Félix.
La mayoría de las personas de la universidad se enteraron al poco tiempo de la apertura del nuevo club de lectura. Era inevitable teniendo como portavoz a Hernán que gritaba a los cuatro vientos el logro de romper la regla del rector de la exclusión de dicho club, y la alegría de Félix al ser el presidente.
Días anteriores me había comentado de una posibilidad, pero no fue hasta hoy que me la confirmó.
— ¡Bro! — Me sorprendió Hernán cuando saltó detrás de mi mientras iba camino a secretaría general a que me firmaran unos documentos. — ¿Dónde te habías metido conejito?
Hacía eso desde que éramos más jóvenes y aunque pasaran los años, él aún creía que éramos niños. Tal vez yo no me desarrollé tan bien como quería, pero Hernán es del doble de mi contextura y es gracioso verle comportarse tan infantil en el cuerpo de un hombre.
— ¿Qué hay, bro? — Dije chocando puños — Me distraje hablando con unas chicas que necesitaban ayuda.
— ¿Ya entras en modo casanova, picaron? — Decía Hernán mientras me golpeaba con el codo y ponía una cara de idiota.
— No soy tú que te desvives por una falda, Hernancito.
— Por una falda y por ti, meu amor. — Hernán tomaba mi barbilla.
— ¡Par de jotos! — Se escuchaba la voz de Samuel desde el segundo piso viéndonos.
— ¡También te puedo dar a ti cuando gustes! — Respondía Hernán a carcajadas.
Comenzamos a caminar rumbo a la secretaría por el campus del jardín, saludamos a las chicas del club que se encargaban de las flores y los arbustos ornamentales, hacía una buena mañana a pesar de que estábamos en época de frío.
— Recuerdas el otro día que te dije que debíamos celebrar la apertura. — Dijo Hernán de repente.
— ¿Eh? Oh, claro, claro. ¿Qué hay con eso?
— Pues, estás cordialmente invitado a una fiesta en casa del gran Hernán para celebrar tu presidencia. — Hernán sonrió de oreja a oreja y sacudió mi cabello.
Yo aún estaba anonadado de lo que acababa de decir.
— Hernán, no me vengas con eso. — Dije algo molesto parando de golpe — Te dije que no íbamos a celebrar, sabes que tu papá a duras penas nos permitió reabrir el club y fue por casualidad.
— ¿Por qué te pones así? serán solo algunas personas que conocemos. — Dijo sin dejar de sonreír.
— Es inevitable que al decir eso no se tenga la intención de tirar la casa por la ventana. Hernán, te conozco. — Pensé.
— Ya bueno, igual mi papá estará fuera unos días, así que no hay rollo, Félix. — Me dio una palmada para indicarme que siguiéramos caminando.
— ¿No podré persuadirte esta vez verdad? — Dije algo resignado haciendo puchero.
— Nope, así que deja de llorar. — Pasó un brazo por mi cuello. — Yo me encargaré de todo.
Así pasó lo que quedaba de semana, Hernán se dedicó a preparar las cosas para el sábado en la noche. Y aunque me opuse al hecho de que no le dijera nada a su padre, prometió que las cosas no se saldrían de control.
— ¿Invitaste a todos los interesados? — Pregunté revisando las botanas que había comprado.
Esa tarde estaba en casa de Hernán, ayudando con algunos preparativos. El padre de Hernán salió temprano y como sabía que yo me quedaría desde el viernes, se sintió aliviado.
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Historias de un Narciso
Teen FictionNarciso piensa que las personas deberían ser independientes en cuando a relaciones se trata; cosa que difiere al pensamiento de Félix, cuyo ímpetu por relacionarse con los demás es tan impulsivo que puede llegar a cohibir. Universitarios inmaduros...