9. Podría besarte

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Olivia lo meditó por varios minutos.

—Entonces... ¿Maddie quiso decir que Jack siente esa clase de amor por Sofía? —preguntó, un tanto insegura.

—Uhm... no lo creo. Maddie no lo sabe, pero deben tener más de cinco años para sentir esa clase de amor hacia otra persona. —Hice una mueca extraña para que riera y lo hizo.

Pasados unos minutos, su siguiente pregunta me dejó helada:

—¿Tú te has enamorado?

¿Por qué no me preguntaba cómo multiplicar o dividir?

Con el paso del tiempo la curiosidad de Olivia aumentaba y aumentaba. No estaba mal, de esa forma los niños comenzaban a conocer y explorar el mundo en el que vivían, pero aún así esta clase de dudas me descomponían. Meneé un poco la cabeza antes de contestar.

—He sentido algo parecido.

Ella me miró raro.

—¿Parecido?

—¿Recuerdas a Daniel? —Olivia asintió—. Lo que sentí por él estuvo muy cerca de convertirse en eso.

—¿Entonces por qué dejó de venir? —Ladeó la cabeza, confundida.

—Es algo difícil de contestar, pequeña. A veces ese amor no es suficiente. No funcionó para nosotros.

Olivia reflexionó mi respuesta.

—¿Por eso tardaste tanto tiempo triste y sin hacerme galletas?

Cielos. Pagaría por borrar de nuestras memorias ese lapso de tiempo. Me limité a asentir.

—Entonces estar enamorado es malo —fue su conclusión.

Sonreí de soslayo. Me incliné sobre la barra, uniendo una de sus pequeñas manos con la mía.

—Estar enamorado nunca será malo, Ollie. —Ella arrugó la frente, más confundida que antes—. Estar enamorado es bueno, es muy bueno. Es solo que... Hay que encontrar a la persona correcta y tal vez antes de encontrarla tropezaremos con algunas piedras que nos dificultarán el camino.

—Entonces... ¿Daniel fue una piedra?

—Tendremos que buscar una mejor metáfora, pero sí, algo así.

—¿Qué es una metáfora? —Volvió a fruncir el ceño.

Justo cuando iba a contestar, una risa que difícilmente confundiría se escuchó detrás de nosotras.

Nicholas.

—Siento interrumpir tan interesante conversación. —Depositó un sonoro beso en la mejilla de Olivia y a mí me dedicó una sonrisa, me había visto hace poco.

—Creí que llegarías más tarde. —Sin poder evitarlo, pensé en la rubia que lo esperaba en la salida.

—Decidí venir antes. —Se encogió de hombros.

Me dediqué a escuchar su explicación de metáfora mientras sacaba la pasta del horno. Escuchando a Olivia parlotear sobre cómo su maestra la eligió protagonista de la obra, comimos sin apuros. Al terminar, ella subió a ducharse para comenzar con sus tareas de la escuela. Yo me dispuse a recoger los platos.

—Te ayudo. —Nicholas removió las vajillas de mis manos.

—No era nece...

—Lo era —me interrumpió—. Tu cocinaste, preciosa. Lo justo es que yo haga lo demás.

Era la séptima vez que me llamaba así (sí, las conté) y pese a eso no era capaz de retener el sonrojo de mis mejillas cuando lo escuchaba. Quizá para él era algo normal llamar a las chicas de esa forma, pero yo... Nunca podría acostumbrarme a esa clase de apodos, mucho menos de su parte.

Un giro inesperadoWhere stories live. Discover now