🎸Capítulo Veintiocho

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—Es porque eres la persona más real y sincera que conozco —aludí con una sonrisa.

—¿Y eso que quiere decir? —preguntó dirigiéndose al otro extremo de la habitación para recoger todas las bolas de papel.

Algo me decía que deseaba mantener distancia.

—Que no hay nadie mejor para ser mi amiga.

—Es porque no has tenido una antes, así que tus expectativas no son tan altas.

Reí por lo bajo.

Me recosté en la cama, sosteniéndome con los codos y mi atención puesta en cada uno de sus movimientos. Cuando entré a la habitación el apreciar que vestía no fue una de mis prioridades. Sin embargo, en ese instante me sentí atraído como imán al metal. El pantalón color gris que llevaba le quedaba algo flojo, caía por su cintura y un cinturón negro lo sostenía. En la parte de arriba una pequeña camiseta verde de manga corta, tenía mucha ropa de ese color, dejando ver su estómago plano. Tragué grueso al notar dos tirantes negros que sobresalían y se adherían a los costados de su cintura. ¿Se trataba de su ropa interior? Joder, solo de pensarlo sentía que mis pensamientos escalaban a otro nivel.

Mis ojos delinearon cada parte de su cuerpo lentamente. Su cabello le cubría una parte del rostro, pero no lo suficiente, dejando a la vista sus labios carnosos entre abiertos. Su piel lucía tan suave que mis dedos picaban por el deseo de tocarla y mi miembro se contrajo dolorosamente contra la parte delantera de mis jeans.

No fue hasta que se enderezó que me di cuenta de lo que estaba haciendo. Desvíe la mirada avergonzado y mi corazón se aceleró por el hecho de que me haya atrapado viéndola. Me dejé caer por completo y coloqué las manos detrás de mi cabeza. Tomé una bocanada de aire en un intento de controlar mi respiración. En cada ocasión que pasábamos juntos intentaba frenarme, pero con el pasar del tiempo se hacía más difícil.

Cuando busqué sentir algo durante los pasados meses solo logré que fuese algo físico; la cocaína, el alcohol, las peleas y el tener sexo con chicas de las cuales después no recordaba el nombre. En cambio, desde el principio fue diferente con ella. Todo era interno, me hacía sentir, por eso no quería arruinarlo. La deseaba, ¿cómo no hacerlo? Era jodidamente preciosa en todos los malditos sentidos, pero mis deseos más profundos estaban dispuestos a esperar que fuesen correspondidos. No quería ejercer algún tipo de presión o que se sintiese obligada.

Contuve la respiración en el momento en que la observé caminar hacia mí, dejándose caer en la cama boca abajo y su olor embriagándome. ¿Cómo mierda podía verse tan sensual haciendo algo tan normal como aquello? En esa posición me daba la vista perfecta de la curva de su trasero y la piel expuesta de su espalda. Me lamí los labios intentando controlar los sentimientos que me atravesaban. Elevé mi vista al techo, intentando pensar en otras cosas, porque a ese paso tendría una maldita erección y me gritaría que era un pervertido. Saqué el vape sabor menta de uno de los bolsillos de la chaqueta de mezclilla color negra que llevaba encima de una sudadera del mismo color.

Bajé la mirada nuevamente a ella.

—¿Puedo? —pregunté, y me dio un asintimiento de cabeza como respuesta.

Me llevé el vape a los labios sin dejar de mirarla. Una vez que había inhalado lo suficiente solté una parte por la nariz y la otra por mi boca. Se suponía que debía relajarme, pero el hecho de que esos ojos verdes me viesen expectantes me ponía durísimo. Solté una maldición antes de enderezarme y fijar la vista hacia otro lado.

—¿Nunca toses mientras lo haces?

—Algunas veces.

—¿Y qué se siente?

Esbocé una sonrisa de lado, y le di nuevamente una calada.

—No te daré a fumar por más curiosa que estes, pulga —aseguré divertido.

—¿De qué hablas? —cuestionó, y por el rabillo de mis ojos noté su indignación—. Ni siquiera tenía pensado hacerlo.

—Claro —murmuré, y el humo salió de mi boca acompañando de una risa. Me dio un golpe en el hombro buscando desestabilizarme para caer.

—Te lo merecías.

Mis ojos se quedaron en sus labios.

—Tal vez —admití sin vergüenza.

—¿Por qué me estás viendo así?

—Me gustaría intentar algo, pero tengo miedo de que te asustes —confesé, y acerqué el vape a mis labios.

—Hazlo.

No debió haber dicho eso.

Extendí la mano derecha, tomando su barbilla entre mis dedos y con el pulgar rozando su labio inferior para que este se despegara del superior. Mi corazón se aceleró, mi pecho se levantó y cayó tan rápido que dolió. Me incliné hasta cortar la poca distancia entre nosotros, y solté el humo lentamente el interior de su boca. Un color carmesí se extendió por sus mejillas y sus ojos se cerraron por unos segundos.

Se le escapó una suave exhalación.

—¿Qué ha sido eso? —Me alejé a pesar de sentir que cada centímetro de mi cuerpo se incendiaba y gritaba que la besara hasta saciarme.

—Te compartí de mi humo —dije simplemente.

¿De dónde saqué esa idea? Antes de conocerla nunca se me cruzó por la cabeza hacer algo así. Solo había buscado una tonta excusa para acercar mis labios a los suyos y lograr que su cuerpo reaccionara de la forma en que lo hizo.

—Mitch... —susurró, y tampoco debió pronunciar mi nombre de esa forma.

Podía sentir la tensión flotando en el maldito aire entre nosotros y la forma en que me miraba era sexy como el infierno. Hasta que despertó de la ensoñación en la que se encontraba y volvió a subir eso muros que empezaban a hacerme pensar que nunca lograría alacanzarla. Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana.

Si me quedaba más tempo caería en la tentación y me arriesgaría a perderla. No quería eso. Antes de subir el primer pie por la ventana me volví para observarla por sombre mi hombro.

Y ya estaba sentada.

—Me gustas, así que si un día te sientes de la misma forma... —dije sin apartar los ojos de los suyos, y con un nudo en la garganta—. No dudes en avisarme.

¿Era un cobarde por salir antes de escuchar una respuesta de su parte? En definitiva, pero mi corazón no soportaría ser rechazado por ella.

No olvides mi voz Where stories live. Discover now