- Debéis tener en cuenta, si acepto, los enemigos de ella son nuestros amigos y sus amigos nuestros enemigos. Zayn debe saber que si alguien la está ayudando interiormente... -Menea el puro de lado a lado indeciso-. Puede que sea una persona infiltrada en su equipo, a lo mejor os lleva ventaja por eso ¿No lo habéis pensado? Sabe vuestros pasos antes de que los deis. Y no sé si es un hombre dispuesto a disparar a su propia familia si lo está traicionando desde dentro.

- ¿Familia?

- Zeta Malik, ese muchacho que siempre anda con él.

Divago entre esos recuerdos, es cierto que Zeta es una persona callada e incluso tímida pero jamás pensaría que trama algo contra su jefe, que al parecer es... Su pariente. Zeta tiene buena puntería con el arco, lejos de eso no se le ha involucrado en ninguna misión y tampoco sé si cobra algo por mantenerse a la deriva de todo. Fuera como fuere Marcus tiene más información de la que creía.

- Zeta -La voz de Atenea resuena en el pasillo detrás de él quien se gira para contemplarla. Los tacones golpean haciendo eco a cada paso, una pequeña sonrisa me sale entre los labios al recordar cómo esta mañana no paraba de quejarse por tener que llevar ese calzado-. Inocente, ingenuo, introvertido, autista, tiene todas las papeletas para ser alguien poco sospechoso y el principal culpable.

- Piensas rápido -Alaga Marcus mostrado una sonrisa coqueta, ella toma asiento a su lado cruzándose de piernas-. Me gustas, eres inteligente.

- Y tú un bocazas impulsivo -Junto al sarcasmo muestra una sonrisa forzada dos segundos y vuelve a la seriedad-. Lo siento ¿Muy descortés? Le doy permiso para rajarme la pierna a mí también, aunque quizás se haya conformado con debilitarme al mejor compinche que se me puede ofrecer entre el equipo de pacotilla de Malik.

Sus palabras son duras y frías pero no paso por alto el cumplido tan extraño que ha dejado caer, quizás para ella insignificante pero sé que es verdad lo que dice, jamás miente, todo lo que piensa lo dice sin importarle consecuencias. La miro incrédulo intentando no llamar la atención demasiado y que Marcus note que no estoy acostumbrado a un trato tan amigable hacia mí, una lealtad de trabajo nunca vista en ella. Siempre tan independiente, tan manipuladora y calculadora, se las arregla sola ¿Qué necesidad de alargarme dentro de su amenaza?

- A veces pienso que las mujeres estáis mejor desnudas y rogando de rodillas -Me mira riendo para que le siga el juego, no lo hago, Atenea sigue con la mirada fija en él.

- Quizás te hago rogar de rodillas yo a ti.

Él gira la cabeza hacia ella con la boca abierta como si fuera una barbaridad lo que acaba de decir, Atenea ladea la cabeza sonriendo con dulzura, una dulzura tenebrosa que me hace temblar, es la advertencia de que un mínimo fallo y actuará.

- ¿No te han enseñado modales?

- He venido aquí por un cometido, si no lo obtengo por las buenas, tendré que demostrar porqué es mejor que decida rápido a que bando ir.

- ¿Insinúas que me obligarás a aceptar?

- Y a rogar de rodillas -Aclara levantando un dedo inocente.

Ambos se levantan en tensión, yo intento hacer lo mismo pero termino medio apoyado en un mueble para no caer. Sus caras están muy cerca, ella mantiene su semblante serio y tranquilo mientras que Marcus parece perder la paciencia respirando muy fuerte por la nariz. Alza una mano para capturarla del pelo pero lo bloquea con su antebrazo y vuelve a dejarla al lado de su cuerpo. Cambia la expresión aún más cabreado, impaciente.

- Eres un putita perversa ¿No es eso? Te gusta que te admiren, que te deseen, quieres tenerlos a todos...

Antes de que pudiera acabar la frase la mano de Atenea impacto contra el cuello, con ambas manos sujeta la cabeza y la gira haciéndola crujir sin partirle la columna, su rodilla impacta en las partes bajar de Marcus y lentamente se arrodilla dolorido, agacha la cabeza para apoyarla en el suelo pero ella lo sujeta por el pelo y lo deja arrodillado ante mí, con una daga en la nuez. Tiene la cara roja de ira pero en sus ojos veo el miedo, temor a que a la pirada que está jugando con el hilo de su vida le dé por rozar un poco más la cuchilla.

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