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El silencio de mis pensamientos era muy cómodo, incluso sentía que podía decidir hacia donde quería ir, aunque era aun más satisfactorio quedarme observando aquel punto blanco en el centro de todo. Se siente como si no tuviera que pensar y solo concentrarme en mirarlo hasta que mi vista se quemase. No duré mucho observando dicho punto, pues en pocos segundos sentí a alguien sacudiendo mi hombro para que reaccionara, entonces el punto blanco y el resto de mi visión se aclaró. Estaba comiendo una pizza y me había quedado dormido en la mesa de la cocina, ¿cómo fue eso posible? Yo siempre prefiero mi colchón a esa mesa dura y fría o cualquier otra parte del restaurante.

   —¿Mucha pizza? —me preguntó Chica.

   Despertarme a la mitad del día era muy difícil, por lo que actué como si no la hubiese escuchado, aunque sabía que continuaría sacudiéndome hasta que me levantase. En la mesa estaba un plato con una pizza a la mitad y un poco de mi saliva. Entonces, para evitarme de esas sacudidas incómodas y que ahuyentan el poco calor que he reunido, levanté mi cara de la mesa. Chica estaba al lado con sus manos en su cintura.

   —¿Por qué te quedaste dormido aquí? Mi pizza nunca te ha dado bajones así.

   —No lo sé —respondí mientras tallaba mis ojos y acomodaba el pelaje de mi rostro—. ¿Qué hora es?

   —¿Las 5 A. M? Debemos enlistarnos antes de que el restaurante abra, así que ¿por qué no vas a tu cuarto a tomar un baño? —Entonces cambió el tono de su voz—. Si quieres podrías pedirle a Bonnie un poco de ayuda con eso.

   —¿Bonnie? —pregunté un poco confundido.

   —¿O acaso quieres que yo te ayude? —Se volteó a verme con una risa burlona.

   —No, creo que dejaré que Bonnie lo haga —dije para parar la burla.

   —Eso pensé. Date prisa.

   Me levanté de la mesa y dejé todas mis cosas sobre esta; esperaba que Chica limpiara todo como siempre lo ha hecho. Al salir de la cocina pude encontrarme con el restaurante oscuro y ligeramente iluminando por la luz de la luna que entra por la puerta de cristal de enfrente. Afuera había muchas casas cubiertas con nieve y personas esquiando por pequeñas colinas de nieve que se acumuló. No estaba nevando, ni siquiera hacía frío, pero por seguro que el abrir la puerta haría que todo el lugar comenzara a desarrollar cristales de hielo por todas partes. Cuando me giré hacia mi cuarto, pude ver que las cortinas de la cueva de Foxy se estaban moviendo, lucía como cuando Chica y él tienen sus momentos privados, pero Chica estaba en la cocina. Caminé hacia esta para verificar el ruido. Dentro de esta pude encontrar a Foxy sentado en la tarima mientras comía restos de pizza en varios platos.

   —¿Qué haces? —pregunté mientras abría las cortinas y dejaba entrar algo de luz a su cueva oscura.

   —Solo comiendo lo que las personas dejan al final del día, ¿algún problema con eso, papa bear? —preguntó con una papa frita saliendo de su boca.

   De hecho esas papas a la francesa lucían tal cual como un poutine.

   —No, solo que tú no acostumbras a comer muchas de esas papas.

   —Quería sentir que les ayudaba en algo por aquí. ¿Por qué no vas a ver si Bonnie necesita ayuda con algo más? Debe estar en la oficina del lugar.

   Me giré hacia esta para verificar que la luz estaba encendida, hasta la puerta estaba abierta, pero no podía escuchar nada. Me volví a Foxy para agradecerle, después me retiré hacia la oficina. Me sentía un poco nervioso de que iba a ver otra vez a Bonnie; quiero decir, he notado que cuando él viene a verme se pone un poco nervioso y su rostro siempre se torna rojo, pero ahora siento que yo poco a poco tomo su papel y me siento más tímido cuando voy a hablar con él. Siempre es una sorpresa saber cómo terminará una de nuestras conversaciones. Cuando estaba afuera de la puerta pude ver que estaba sentado y escribiendo en esa vieja computadora. ¿Bonnie acostumbra a usarla? Creí que yo era el único que la usaba para verificar números y cuentas de papeles entrantes. No notó mi presencia afuera de la puerta, así que toqué la pared disimulando golpear una puerta. En cuanto hice eso, él se volvió hacia mí y me sonrió.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora