Capítulo Veinte 2/2

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En ese momento bailaba con Camille, utilizando toda su fuerza de voluntad para no voltear a cada rato a mirar al ojiazul. De vez en cuando sí que le pegaba algunas ojeadas, pero no podía detenerse a examinarlo mucho porque la chica se daría cuenta. Esta seguía como si nada estuviese pasando, aparentemente ciega a su alrededor e inmune a la intranquilidad de Harry. No se sentía para nada cómodo. Tampoco despejado ni mucho menos relajado, que había sido el original objetivo de la salida. Como siempre, las probabilidades jugaban en su contra. ¿Era necesario encontrárselo justo ahora? ¿Aquí? ¿Ese día?

Las doce habían pasado y el bar se convertía poco a poco en un boliche pequeño. Las luces cada vez eran menos, reemplazadas por pelotitas de colores que giraban en el techo. Más gente se iba acumulando en la "pista de baile", que en realidad no era más que el centro del lugar. Los meseros comenzaban a correr las mesas, despejando y dejando solamente como opción para sentarse la barra. Acercarse justamente allí no estaba en los planes del rizado, Louis seguía en ella, sentado con la espalda recta y rígido como una roca. Y lo estaba mirando. Eso era lo que más incomodaba al chico: Louis lo miraba sin disimulo, como desafiándolo a a besar, acercarse o siquiera hablar con Camille. Así era como Harry interpretaba la mirada del muchacho, normalmente calificada como hermosa, aunque ahora la palabra más adecuada sería incrédula. O... incluso dolida. Sentía que había decepcionado al ojiazul de nuevo (¿de nuevo? ¿cuando fue la primera vez?) y eso encogía su corazón poco a poco. O Tal vez solo estaba paranoico.

Sus manos empezaban a sudar, resbalando por la cintura de la chica, negándose a cooperar. Camille lo miró por primera vez fijamente a los ojos, cómo preguntándole que demonios le ocurría. Él se limitó a encogerse de hombros y la volvió a tomar, así tal vez evitaría preguntas. Eso pareció bastarle a Camille, pues volvió a sonreír y desesperada, rodeó el cuello de Harry, depositando su cabeza en el hombro derecho del chico y obligándolo a bailar a su ritmo.

De repente, Louis tenía ganas de llorar. ¿Qué había estado pensando todo este tiempo? Era obvio que no tenía ninguna oportunidad con el rizado, y que todo lo que creía que habían avanzado juntos era producto de su imaginación. Él era un tonto. Era un tonto por Harry. También era egoísta. Deseaba con todas sus fuerzas que esa chica hiciera algo que lo molestara y obligara a romper "esa" relación inesperada, dejar de hablarle para siempre y verse obligado a recurrir a alguien para descargarse. Y allí estaría Louis. Estaría para él, protegiéndolo y consolándolo, acariciando sus rizos y diciéndolo que todo estaría bien.

¿En serio estaba deseando la ruptura e infelicidad de una pareja? Por dios, era una mala persona. Nada, ni siquiera el amor, justificaba el querer atraer el mal a alguien. Eso se lo habían enseñado bien, inculcado desde niño, y ahora ni siquiera podía respetarlo. Una vez más, estaba decepcionando a su madre. Ya había perdido la cuenta. Era un mal chico, desesperado e ignorante. En esos momentos, con el corazón repentinamente roto y los ojos algo llorosos, deseó estar bajo los brazos de Johannah y rodeado por sus hermanitas pequeñas, tocando en el piano sus canciones favoritas, viéndolas corretear alrededor de la mujer. Sintiéndose seguro, sintiéndose en casa. No había podido volver a experimentar esa sensación, la de "casa" en mucho tiempo. No tenía a su madre ni hermanas, ni siquiera a su piano que había quedado en su antiguo hogar. Todo por su culpa. Y ahora no tenía ni siquiera a Harry, quién en las últimas semanas le había dado un motivo para levantarse cada día. En realidad lo único que había hecho el muchacho era bailar con alguien, alguien que no era Louis. No estaba seguro de porqué sentía esa sensación de vació y pérdida, pero sí que estaba allí. Tal vez porque aquella ilusa esperanza de que el chico alguna vez le correspondiera había desaparecido, habían pinchado el globo de su ilusión sin siquiera advertirle. Era muy alocado que un chico que apenas conocía hubiera irrumpido en su corazón de la forma en que lo había hecho Harry, ganándose un lugar en él verdaderamente importante y moviendo todo de su sitio. Revolucionando todo aquello que pisara.

Catorce Días (Larry Stylinson)Where stories live. Discover now