Veintiuno

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Las coincidencias eran algo realmente maravilloso, o terrible según el caso. Lo primero que se pasó por mi mente al ver a Seth poniendo un pie sobre el elevador fue que esta era una coincidencia terrible, catastrófica incluso. Hubo un momento en el que pensé salir del ascensor y correr por el pasillo hacia las escaleras de emergencia, lamentablemente el plan no se vio concretado ya que las puertas corredizas se cerraron más rápido de lo que preví. Por culpa de la eficiencia de las puertas fue que tuve que quedarme encerrada en esas cuatro paredes con él, y ahora que ya me había resignado sólo esperaba que la electricidad no se cortara dejándonos atrapados en el interior. Eso sí que sería un cliché innecesario del destino.

Como dije, Seth entró sin hacer más comentario y ni se molestó en presionar el número de un piso. En cambio se metió las manos en los bolsillos del pantalón y apoyó su espalda contra la pared, dándose la libertad de mirarme de pies a cabeza por los segundos que se mantuvo el silencio. Esta situación debe haber sido una de las más incomodas de mi vida, y aunque me costara admitirlo, que fuera incomoda era completamente mi culpa. Yo era la estúpida que estaba parada como estatua mirándolo como si fuera un maldito fantasma cuando él no hacía más que observar en calma y parsimonia.

-Oh, vamos.- se quejó de pronto.-¿Ni siquiera un "Hola"?.-

Esas eran literalmente las primeras palabras que lo oía decir desde que descubrí que se estaba alojando en el hotel, escucharlo me hizo consciente de que en verdad lo tenía al frente y sorprendentemente esta confirmación no me produjo un paro cardíaco. Estaba tan preparada para caer desmayada o muerta, que el hecho de que nada de eso pasara me tranquilizó más que nada en el mundo.

-¿Seth?.- pregunté aún con desconfianza.

Él soltó una suave risa y se cruzó de brazos sin dejar de observarme con una ceja alzada y una discreta sonrisita.

-Sí, y tú eres... ¿Laila?.- preguntó siguiéndome la corriente.

-Hola.- dije al fin, levantando una mano a modo de saludo.-Tanto tiempo, ¿cómo has estado?.-

-Bastante bien, ¿y tú?.-

-Excelente.- silencio y más miradas incómodas.

Hubo unas cuantas veces en las que imaginé qué pasaría si alguna vez volvía a encontrarme con Seth, sabía que no sería una reunión fácil y que probablemente ambos terminaríamos diciendo varias idioteces, pero se me olvidó agregarle el detalle de que los años pasaban y que la gente cambiaba. Por lo poco que acabábamos de decir podía deducir que su humor seguía siendo el mismo, que él tampoco sabía muy bien qué decir y que para mi asombro me sentía más calmada de lo que esperaba. Era cierto que estaba algo nerviosa, pero ya no veía un desmayo en mi futuro.

-Recibí tu nota.- dijo.-Y el canasto.- agregó.

-¿Te gustaron?.- le pregunté.

-Fue un lindo detalle, aunque en realidad no tengo idea de cómo hacer jabón.- comentó.

-Debiste buscar en internet.-

-Internet hace que todo se vea más simple de lo que es.- dijo.-Así que me conformaré con el jabón que tengo.-

-Eso es lo más inteligente que puedes hacer.- reí.

Silencio otra vez. Este descenso en elevador era el más largo de la existencia, no podía creer que se podía decir tanto entre tan pocos pisos. Ya íbamos en el tercer piso y era cosa de unos pocos momentos para que las puertas se abrieran en la primera planta y pudiera respirar algo de aire fresco. Aunque eso no era mucho consuelo que digamos, ya que estaba casi segura de que era inevitable que Seth y yo nos detuviéramos a hablar por unos minutos más.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora