Siete

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Cualquier persona normal que nos viera a través de las ventanas del automóvil creería que era nuestro desde hacía meses, no que lo habíamos rentado sólo unas horas antes. Para empezar había una maleta gigante en el asiento del copiloto, junto a West, atrás me encontraba yo con una montaña de ropa, maquillaje y zapatos, y por si fuera poco tenía una de las ventanas tapada con un pañuelo para que el sol no me cegara.

Tomé una máscara de pestañas del montón de productos de belleza que tenía sobre las piernas e hice lo mejor que pude al aplicármela. No estaba acostumbrada a arreglarme dentro de un auto en movimiento, así que esto era una experiencia completamente nueva para mí. Estaba terminando el ojo derecho cuando desvié la vista distraídamente hacia adelante y vi a West observándome por el retrovisor. Cuando lo atrapé sus ojos volvieron rápidamente a la carretera.

-¿Qué?.- pregunté concentrándome otra vez en mi rostro.

-¿Qué de qué?.-

-¿Por qué me miras así?.-

-¿Así cómo?.-

-Como si estuviera haciendo algo raro, me has visto cientos de veces maquillándome.-

-Es divertido.- dijo luego de sonreír por mi comentario anterior.-Esta es la cuarta vez en la que te maquillas desde que nos subimos al coche.-

-¿Y? Estoy en busca de la perfección.- dije en un tono completamente serio.

-Relájate, honey. Sólo iremos a visitar a mis padres, no a la familia de la reina.-

-No estoy nerviosa por eso.- bufé casi indignada.-Sabes que me gusta verme bien siempre.-

-Te ves bien incluso cuando abres los ojos a mediodía.- no lo pude evitar, pero una sonrisa tonta se instaló en mi boca.

Boté todos los productos de mis piernas al piso y me deslicé por el asiento, aplastando gran parte de la ropa hasta llegar a la sección del asiento trasero que se encontraba justo detrás de él. Apoyé mis manos en el respaldo y me acerqué lo más que pude a su oído.

-Estaciónate.- murmuré.

-Estamos en medio de la carretera, los automóviles a los costados van a quién sabe cuántos kilómetros por hora... ¿y tú quieres que me estacione?.-

-No te arrepentirás.- afirmé con mi más hermosa sonrisa, la cual creo que ni siquiera vio.

Me miró por el retrovisor, luego miró el camino, luego a mí y otra vez al camino, tomó una honda respiración y apretó un poco el manubrio con sus manos. Todas estas eran señales de que lo estaba considerando, así que me adelanté a los hechos y comencé a hablarle de todas las cosas divertidas que podríamos hacer si se detenía por una hora.

-Si sigues hablando harás que choquemos.- dijo luego de escucharme por largo rato.

-Si nos detenemos prevenimos el choque.- dije como si esa fuera la mejor idea del mundo.

-Creí que ibas a ahorrar tiempo.- comentó con una sonrisa nerviosa.

-¡Oh por el universo tienes razón!.- chillé haciendo que se sobresaltara.-Olvida todo lo que dije y conduce, tenemos que llegar en cuarenta minutos.- dije dándole unos frenéticos golpecitos en el hombro, sólo para enfatizar el punto.

-Es broma, ¿cierto?.- dije con cara de estúpida mientras observaba la edificación que se encontraba frente a mí. West cerró la puerta del vehículo y luego lo rodeó hasta llegar a mi lado, se apoyó en el auto con los brazos cruzados como diciéndome “No, no es broma”-¿Esta es la casa de tus padres?.- especifiqué haciendo un ademán que abarcaba todo el lugar.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora