*   *   *

Freddy salió del cuarto en busca de algo de la ropa que usó la noche pasada; debe estar regada y mojada en el área de cena. Yo me quedé aquí observando una última vez el mueble donde guardo todos mis preciados tesoros; algunos están cubiertos de polvo y un poco de musgo, así como también los que están hechos de cristal y de arcilla están rotos o quebrados. No importaba lo mal que se vieran u olieran, yo los veía como si estuviesen hechos de oro sólido.

   Observé una fotografía de mí y seis niños alrededor de mí. Ese día el restaurante celebró la fiesta de cumpleaños de uno de ellos y, por supuesto, cuando se trata de fiestas privadas los trabajadores me llevan para que les cante la canción de cumpleaños. Cada vez que hay un día de cumpleaños no hay manera en que me sienta triste, la vibra que comparten los niños con el mundo es incondicional e invaluable. Detrás de esa foto tomé otra que siempre escondo de cualquier lugar; no quiero que esta se ensucie, se rompa o se dañe de alguna forma, esta es muy especial. En ella estaba Bruno, usando como siempre su camisa morada y sus pantalones negros. Llevé la foto cerca de mi corazón, como al hacerlo pudiera abrazarlo una vez más.

   —Bruno —decía en voz baja—, lamento que no haya salido a buscarte durante estos trece años, tenía tanto miedo de que ellos tres terminaran conmigo. Espero que, en donde quiera que estés, puedas saber que me encuentro bien, aprendí a convivir con ellos sin riesgo a morir. No les he hecho nada, tú sabes que siempre fui esa clase de niña que no mataría ni a una mosca; hasta las cochinillas me daban miedo. —Reí un poco mientras sentía unas cuantas lágrimas caer—. Si estuvieras aquí te enseñaría todo lo que he aprendido por mi cuenta: cocinar, animar a cientos de niños como lo hicieron con nosotros, a hablar francés y demás. Es tanto que quisiera contarte que no creo que me alcance la memoria para recordar todo.

   »Por fin llegó el día en que saldré de aquí. ¿Sabes? Te burlarías de mí si supieras que no estoy haciendo esto por voluntad propia, sino por ayudar a alguien más, que al final es otra excusa para arriesgarme con tal de que alguien más lo haga conmigo. Tú eres muy valiente, y siempre agradeceré la manera en que trataste de salvarme. —Mis lágrimas comenzaron a fluir—. No quiero ni imaginarme lo que te hicieron, sé que en una situación así lo mejor es estar muerto de una vez por todas. Ningún niño merece experimentar aquello en donde creyeron que serían muy felices. —Hice una pausa un poco larga, sentía que ya no podía hablar—. Pero, te prometo que esta vez trataré de encontrarte, estoy segura de que te reconoceré donde quiera que estés, y podré volver a abrazarte y agradecerte por todo lo que pasamos juntos. También me disculparé por no haberte ayudado, Bruno. Espero y tu alma me acompañe en este viaje que emprenderé. Dejaré a un lado a nuestros amigos y comenzaré el viaje. Je t’aime, Bruno.

   Guardé la fotografía en el compartimiento detrás de mi espalda y sequé mis lágrimas. En ese momento el Cupcake regresó de haber ido a almorzar.

   —¿Qué pasa, Mangle? ¿Freddy te hizo llorar? —preguntó mientras brincaba hacia mí.

   —No, no —reía mientras tallaba mis ojos—, solo fue un recuerdo de aquellos tiempos cuando comenzaba a trabajar, me da un poco de nostalgia.

   —¿Estás segura de que quieres ir con Freddy a Whistler? Si quieres podrías quedarte y yo te ayudo a sentirte mejor, muñeca. —Volvió a hacer ese tono que siempre usa conmigo.

   —Sí, estoy segura. Freddy no conoce Canadá, no podrá saber si la ruta que va a tomar ese mec es la correcta, tengo que ayudarlo.

   —De acuerdo, como quieras —Sacó de su cuerpo un cigarrillo—. De cualquier forma yo también iré con ustedes, no me gustaría pasar el resto de mis días escuchando a la gente hablar raro y a los animatrónicos golpear la puerta. Yo iré en la espalda de Freddy como siempre, no habrá ningún problema.

   Sabía que sí había un problema con eso.

   —¿Sabes? El viaje sí va a durar tres días. Si ese sujeto se entera de que tú vas con Freddy puede que no reaccione de la mejor manera. Además, necesitas comer y respirar aire fresco, no puedes ir en su espalda.

   —¿Tú crees?

   —Oui. ¿Por qué mejor no vienes conmigo en la parte trasera del camión? Así no tendrás problemas con la comida y el espacio.

   Sin titubear respondió:

   —¡De acuerdo!

*   *   *

   —Toma esto, Freddy —dije mientras le daba el chip.

   —¿Qué es esto?

   —Tienes que insertarlo en tu espalda. Con él podrás escucharme las veces que yo active mi sistema para hablar contigo; a veces la conexión entre nuestros sistemas no es tan buena y podemos escucharnos con interferencia, pero de cualquier forma nos mantendrá comunicados mientras tú vayas en el asiento del pasajero y yo en el área de carga.

   Freddy miró el chip como otro objeto que le diera poder y ventaja sobre la situación en la que nos habíamos enredado.

   —Perfecto, Mangle, ¡gracias!

   Comenzó a colocarlo en su espalda. En ese momento me sentía más nerviosa, pues faltaban menos de cinco minutos para que partiéramos. Mientras observaba a Freddy colocarse ese chip en su espalda, sentí un deseo de abrazarlo, como si esta fuera la última vez que nos viéramos. Él no devolvió el abrazo, sino más bien se extrañó.

   —Espero que todo salga bien, Freddy, en serio lo espero.

   Sé que esa clase de comentarios no son aptos para alguien que va a experimentar un gran viaje, pero sentía que necesitaba demostrarle que me preocupaba bastante. Entonces Freddy devolvió mi abrazo, así como podía sentir que su corazón palpitaba tan rápido como el mío; nuestras respiraciones eran agitadas. Después de romper el abrazo dejé que saliera del cuarto con todas sus cosas. Lo último que vi de él fue su bufanda negra y su sombrero.

   Antes de que el camión llegara, metí al Cupcake dentro del compartimiento de mi espalda y salí por la puerta de seguridad del restaurante; estaba del lado opuesto a donde está la puerta de enfrente. Cuando me asomé a la orilla, pude ver que el camión ya estaba llegando; no pude ver quién estaba manejando, pues esos vidrios parecen no dejar ver por dentro. Me oculté detrás de esta pared y esperé hasta que él se estacionara. Cuando lo hizo, escuché que hablaba con Freddy y le entregaba la ropa necesaria. En ese momento ellos estaban del otro lado del restaurante, por lo que nadie me vería si caminaba hasta la parte lateral del camión.

   Esperé ahí por casi diez minutos hasta que llegaran y metieran en este compartimiento la comida y otros objetos necesarios. Cuando lo hicieron, me mantuve tan quieta como pude, así como esperaba hasta la más pequeña señal para que se diera la vuelta y pudiera meterme. Afortunadamente no tardó mucho para dejar la puerta abierta e ir a ver a Freddy, quien lo llamó para que fuera a revisar el cofre del camión. En ese momento salí de la parte lateral y me escondí detrás de algunas cajas empolvadas y rotas que estaban apiladas, así como usé algo de tela rota para cubrirme. Entonces escuché que la puerta se cerró y arrancó el motor del camión. Después de eso comenzamos a viajar.

   —Freddy —susurré—, ¿puedes escucharme?

   —Fuerte y claro.

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La margarita IIWhere stories live. Discover now