Veinte

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La primera vez que traté de besar a Faulkner fue un completo desastre, ahora... el mundo entero se debe estar preguntando por qué razón lógica e inteligente intenté hacer tal cosa y, bueno, la respuesta es bastante sencilla y estúpida: Seth y West. Para explicarlo mejor lo pondré de la siguiente manera, Seth se apareció de la nada en mi maravilloso hotel y eso no podía significar nada bueno, obviamente. Por algún motivo creí que la mejor manera de deshacerme de él era que me viera emparejada con alguien, cosa que no sucedería ya que por culpa de West estaba completamente soltera. Por lo que mi idiota idea de besar a Faulkner fue sin lugar a dudas culpa de esos dos bastardos. Ahora, ¿era demasiado egocentrista asumir que Seth querría algo más que intercambiar unas palabras conmigo? ¡Claro que lo era! Ni que fuera extremadamente irresistible, digo, soy linda y todo, pero... como sea. Le iba a echar la culpa de mis acciones al trauma post-ruptura que estaba sufriendo esas semanas y que se mezcló con la paranoia inducida por mi ex británico.

Entonces, el primer intento fue terrible. Hubo gritos, histeria, caídas y litros de sangre, casi hubo un desmayo también. Todo comenzó luego de que me subiera al ascensor escapando de Seth, para tener una idea de cómo me estaba imaginando al asesino de frágiles sentimientos en ese instante podría compararlo con el típico villano de película de terror que te perseguía caminando lentamente y con una mirada maniaca en el rostro. No importaba cuanto corriera el protagonista, la magia del cine hacía que el villano lo atrapara de igual forma.

Llegar al ascensor fue un alivio inimaginable, fue tan fabuloso que no me di cuenta de las caras de desaprobación que Faulkner me dedicaba cada vez que abría la boca.

-Estoy lista para seguir hablando de trabajo y eso.- le dije cuando las puertas se abrieron en el piso de las oficinas.

Como siempre lo primero que vimos fue a Mona sentada tras su escritorio, ella al notarnos se puso de pie y nos saludó con una cortesía que me pareció forzada. Al observarla bien me di cuenta de que todo ese repentino ataque de buenos modales era dirigido a nada más y nada menos que mi acompañante, el tipo que no era su jefecito supremo y que claramente no debía estar recibiendo mejor trato que yo. Dejé pasar aquel ínfimo detalle y le hice una simple señal de paz con la mano derecha, luego seguí a Faulkner hasta su oficina.

-¿Por qué no has decorado este lugar?.- le pregunté luego de que se sentara.-Se ve tan... aburrido.-

-No es necesario.-

Alcé un hombro con desinterés y pasé a ubicarme frente a él, apoyando ambos codos sobre la superficie platinada de su escritorio y dejando descansar mi cabeza en mi mano derecha.

-Entonces, ¿qué me estaba diciendo abajo?.- le pregunté.

-Le agradaste al Sr. Rogers, sobre todo porque te llevaste de maravilla con su hija.- me comentó.-Él ha estado haciendo negocios con tu familia desde hacía años indirectamente, trabajando para empresas contratadas por el hotel. Hace poco se independizó y no te convenía perderlo por algo tan externo a ti como eso, te mantendré en contacto con él para que esté disponible cuando lo necesitemos.- me contó.

-¡Genial!.- exclamé sólo por decir algo.

-Me gusta la forma en la que has estado relacionándote con los socios del hotel y ya casi hemos cubiertos a todos aquellos que son indispensables para su correcto funcionamiento, pero no te emociones... de todas formas necesito que siempre estés al tanto de lo que está ocurriendo y que te mantengas en contacto con los gerentes generales de cada hotel.-

-¿No los conocí ya?.-

-Sólo a aquellos de los hoteles que visitamos.-

-Espera, no conozco al gerente de este hotel.- dije, pensando por primera vez en eso.

DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora