8. ¿Has jugado Beer Pong?

Magsimula sa umpisa
                                    

—¿Así es como tratas a tu leal, solidario, divertido, creativo, talentoso, guapo y sexy amigo que tenías semanas sin ver? —Se cruzó de brazos, fingiendo estar molesto.

Y por supuesto que debía decir algo como eso.

—Estás consciente de que tu ego pronto nos asfixiará a todos, ¿cierto?

—¿Tampoco preguntarás cómo me fue en Londres? ¿Pero qué clase de amiga eres tú? —preguntó, indignado.

—Publicabas como diez fotos diarias en Instagram, presumiéndole a todos tus supuestas vacaciones en Londres. Creo que nos quedó claro que la pasaste bien por tu hashtag: #viviendoloquetúno.

—¿Por qué dices supuestas? ¡Fueron vacaciones!

—¡Estabas haciendo un proyecto!

—¿Y? Mis seguidores no tienen que saber eso.

—Disculpa, Hannah Montana.

Frunció el ceño en un principio. Luego ambos reímos.

—Vale, voy a ignorar que no me llamaste ningún día mientras estuve en Londres si me contestas una pregunta.

Me crucé de brazos.

—Bien.

—¿Por qué demonios no me has dado un abrazo?

Rodé los ojos, divertida. Finalmente, con el atisbo de una sonrisa, me puse de puntillas y rodeé sus hombros con mis brazos.

Lo había extrañado mucho, más no diría eso en voz...

—Sé que me extrañaste, cariño, pero no necesito que lo digas, es evidente. —Envolvió sus brazos en mi cintura.

—Presumido.

—Realista —corrigió.

Me separé de él al mismo tiempo en que preguntó:

—¿Quieres ir a la nueva pizzería que abrió en la Spine Road? He escuchado buenos comentarios de ella.

—¿No se supone que acabas de llegar? ¿En qué momento te enteraste de eso?

—Vivimos en la era de la tecnología, hermosa. Actualízate.

Lucas tenía la costumbre de llamar a las personas por apodos halagadores. Decía que todos deberían saber que son igual de maravillosos que él.

—¿Cuándo?

—El domingo, ¿puedes?

Lo pensé unos segundos. Los domingos no debía ir al bar, pero aún tenía otra responsabilidad.

—¿Puedo llevar a Olivia?

—¿Tu hermanita? ¿Al fin me dejarás conocerla? —La emoción surcó su rostro.

Lucas y yo nos habíamos visto pocas veces fuera del campus, por eso no había tenido la oportunidad de hacerlo.

—Solo si prometes comportarte.

—¡Por favor, Allie! Estás hablando con el más educado, consciente, respetuoso, responsable, prudente, encantador...

—Ya entendí —interrumpí su derroche de personalidad.

Su brazo derecho me rodeó el hombro.

—No puedo creer que al fin conoceré a la niña que tiene al pequeño Jack refunfuñando cada que visito a Stella.

—¿Disculpen?

Ambos giramos ante la voz a nuestras espaldas.

—¿Por qué tardaste tanto? —me extrañé.

Un giro inesperadoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon