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Me acomodé en una pequeña esquina del área de carga mientras trataba de estudiar este pequeño mapa que tenía en mi bolsillo. Por lo que pude notar en él, este camión me iba a llevar a un área donde se cultiva espinaca y acelga. Si continuaba en él hasta llegar ahí podría volver a desviarme y alejarme de Whistler. El mapa también tenía marcadas algunas equis que cambiaban la ruta por la que debía de pasar, pero todas coincidían en el mismo punto de destino. No sé quién me dio este bendito mapa, pero creo que si sigo todas estas instrucciones lograré llegar a Whistler en un santiamén, solo tengo que tener cuidado con los camiones que tome.

   Tengo una vaga sensación de que soñé con todos mis amigos de Freddy’s y con el mismo Golden Freddy, pero no recuerdo bien todo lo que me dijo. ¿Era algo acerca del futuro? Tal vez cuando llegue a un lugar más cálido pueda recordar. Mientras el sol se posicionaba más arriba para indicar el medio día, el clima dentro del área de carga se volvía un poco más cálido, al menos lo era la parte que recibía los rayos de sol. Me moví de lugar y me pegué a aquellas paredes cálidas, así como frotaba mis manos y trataba de calentarlas con el vapor de mi cuerpo.

   Me siento un poco extraño ahora que tengo que manejar todo esto por mi cuenta, pero también me siento bien de que ahora cuento con un camino ya predeterminado para llegar a mi destino, es como si a Dios le hubiera gustado mi plan y decidiera ponerme de vuelta en la tierra para cumplir esto, de otra forma sí me hubiera llevado con él. No puedo recordar nada acerca de la última vez que estuve despierto arriba en esa montaña, ni siquiera el camión que estuvo a punto de atropellarme. ¿Acaso es este en el que estoy viajando ahora? No podría confirmarlo si no recuerdo el rostro del que salió y se paró enfrente de mí antes de que comenzara a soñar. Sea quien sea, le agradezco mucho por haberme cargado y metido dentro de este camión, gracias a él o ella puedo volver a sentir que estoy vivo, a pesar de tener que vivir con este frío.

   Había llegado a otra pequeña ciudad con muchas personas afuera. Algo que no había notado antes eran los letreros en los negocios y en general en las calles, los cuales ahora sí eran comprensibles para mí; ni siquiera sé cuándo se acabó la influencia del francés en mi vida, aunque creo que ahora todavía puedo recordar varias de las frases que Mangle me enseñó. Oh, Mangle, ahora recuerdo que ya no estás aquí para ayudarme en este viaje del infierno. Espero que puedas salir de ese camión y librarte de tener que enfrentar a Springtrap y a Golden Freddy. No tengo ni la menor idea de a dónde irían, pero sé que si se enteran de que tú estuviste viajando conmigo no reaccionarán de la mejor manera. Si tan solo tuviera una forma de comunicarme contigo, al menos te hablaría para agradecerte todo lo que hiciste por mí, incluso hasta el último momento trataste de ayudarme advirtiéndome acerca de los riesgos de salir, pero mi urgencia de complacencia no me dejó pensar de forma clara y terminé aquí. Eres una chica muy lista, Mangle, y espero que al menos puedas encontrar una forma para que tú y el Cupcake estén a salvo. Y también lamento haber hecho que salieras de tu restaurante por mí, pude notar que te preocupabas mucho por ese muchacho en esa fotografía: Bruno. Tal vez para mí solo era un adolescente como cualquiera que visitaba Freddy’s, pero sé que para ti él significó mucho; podía sentir tu aflicción durante varias noches en vela. Sería muy triste para mí que ahora estuvieras con él, porque entonces ya nunca tendría la oportunidad de verte y darte las gracias. Por favor, Mangle, yo sé que eres una chica muy fuerte y muy lista, saldrás de esto, así como Bruno tal vez lo hizo.

   El punto en el que debía bajarme había llegado, así que ahora tenía que buscar otro camión en el cual viajar para llegar a una ciudad al lado de Whistler, estaré a tan solo horas para llegar. Me levanté tratando de mantener mi equilibrio y abrí una de las puertas del área de carga; eran dos. Pude ver que el camión ahora iba más lento por algo de nieve acumulada en el camino, así como los pinos y montañas se quedaban atrás mientras más los veía. Lo único que me quedaba era brincar hacia las orillas de esta, esperando que la nieve y las hojas amortiguaran mi caída. Dejando una de las puertas abiertas, me lancé y comencé a rodar hacia la misma dirección del camión, pero este se fue mucho más rápido de lo que yo rodaba. Aquella caída hizo que mi cabeza comenzara a doler, así como mi brazo derecho, el cual usé para aterrizar. Tratando de evitar pensar en el dolor me levanté y fui a esconderme detrás de algún pino para que ningún humano me viera, ni siquiera los que viajaban en el camión. Parece que ninguno me vio, entonces había logrado bajar de ahí sin ser visto. Comencé a mirar a mi alrededor y, en efecto, noté otra estación de camiones a algunos pasos de aquí. ¡Perfecto! Ahora solo tenía que caminar un poco y entrar en alguno de esos.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora