37 - El camino largo

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Mientras salían del edificio, el padre de Hernán estalló en risas recordando lo hilarante que se veía el presidente ante la retahíla de palabras de Hernán.

— Si alguien le puede lanzar esa retahíla de palabras y salir como si nada ese eres tú. —seguía riendo.

— Alguien debía ponerlo en su lugar, además, no iba a permitir que nos siguiera tratando como delincuentes.

— De alguna manera quería dejarme mal parado. De verdad te agradezco eso, hijo.

— No hay de qué, sabes que, a mi modo, también me preocupo por la universidad.

Ambos sonrieron mientras bajaban las escaleras y paraban un taxi para volver a la posada. Al entrar continuaron su charla mientras el conductor peleaba con otro taxista. Hernán pensó en si los taxistas también tenían su gremio, así como los directores de universidades. Esto lo dejó pensando más de la cuenta, mientras su padre sacudía su hombro.

—¿Hernán, me estás escuchando?

—Eh? Claro, claro.

—Te decía que no sabía que estabas tan enterado de nuestros informes. Y mucho menos que te sabías defender tan bien en los debates. Sigue así y la universidad quedará en buenas manos.

—Pues hay muchas cosas que no sabes de mí, papá... —Ahora este volvió su vista a la ventana. Como dando a denotar su descontento. O quizá invitando a una pregunta...

—¿Qué pasa ahora? ¿Pensé que nos llevábamos mejor?

—Lo hacemos, realmente he disfrutado estos momentos. Y ver la cara de perplejidad de ese imbécil, fuaaa. Que logro.

—¿Entonces?

Hubo un silencio. Hasta el escandaloso taxista sabía que era mejor no interrumpir.

—Últimamente me han pasado muchas cosas. —se resignó Hernán a hablar. —sé que deseas que yo me haga cargo de la universidad. Pero realmente no sé si es eso lo que yo deseo.

El padre de Hernán lo miró unos segundos, y dejó que prosiguiera.

—Siento que es una carga muy grande, y no creo poder manejarla tan bien como tú lo haces. Realmente te admiro, pero a veces haces y dices cosas que me sacan de quicio. Como cuando nombras a mamá cada vez que hay algo mal en la casa. Yo quiero mucho a mi madre, pero me gustaría por una vez que te hicieras cargo tú mismo de nuestros asuntos. —la voz de Hernán se comenzaba a quebrar.

—Lo siento, yo no...

—Déjame terminar, créeme que son pocas las veces que puedo desahogarme con alguien de esta manera. Y más si se trata de asuntos familiares. —limpió las lágrimas que empezaban a caer con su puño. —Trato siempre de evitar lo que me aqueja, ni si quiera con Félix he hablado de estas cosas, y bien sabes lo insistente que puede ser. Simplemente no quiero envolverlo en la porquería de desastre que tengo en mi cabeza. Siento que te debo una disculpa por no saber organizar mis ideas y hablar con sinceridad. Pero realmente no quería decepcionarte, no quería decepcionar a mamá...

—Hernán... Nunca me decepcionarías. —se atrevió a hablar ahora su padre. —Yo lamento haber puesto en ti una carga como esa, no quería que te agobiaras pensando tanto. Si pienso en ti para el futuro de la universidad, es porque te creo capaz, y siento que es lo mejor para ti. Pero si tú me dices, que no deseas eso, yo lo respetaré. Estoy orgulloso de lo que eres, hijo. Y tu madre también lo está, de eso no tengo duda.

Hernán cual niño pequeño, dejó fluir sus lágrimas sin poder detenerlas.

—Lamento muchas cosas, como no comprender tu posición. Sé que estás dando tu mejor esfuerzo por ser un padre responsable.

Historias de un NarcisoWhere stories live. Discover now