Capítulo 6: Veneno

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''Nada es veneno, todo es veneno: La diferencia está en la dosis''

Paracelso

El cielo teñido de azul estaba completamente despejado, dejando que el sol brillara desde las alturas y diera comienzo a una calurosa mañana en el imperio Obeliano. Como era habitual en la ciudad imperial, la servidumbre en los palacios se ocupaba de forma eficaz de las tareas designadas por el día.

Sin vacilar, todos se aseguraban de realizar diligentemente sus deberes, siendo esto distinto en el palacio Rubí, lugar de residencia de la princesa marginada. Las sirvientas en el palacio de Athanasia rara vez cumplían sus labores. Con actitudes indiferentes y altaneras, normalmente se les veía charlando o paseando alrededor con una escoba o trapo en sus manos, sin limpiar en lo absoluto.

Curiosamente, muchas de ellas eran las amigas cercanas de la jefa del palacio, la Sra. Wembley. Una mujer mayor y regordeta que no le importaba el estado del palacio y desafiaba imprudentemente la autoridad de la princesa en la más mínima oportunidad.

Entre los sirvientes, a excepción de Lilian y dos jóvenes doncellas llamadas Hannah y Seth, nadie respetaba a Athanasia, ninguno tenía ni siquiera una pizca de consideración o fidelidad hacia ella. Un ejemplo de esto era la misma Sra. Wembley, su sequito y los chefs que descaradamente se repartían parte de los ingresos y suministros designados a la princesa a sus espaldas.

Algunas sirvientas que no estaban en la gracia de la jefa del palacio, simplemente robaban bienes. Alguna gema, un adorno diminuto, o simplemente una baratija, objetos pequeños de los cuales nadie notaria su ausencia si repentinamente desaparecían. Otras más audaces, vendían su lealtad y se convertían en informantes interinos de la ciudad imperial. No era un misterio para nadie que en aquella residencia olvidada abundaba la insubordinación.

Solo había pocas ocasiones en las que los insolentes sirvientes daban honrar a sus estatus.

—Es una hermosa mañana ¿No es así, hermana?—exclamó la dama elegante sonriendo con alegría.

Hoy sin previo aviso, la princesa imperial hizo acto de presencia. Expresando el deseo de pasar algo de tiempo con su hermana a quien no había visto en un mes, Jennette hizo caso omiso de los buenos modales y etiqueta, invitándose a sí misma sin la aprobación de la verdadera dueña del palacio.

Sentadas una frente a otra, la joven de hebras castañas resplandecía como un diamante entre rocas en el descuidado y sucio salón de té del palacio Rubí. En este día soleado vestía un agradable vestido verde hecho a medida con suaves estampados de flores blancas. Su cabello fue exquisitamente arreglado con cintas y unas pocas joyas fueron agregadas para complementar su conjunto. Como siempre, lucia magnifica.

Por otro lado, Athanasia acomodaba cuidadosamente su falda de raso, esperando que Jennette no notara los arreglos en su vestido azul. A sus ojos, era demasiado obvio que los encajes que puso en la falda para tapar agujeros no combinaban con el resto de su gastado traje. Ni siquiera poseía accesorios adecuados para usar y darle un toque ligeramente más agradable a su aspecto.

La diferencia entre la princesa despreciada y la favorecida era flagrante.

—...Sí, es hermosa—respondió educadamente, ocultando los sentimientos reticentes que la carcomían.

Si es honesta, Athanasia se sentía reacia a estar cerca de Jennette. En este último mes, estuvo reflexionando sobre su vida, lo bueno y lo malo concerniente a esta, su padre y su hermana.

Lo sucedido en la fiesta de té aún estaba fresco en su memoria, y a ese desagradable recuerdo se sumaron los innumerables momentos que ha experimentado gran angustia justo después de su debut en sociedad.

¿Por qué la princesa le daba solo carne de comer al mago ancestral?Where stories live. Discover now