Capítulo Treinta

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-¡Le estoy diciendo que soy un Tomlinson! ¡Louis Tomlinson! ¡Por favor, déjeme pasar!

Louis y Harry se encontraban en la recepción del hospital al que la hermana mayor del chico los había citado. El ojiverde contemplaba con nerviosismo a su compañero, quién claramente no estaba en su completos cabales. La secretaria le negaba el acceso a la sala de trauma porque Louis no llevaba consigo su identificación, y según ella ya habían pasado demasiados Tomlinson. Creía que mentía por el simple hecho de que eran muchos, que ridiculéz.

-Le repito por quinta vez- habló la mujer, parecía estar costándole mantener la paciencia-, no tengo permitido dejar entrar a nadie que no sea...

-¡Pero si soy su maldito familiar!- gritó él, acercándose excesivamente a la secretaria- ¡Está mi padre allá adentro y se está muriendo!

Harry no terminaba de comprender la situación, ni tampoco sabía cómo manejarla. ¿No había dicho Louis que el hombre era malo? ¿Qué los había maltratado y amenazado por años? ¿Que lo lastimaría si se enteraba que era gay? No sabía con exactitud tampoco todo sobre su relación, pero por lo que le había contado no era muy buena. 

Se empezaba a incomodar, Louis le seguía gritando a la secretaria y la gente comenzaba a voltear a verlos. Era raro ver al ojiazul actuar así. Maldecir y todo eso, Harry siempre había creído que era solo él el que lo hacía. Obviamente jamás habían estado en esa posición y era lógica su forma de reaccionar. Estaba claramente nervioso y asustado. El rizado intentó imaginar como sería si se enterase que Marco estaba muriendo, quizá actuaría de la misma forma. O en realidad no. 

¿Debía intentar tranquilizar a Louis y convencerlo de irse? Tal vez era lo mejor, la mujer no parecía tener intenciones de dejarlos atravesar ninguna puerta que no fuera la salida.

-Escúcheme, si sigue así tendré que llamar a seguridad.

-Lou... Lou yo...- Lo tocaba con suavidad en el hombro pero el otro no le prestaba mucha atención-. Louis...

-¿¡Que Harry!?- contestó por fin, volteándose y sobresaltando un poco al muchacho.

-Yo creo que deberíamos irnos... no creo que nos dejen pasar...

-¿Ah no? ¡Pues yo me quedaré aquí hasta que...

-¡Lou!

Ambos se voltearon tras escuchar una voz algo infantil pronunciar el nombre de Louis con notable alegría. Apenas este vio a la autora, corrió a sus brazos. Era una pequeña niña de alrededor de siete años, con piel aceitunada y cabello marrón oscuro que le llegaba hasta los hombros. Ella lo abrazaba con fuerza, mientras que Louis, agachado a su altura, le susurraba algo en el oído con una sonrisa dibujada en la cara. Harry no tuvo que pensarlo mucho para deducir que se trataba de su hermana.

No pasó mucho tiempo que otra niña, exactamente igual, se hizo presente.

-¿Louis?- dijo sorprendida al verlo.

-¡Daisy!- contestó él.

La recién llegada no tardó en unirse al abrazo. Parecía un hermoso cuadro de reencuentro familiar.

El rizado aún se recuperaba del susto que le había dado al ver a la primera muchachita replicada en dos, porque en verdad que eran iguales. Harry nunca había visto dos gemelas tan idénticas. Ninguna de las dos se parecían mucho a Louis.

-¡Pero miren que grande que están!- dijo el ojiazul tras separarse del abrazo, seguía en cuclillas para poder hablarles con más comodidad-. ¡Unos días más y me pasan!

Las dos niñas rieron y volvieron a rodear con sus brazos a Louis. Al parecer, lo habían extrañado mucho. Harry no entendía porqué no había vuelto antes. Él contemplaba la escena con una tímida sonrisa, su corazón se agrandaba al ver al ojiazul comportarse así. Le estaba sucediendo lo mismo que cuando lo vio hacerle cosquillas a Marco.

Catorce Días (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora