CAPÍTULO VEINTIOCHO

Start from the beginning
                                    

Dejo de mirar hacia la ventanilla y desplazo la vista de esta a la perfección hecha hombre que es Nicolás. Y sé que soy exagerada, pero justo ahora no lo estoy siendo.

¿Cómo describir a Nicolás?

Sencillo: demasiado alto, obviamente más de metro ochenta, rostro perfectamente perfilado, mandíbula marcada, sonrisa demoníaca, a la vez angelical y totalmente perfecta, capaz de atraer a cualquier chica sin problema alguno, labios rosas que inspiran pasión, cabello negro que suelta peligro y misterio, ojos grises con destellos verdes capaces de derretir a cualquiera y simplemente él... Todo él es en extremo atrayente.

—Cuando termines de comerme con la mirada, avísame —dice Nicolás, soltando una risa burlona estando al volante.

—Bueno, resulta que empiezo a aburrirme, pero ver tu perfecto rostro hace que cambie eso por completo —le aclaro, sin miedo a mostrarme sincera, esperando su respuesta engreída, como ya lo había hecho antes.

—Es normal que te pierdas en el resplandor de mi abundante belleza —volteo los ojos—. Es más entretenido que ver por la ventanilla, ¿No es así?

—Eres un idiota engreído, ¿Ya lo sabías? —le encaro por su comentario.

—Un idiota engreído que te gusta —dice, con un leve encogimiento de hombros, como si fuera algo muy obvio.

—No. Un idiota engreído que soporto porque me gusta.

Es oficial, ya lo sabe, sabe que me gusta, acabo de decírselo y no hay vuelta atrás. Empiezo a temblar.

—Es prácticamente lo mismo —dice, desviando un poco la vista desde la carretera hacia mí, intercalándola, con una sonrisa ladina en su rostro—. Me soportas porque te gusto... Vaya, le gusto a la loca obsesionada con las mesas de Starbucks —suelta una leve risa negando con la cabeza—. Sí que estoy jodido.

Ladeo la cabeza, curiosa.

—Y ¿Qué hay de ti? —enarco una de mis cejas—. ¿Le gusto al loco asesor insolente?

Nicolás centra su mirada a la carretera ya que empezamos a pasar por curvas, pero aún así, mantiene su sonrisa ladina, y suelta un resoplido burlón.

—Con que loco asesor insolente, ¿Eh?

—Es lo que eres —digo, pero de inmediato me corta.

—Es lo que fui —me corrige—. Y es lo que no volveré a ser —deja en claro.

—En fin... —hablo mientras decido quitarme mis zapatos. Apoyo mi espalda en la puerta y estiro mis piernas hasta el regazo de Nicolás, cruzándolas. A él no parece incomodarle. —. ¿Te gusto o no? —tuve el valor de preguntar.

Nicolás suelta una de sus manos del volante y la desplaza hacia su cabello para pasar sus dedos en él y alborotarlo un poco, lo que hace que adopte una postura más relajada. Baja la mano de su cabellera negra y la pone en uno de mis pies, lo levanta, aproximándolo a sus labios y deposita un beso en la planta de este. Mientras lo hace posa su mirada medio entornada en mí.

Sus labios descienden de la planta de mis pies a mi tobillo y la respiración que sale de su nariz empieza a hacerme cosquillas, entonces me estremezco un poco y retiro mi pie de su mano mientras suelto una leve risa. Él también se ríe.

—¿Crees que si no me gustaras besaría tus pies así? —indaga.

—Que forma tan... Peculiar de hacerme saber que te gusto —declaro. La verdad es que si fue raro... Pero tierno, de algún modo—. Vaya, le gusto al loco asesor insolente —digo, imitando lo que me dijo hace poco, e incluso, hago los mismos gestos que él hizo: suelto una leve risa y niego con la cabeza—. Sí que estoy jodida.

No Soy Esa ChicaWhere stories live. Discover now