Cinco

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A veces en la vida había que ir de frente, aceptar nuestros errores y tratar de enmendarlos lo más rápida y eficazmente que fuera posible. Lamentablemente no me gustaba equivocarme y mucho menos admitir que estaba mal, por eso en vez de decirle a Tyler abiertamente que me habían despedido, traté de distraerlo para que no me preguntara nada. El primer día lo desorienté hablándole de los uniformes de las meseras cada vez que lo veía, el segundo día lo obligué a acompañarme al gimnasio y el tercer día hice que me llevara al doctor por una supuesta crisis de insomnio. Todo iba absolutamente bien hasta que llegó el cuarto día, es decir hoy, porque ya no se me ocurría qué hacer. Por suerte él había pasado la noche fuera, dejándome así más tiempo para pensar en algo. Quizás podría llevarlo al zoológico.

Ya eran las once de la mañana y yo masticaba un trozo de pan con queso mientras mi cerebro maquinaba una excusa, pero cada vez que un brillante bombillo se encendía aparecía un martillo que lo aplastaba. Parecía que mis neuronas seguían dormidas, lo que se podía explicar al confesar que la noche anterior West me había llamado unas mil veces, y no lo había hecho porque quería oír mi hermosa voz para dormir tranquilo. No, damas y caballeros. Lo hizo porque llevaba ignorándolo unos tres días, sí, esa era mi venganza contra él por haber hecho que me despidieran. Pero West no era importante en estos momentos, la meta del día era sacar a Tyler del departamento y distraerlo por el resto del día.

Justo en ese momento percibí el movimiento de la cerradura en la puerta y supe que él estaba a punto de entrar. De algún modo logre levantarme de la silla y correr hacia el refrigerador, saqué una caja de leche y más queso mientras encendía la cafetera, también logré tirar algo de pan sobre el mesón y lavar un tazón. No sé cómo, pero para cuando la puerta se estaba cerrando yo ya tenía un desayuno medianamente decente puesto en la mesa. 

-¡Buenos días, te estaba esperando!.- dije con mi mejor humor al darme la vuelta, el cual se esfumó al procesar que dos personas habían entrado.

-Buenos días.- me saludó tirando sus llaves en una mesita.

-Oh por el universo, no puedo creerlo.- solté mientras miraba de pies a cabeza a la chica que me miraba como decidiendo si decirme “Hola” o irse.-¿Qué parte de “No llevar novios/novias al departamento” tu no entendiste?.- le pregunté cruzándome de brazos.   

Para hacer la historia corta, cuando Tyler y yo decidimos irnos juntos de casa de su madre, ambos pusimos reglas que debíamos obedecer con tal de tener una sana convivencia. Una de mis reglas fue que no quería ver ninguna mujer en nuestros dominios, idea que a él le pareció buena y que decidió adoptar como suya propia.

-No es mi novia.- dijo con simpleza.-Además, tu siempre traes a West.-

-No es lo mismo.- me quejé.

-¿Por qué?.- preguntó en un tono casi desafiante.

-Porque West es un novio permanente, quizás me case con él.- dije.-Y esta niña...- apunté a la muchacha.-Debe ser una novia casual, no me gusta.-

Tyler soltó una pequeña risa y se dirigió a la mesa, al pasar junto a mí me revolvió el cabello y besó mi sien como si fuera cosa de todos los días. Y no era cosa de todos los días, obviamente él me amaba más que a nadie porque yo era la mejor hermana de la galaxia, pero no por eso andaba abrazándome y pellizcando mis mejillas porque sí.

-West también es tu novio casual.- comentó revisando el megadesayuno que le había preparado. La chica, por su parte, se sentó junto a él como si nada.

-¿Qué? ¡Claro que no!.- exclamé.

-Yo creo que sí, porque me enteré de que terminaste con él. Otra vez.- explicó.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora