CAPÍTULO NOVENO

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 Cerrando la puerta, Sarah se tambaleó e involuntariamente trastabilló, raspándose las palmas de la mano contra la pared sin saber a dónde dirigirse

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 Cerrando la puerta, Sarah se tambaleó e involuntariamente trastabilló, raspándose las palmas de la mano contra la pared sin saber a dónde dirigirse. Apoyándose en el muro frío de piedra, e intentando dar un paso delante de otro, ni siquiera se percató por donde iba, pero cuando había dado tan solo unos pasos, un ligero mareo la invadió mientras se doblaba sobre sí misma, tapándose la boca con fuerza. Tenía ganas de vomitar y la necesidad imperiosa de ahogar el dolor por la traición de Rodrigo. En cuanto la palma de su mano detectó la madera de una puerta, no lo pensó y abrió sin pensar. Sabía que era el aposento de él, pero no le importó. Nadie la buscaría allí. Cerrándola de golpe, se dirigió hacia el lecho y cayendo de rodillas en el duro suelo, se agarró con fuerzas a las cobijas donde esa mañana habían reposado juntos, y presionando el rostro sobre el colchón, dio rienda suelta a su llanto.

     La imagen desgarradora de Sarah, hubiese conmovido al más duro soldado. Sin embargo, nadie fue testigo de su dolor. Sarah no tenía espectadores que contemplasen la pena que la embargaba. Pudo gritar a pleno pulmón, mientras el colchón ahogaba sus gritos desgarrados y su corazón se rompía en mil pedazos. ¡Qué poco había durado la dicha!

      Sarah sabía que llevaba tiempo allí y que debía salir, pero hasta que no se calmase por completo y se borrasen las huellas de sus lágrimas, no podría abandonar la alcoba. Cualquiera que tropezara con ella, podría preguntarle por su desdicha y no quería llamar la atención.


Rodrigo permaneció frío e insensible como una roca, mientras contemplaba la farsa que interpretaba su hermano y que había montado en su honor. Mordiéndose la lengua, casi haciéndose sangre, solo alcanzó a escuchar breves retazos de la conversación que mantenía con el Figueroa.

—Bueno, en cuanto al compromiso, ya tendremos tiempo de hablar. Han surgido algunos inconvenientes imprevistos, pero nada que no pueda solventarse —respondió el Duque mientras sonreía con un formalismo exagerado.

—Mañana, podremos tratar los asuntos que le han traído hasta aquí, don Gómez, ¿verdad Rodrigo? —preguntó Diego a su hermano.

—¡Sea!

      Rodrigo solo pudo pronunciar es palabra porque era incapaz de decir nada más delante de aquellas personas sin delatarse. Primero, debía aclarar con Sarah todo aquel embrollo creado por su hermano. Se ahogaba en aquel nido de víboras y solo deseaba ir en pos de Sarah. Podía imaginarse lo que debería estar pensando de él y se ponía enfermo solo de imaginarlo; no permitiría que ella dudara de su amor.

—Si quieren descansar y comer, puedo llevarles hasta el salón —les indicó Rodrigo dirigiéndose hacia el Inquisidor y el Conde de Feria.

—Ahora que volvéis a sugerirlo, os tomo la palabra —respondió el Conde con entusiasmo.

—Seguidme, pues —dijo Rodrigo mientras abría la puerta de la alcoba y salía de ella sin mirar hacia atrás.

      Ambos hombres se despidieron de Diego y sin sospechar nada, cerraron la puerta y se encaminaron en pos del Comendador.

JURAMENTO DE HONOR (COMPLETA) # 2 SAGA MEDIEVAL #PGP2023 #FlowersADonde viven las historias. Descúbrelo ahora