CAPÍTULO DECIMOSÉPTIMO

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Sarah miró de soslayo a Clara María y asintiendo, le dio a entender que se detuvieran. Había cometido una imprudencia yendo hasta allí y no era momento para huir. Así que volviéndose, observó detenidamente a Ezequiel, sin perder detalle de su indumentaria.

—Veo que te han ido bien las cosas, Ezequiel. Parece ser que la desgracia de algunos, repercute en beneficio de otros.

      Ezequiel se dio por aludido, Sarah nunca había sido tonta y había sumado dos más dos.

—Si no hubieses huido, ahora podrías estar disfrutando junto a mi, todo lo he conseguido.

Sarah sintió repugnancia al escucharlo hablar.

—Por supuesto, en mi propia casa...

     Ezequiel se tensó.

—Dime Ezequiel, ¿cómo es posible que un judío venido a menos haya podido hacerse con la casa de mi padre?

—Siempre tuviste la lengua muy larga, Sarah. Tu padre debió educarte mejor. Mide tus palabras si no quieres acabar como el o...

—¿O qué?—preguntó Sarah retándolo.

—¡Sarah! —intentó detenerla Clara María—. Controlaos, por el amor de Dios. Acordaos donde nos encontramos... —le aseguró la esposa del de la Cueva.

       Sarah inspiró profundo, intentando llevar algo de aire a los pulmones. Clara María llevaba razón.

—No os preocupéis, doña Clara. Ahora mismo nos marchamos. Nada tengo que hacer aquí ya.

—¿A dónde os marcháis? —preguntó Ezequiel aproximándose a las dos mujeres.

—Nunca os di explicación alguna y no tengo por qué hacerlo. Sin embargo, ya que lo preguntáis, os responderé. Al fin y al cabo, soy una mujer casada y solo le debo lealtad a mi esposo.

—¡Vuestro esposo! —gritó Ezequiel aprisionándola del brazo.

—¡Soltadme! —exigió Sarah intentando desasirse de la presión de la mano de Ezequiel.

—¡Dejadla de inmediato! —le ordenó Clara María—. No tenéis ningún derecho...

—No, no tiene ningún derecho a retener a mi esposa de ese modo —aseguró Rodrigo.

        Sarah soltó un quejido y se volvió hacia el lugar de donde provenía la voz de su esposo. Don Diego de la Cueva y Rodrigo acababan de llegar y ni siquiera se había dado cuenta.

—¡Rodrigo! —dijo Ezequiel en torno de burla mirando a los dos hombres.

       Rodrigo no disimuló su descontento cuando comprobó cómo ese tipo agarraba con fuerza a su esposa. Así que, sacando su espada, avanzó los pasos que lo separaban de su mujer y levantando la espalda en alto, le dijo con voz contenida a Ezequiel:

—Si en algo estimáis vuestra vida, soltadla de inmediato.

         Sarah se vio liberada del agarre y dando varios pasos hacia su esposo, buscó el refugio en él.

—Lo siento... —intentó disculparse Sarah.

—Ahora no... —le ordenó Rodrigo a su esposa, sosteniendo la mirada al judío. Agarrandola de la mano , la colocó a su lado.

—¿Quién sois? ¿Y por qué os habéis atrevido a retener a mi esposa?

—¿Y vos? —preguntó Ezequiel contrariado por la presencia de ese soldado ante él. El hecho de que Sarah se hubiera desposado con ese cristiano lo enfureció.

JURAMENTO DE HONOR (COMPLETA) # 2 SAGA MEDIEVAL #PGP2023 #FlowersAWhere stories live. Discover now