40 - No lo digas

3 2 0
                                    

Félix.

Desde ese día, Hernán intento evitarnos a toda costa. No contestaba mis llamadas ni respondía a mis mensajes.

Mientras estábamos en la universidad, él siempre hacía como si yo no existiera.

— Hernán, necesito hablar contigo. — Me le acercaba amablemente intentando entablar una conversación con él.

— ¡Samuel! — Gritaba sin volver la mirada hacia mí. — Ya voy, espérame.

Así pasó una semana completa y yo estaba destruido, no sabía qué hacer.

Narciso le restaba importancia, pero cuando me veía triste solo intentaba consolarme al llegar a casa.

— Tal vez solo necesite más espacio. — Decía él acariciando mi cabello mientras me abrazaba por detrás.

Narciso había estado pasando más tiempo en mi casa desde entonces. A veces se quedaba conmigo y me hacía de comer. Al principio tenía miedo de lo que podía pensar su familia. Pero su madre fue muy clara.

—Narciso puede quedarse en tu casa con la condición de que no descuide sus tareas y coman bien.

Yo sonreía y prometía que no nos saltaríamos la comida, ni descuidariamos los deberes.

—Y nada de cosas íntimas sin protección... —comentaba el padre de Narciso viéndome por encima de sus anteojos desde el sofá.

Eso me dió escalofríos y por eso intentaba no tocar el tema. Aunque siempre era Narciso el que empezaba.

—Narciso, estamos hablando de un tema serio, ¿podrías decirle a tu amigo que se aplaque?

—No es mi culpa, tiene vida propia. —Se excusaba mientras se enrojecen sus mejillas.

—Tontito, luego habrá tiempo para eso. — Comentaba dándole un tierno beso. — ¡Hey, sentí eso!

—¡¡¡Lo siento!!!

Realmente disfrutaba pasar las tardes con Narciso, eso me hacía pensar un poco menos en mi situación con Hernán, pero a su vez me preocupaba mucho. Era contradictorio, pero así estaba funcionando mi razonamiento.

—¡Querido! —Una voz cantarina hizo que volviera a la realidad.

Salimos del cuarto a la sala. Y nos encontramos a mi tía Flor.

Desde que le di una copia de mi llave, ahora siempre que venía a la ciudad, hacia las compras para la casa con la excusa de visitarme.

—Mariana y yo pensamos que no se están alimentando bien. Tu padre y tú hermano difieren, dicen que un hombre nunca pasaría hambre. Pero deja a un hombre solo, y verás que comerá por supervivencia y no por cuidar su salud. — decía mi tía mientras acomodaba las cosas en la alacena.

No me molestaba eso, de hecho me hacía feliz tener a mi tía de visita al menos una vez por semana, pero tampoco quería causarle molestias.

—Fátima me lo contó todo. Pobrecito mi niño, has de estar deshecho. - corrió a mí a abrazarme contra su pecho fuertemente.

—Tía — Trataba de hablar mientras luchaba por respirar. — ¿Quien le comentó a Fátima?

Narciso me miró con una mueca culposa mientras pasaba su mano por la nuca. Le di una mirada de reproche.

— No me mires así, necesitamos ayuda profesional si quieres recuperar la amistad de ese animal.

—Ya les dije que no se traten así. ¿O no les bastó mi discurso de buenos modales en la hacienda. Puedo repetirlo.

Historias de un NarcisoWhere stories live. Discover now