Dos

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Mi cuerpo estaba tendido sobre el colchón y me sentía tan relajada que no pretendía levantarme, prefería quedarme reposando todo el día como un lobo marino encima de una roca. Además sentía el calor de los rayos del sol sobre mi espalda logrando que me sintiera más cómoda, y podía escuchar levemente el retumbar de una melodía. Definitivamente ya era hora de despertar, pero... De pronto percibí un cambio en la forma del colchón, como si se hundiera de un lado, segundos después comprobé que así era cuando sentí una mano deslizarse suavemente por mi columna.

-¿Qué me hiciste?.- pregunté algo adormilada.-¿Me drogaste?.-

La risa de West me causó unas cosquillas en el estómago, por lo que me removí inquieta para quitarme la sensación antes de perder el relajo. Él se levantó de la cama y de paso me quitó algunos mechones de cabello del rostro.

-Ya me tengo que ir, tengo una clase en veinte minutos.- anunció.

-Bien.- respondí con una suave sonrisa, la cual se desvaneció de golpe cuando recordé algo.-¿Qué hora es?.-

-Las 12:15.- dijo.

-¿Qué?.- me senté de golpe, mirando a mi alrededor como loca.-¡Te dije que debía ir a la oficina a las doce!.-

-Sí, y también me dijiste durante toda la noche que debía estar de tu lado y que Tyler podía irse a la mierda con su trabajo.- explicó.

-¿Por qué me escuchas?.- me quejé.

Para cuando cerró la boca yo ya estaba de pie y de camino al baño, dejando atrás una remera y mi ropa interior. No podía creer que en verdad me había quedado dormida, bueno, no había dormido mucho, pero eso no era una buena excusa. ¿Qué diría? “Eh, sí, llegué tarde porque me quedé haciendo cosas de mayores con mi novio hasta la madrugada” no, nunca diría eso.

Abrí la ducha y salté dentro con un cepillo de dientes y un tubo de dentífrico, ahí dentro me aseé lo mejor y más rápidamente que pude. Al salir iba con una toalla medio caída y el cabello completamente húmedo, me dirigí al armario de West estúpidamente, como si allí hubiera qué ponerme.

-¿Recuerdas esas miles de veces que te he dicho “Deja algunas de tus cosas aquí, puedes necesitarlas cerca”?.- dijo él, con una manzana en la mano y masticando un trozo de ella.-Pues me siento orgulloso de que el día llegara.- no lo estaba mirando, pero sabía que sonreía.-Ahora puedo decir te lo dije.-

-¡¿Dónde está mi maldita blusa?!.- ya tenía puesta la falda y el sujetador, solo faltaba la...

-Aquí.- dijo West antes de lanzármela en la cara.

-Gracias.- mascullé poniéndomela.-Oh no... maquillaje.- me llevé las manos a las mejillas, completamente horrorizada.

-Creo que te ves preciosa así.- comentó saliendo de la habitación.

-¡Lo dices porque eres artista y ves lo lindo hasta en una anciana con verrugas y bigote!.- grité.

-Te verías bien con bigote.- dijo apareciendo junto a la puerta, esta vez con un vaso de jugo en la mano para mí, pero lo ignoré.

A veces me daban ganas de rodear su lindo cuello y estrangularlo, luego recordaba que lo prefería vivo y alejaba las ideas psicópatas. Unos minutos después me veía casi decente, salvo por la ropa algo arruga, por mi cabello húmedo y la cara de muerta andante. Bajamos por el ascensor, él hablándome de las ventajas de que me viera natural y yo retorciéndome los dedos y masticándome las uñas.

-¿Quieres que te lleve?.- me preguntó cuándo nos encontramos en la calle.

Hice una rara mueca con la boca mientras miraba su motocicleta, no podía subirme a eso y esperar llegar presentable, pero era tan tarde... West se arregló los guantes y tomó un casco entregándomelo, luego se colocó el suyo e hizo rugir el motor.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora