CAPÍTULO OCTAVO

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Una vela casi apagada, iluminaba el lecho de los amantes

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Una vela casi apagada, iluminaba el lecho de los amantes. El sueño profundo y reparador no había sido su fiel compañero esa noche. Tener un cuerpo cálido y adormecido a su lado había sido motivo suficiente para dormir a trompicones. En un duermevela apacible y con Sarah arrebujada en su pecho, se sentía invencible. Rodrigo había tenido tiempo suficiente de echar la vista atrás y comprobar cómo esa mujer había cambiado todo su mundo. Amaba a Sarah más allá de lo indecible y de lo dictado por la leyes naturales, y se había pasado la mitad de la noche, dándole vueltas a la cabeza intentando hallar el modo más seguro y conveniente para que Sarah pudiese convertirse en su compañera para el resto de su vida. Quería compartir con esa mujer cada anochecer y levantarse cada mañana junto a su cálido cuerpo. Se sentía inerme ante la fuerza arrolladora de su pasión. Lo único que lamentaba en su primera vez, era haber sido descuidado. Sarah podría quedarse embarazada y eso no auguraría nada bueno para ninguno de los dos en ese momento.

      Había obviado su voto de castidad, quitándole la doncellez a su amada y para él no existía cosa más sagrada que el honor y no solo el suyo propio, sino el de ella también. No se habían hecho promesa alguna, pero no hacía falta. Sarah llevaría su anillo algún día en su mano, símbolo de su amor eterno. Y algún día, formarían una familia.

      Debía andarse con mucho cuidado, si quería conseguir sus propósitos. Las cosas habían llegado muy lejos como para perder todo lo que habían conseguido. Ambos reconocían amarse y por lo menos él, no estaba dispuesto a renunciar a ella jamás. Tendría que aprender a medir sus acciones, a apartar la vista cuando ella estuviera a su alcance y a no buscarla cuando pasara frente a él. Sarah llevaba razón, las consecuencias serían gravísimas si alguien los denunciaba. Solo había una persona en la que podía apoyarse en ese menester y lo primero que haría esa mañana, sería hablar con el hermano Bartolomé. El sacerdote sabría informarle bien y le aconsejaría qué pasos seguir.

     La estrecha ventana que había en su aposento estaba oculta tras una gruesa tela que impedía pasar el frío, pero sabía que pronto amanecería. Le hubiese gustado abandonarse al placer junto a ella, pero no había lugar. Debía despertar a Sarah cuanto antes, si querían salir a tiempo de su aposento sin que nadie se percatara de que habían pasado la noche juntos. Debía despertar a su doncella durmiente, así que tocando con suavidad su rostro intentó despertarla.

—¡Sarah! —susurró Rodrigo besando su frente mientras ella permanecía dormida—. ¡Sarah! —volvió a insistir mientras la movía un poco.

     No hubo forma, el padre de ella llevaba razón cuando afirmaba que dormía profundamente. Las marcas oscuras bajo sus ojos continuaban ahí y eran claro recordatorio de que el cansancio no se había desvanecido en una sola noche. Sacudiéndola levemente, le pasó con suavidad la mano por su espalda, intentando proyectar algo de vida a ese cuerpo inerte que reposaba en sus brazos. Su boca descendió por el cuello femenino y empezó a repartir por la apetecible curva, pequeños besos cuyo único fin era arrancarla de ese sueño profundo.

JURAMENTO DE HONOR (COMPLETA) # 2 SAGA MEDIEVAL #PGP2023 #FlowersAWhere stories live. Discover now