Capítulo 5

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Narra Sísifo

Caminamos un tiempo, hasta que vimos unas cuantas luces a la distancia. Era un pueblo. Aún estaba oscuro pero las calles estaban repletas de gente como si la noche acabara de comenzar para ellos.

- ¡Es aquí! - dijo alegremente el niño, que ahora sabemos que se llama Lay.

De entre la multitud una mujer, algo mayor, corrió hacia nosotros empujando y esquivando al gentío.

- ¡Lay! ¡Lay! - gritaba.

- ¡Mama! - grito él y yo lo baje de mis hombros. Corrió a abrazar a su madre.

- ¿Estas bien? - le pregunto.

- Si. Ellos me ayudaron - nos señaló, yo le sonreí algo incómodo. La señora nos miró con cierta desconfianza -. Son buenas personas, mama - se zafo del abrazo de su madre y se acercó hacia donde estábamos nosotros -. Gracias por haberme salvado.

- No hay de que - respondí. Saya solo asintió con la cabeza.

- Muchas gracias a usted, señorita - dijo mirando a Saya.

-¿Yo? - pregunto incrédula.

- Si. Aunque al principio me asustaba un poco. Ahora sé que en el fondo es realmente bondadosa.

- ¿Eh? - antes de que pudiera reaccionar, Lay la abrazo fuertemente.

Por su expresión corporal, pude deducir que seguramente ella no tenía ni idea de cómo reaccionar. Se le notaba sorprendida.

Lentamente fue correspondiendo al abrazo. Parecía un poco incomoda, pero también me di cuenta de le agrado y que se sentía feliz.

Se separaron luego de un rato. Entonces intervino la madre.

- ¿Hay algo que pueda hacer por ustedes en agradecimiento?

- No se preocupe. Solo estamos de paso - explico Saya.

- Pero ya es muy tarde. ¿Por qué no se quedan? Puedo ofrecerles un lugar donde pasar la noche - insistió.

- No, no podría...

- ¡Si! Es una buena idea. Descansar aquí - la interrumpí rápidamente antes de que pudiera volver a negarse.

- ¿Descansar? - me dijo ella un tanto molesta.

- Si. Es lo que la gente hace cuando está cansada - Le explique sarcásticamente. No es como si ella no lo supiera.

- Pero no estoy cansada.

- Lastima, yo sí. Y como no podemos separarnos... supongo que tendrás que acompañarme.

Saya bufo enojada. Me pareció gracioso, era un gesto inusual en ella.

- Está bien - accedió finalmente.

Caminamos en dirección a una especie de posada. La señora, cuyo nombre era Marianne, y Lay nos hicieron pasar.

Mientras Marianne entregaba las llaves a Saya, yo observaba los alrededores. Era un lugar muy hogareño, la gente de las calles hablaba sobre toda clase de temas, los niños jugaban como si se acabaran de despertar y los edificios eran muy pintorescos

Al mirar más detenidamente me encontré con algunas miradas curiosas posadas sobre nosotros.

Seguramente es raro ver a alguien cargando grandes cajas de metal como lo son las Pandora Box. Pero no era por eso. Lo que ellos veían era a Saya y su máscara.

Por suerte ella no se había dado cuenta.

- Me he estado preguntado, señorita Saya - hablo Marianne de repente - ¿Por qué la máscara?

Entonces me quede paralizado y probablemente también ella. Quise responder en su nombre, pero ¿Qué debería decir? Alguien ajeno a los asuntos del santuario no podría entender las leyes que lo rigen.

- Es algo... - de pronto fue como si todas las miradas cobraran una mayor intensidad -... personal.

- Ya veo. Apuesto a que es muy bonita - dijo mirándome.

- Sí, apuesto.

Voltea a verla, mantenía la mirada fija en algún punto del horizonte, cuando hablo:

- Con su permiso - agacho la cabeza y subió apresuradamente las escaleras como si deseara perderse en ese mismo instante.

Saint Seiya: Corazon afiladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora