturas de la historia. Nunca pensé que tendría tanto apoyo a pesar de estar apenas empezando. Son geniales.

¡Esto no sería posible sin ustedes!

A este paso pronto seremos 1,5K. 👀💕

Nos leemos pronto, se les quiere un montón.

Quisiera pedirte perdón  | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora