Capitulo I

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La lluvia caía estrepitosamente sobre el empedrado. Despuntaba el alba en una Buenos Aires sofocada por una húmeda primavera tropical. Había cierta oscuridad selvática y salvaje entre las calles de San Telmo esa mañana y fue precisamente de esa jungla de enredaderas y jazmines chinos que emergió la delicada figura de una joven mujer.

- No hay tiempo para paraguas.

Luego de una sonrisa a su compañera corrió a su auto, un escarabajo negro. Metió la valija en el baúl con agilidad y se deslizó en el asiento del conductor.

- Podríamos haber esperado unos minutos a que pare de llover – murmuró Ana cerrando la puerta del acompañante.

- No quiero llegar tarde – se explicó Loreley – ya sabés como es Eriond en cuanto a la puntualidad.

Le guiñó un ojo y encendió el motor. Ana suspiró y sacó una toalla del bolso de mano. Loreley era su jefa y amiga, para un espectador poco informado sería difícil imaginarse que la joven mujer era una de las empresarias más prominentes del país. Sin embargo, cualquier lector asiduo de las revistas de espectáculos reconocería a Loreley Lis Maind, la dueña de CI (Creative Ideas) la consultora de contenidos audiovisuales y editoriales más influyente de Latinoamérica. Pero ahí estaba ella, tarareando una canción de los Beatles mientras tomaba la Avenida Belgrano rumbo a Puerto Madero, el barrio de oficinas y más suntuoso de la ciudad.

La sencillez de su jefa sorprendía y reconfortaba a Ana todos los días. Nada de choferes ni autos lujosos, ni siquiera trajes de diseñador. Loreley solía vestir ropa elegante, de calidad pero despojada. Era una mujer sumamente bella que en raras ocasiones se maquillaba. Su cabello rubio oscuro llovía hasta su cintura enmarcando perfectamente su rostro redondeado y sus ojos azul marino; siempre brillantes, siempre sonrientes. Pero lo más destacado de ella no era ningún atributo físico sino el único "lujo" que ella lucía todos los días de su vida.

Colgando de su cuello pendía una piedra ambarina con forma de gota un poco más pequeña que un puño. Brillante e hipnótica, la Lágrima Dorada era quizás la piedra más hermosa y el objeto más poderoso del mundo.

Algo sonó estrepitosamente en el asiento trasero.

- Mi teléfono – indicó Loreley.

Ana se torció sobre si misma para buscar el aparato prolijamente ordenado dentro del maletín de su jefa.

- Mensaje de Eriond – avisó – dice: tenemos que cancelar el viaje, nos vemos en mi casa en una hora.

Loreley frenó el automóvil y lanzó un insulto al aire.

- Lo voy a matar – espetó mientras giraba el auto en redondo-

Ana observó la expresión de ira de Loreley y rió divertida. No existían días aburridos cuando se trabajaba con Loreley y su socio.

Su jefa la miró por el rabillo del ojo y disfrazó su sonrisa con un suspiro. Ana tenía la risa de la abuela de Loreley, Luisa. Esa que la había criado luego de la muerte de sus padres. Loreley amaba esa risa. Es por eso que cuando creó a Ana, incluyó ese atributo en su persona.

Y es que Ana no era una persona común y corriente, era una creación fruto de la Lágrima Dorada.

Ese "dije" no era un objeto cualquiera. Su mera forma de piedra preciosa no era más que un disfraz. Oculta, detrás de la superficie anaranjada se encontraba una máquina.

La Lágrima DoradaWhere stories live. Discover now