Especial 1 - El rocío de tus labios

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Una calurosa tarde de verano Félix y Hernán se encontraban en casa de éste último.

Como era costumbre, todas las tardes se reunían para jugar videojuegos o hacer algo que les entretuviera mientras esperaban el ansiado día.

Las vacaciones apenas empezaban y aún faltaban muchos días para ir de campamento, esa sería la primera acampada de Hernán y estaba ansioso por ir con su ahora mejor amigo, Félix.

Eran las dos de la tarde y el calor era insoportable. Estaban sentados en el suelo frente al televisor con los controles del juego en la mano.

— Oye, bro. Disculpa por lo del aire acondicionado. — Dijo Hernán pausando el juego que ambos jugaban. - Papá dijo que un técnico vendrá en la tarde para revisar el fallo.

— No te preocupes, Hernán. — Respondía Félix secando el sudor de su frente. - Estoy acostumbrado al calor, la casa de mis papás parece un horno jaja.

— Igualmente, me sienta mal que pases calor, ¿quieres ir a la piscina?

— El sol está muy fuerte, no me quiero quemar. Además no metí un traje de baño, tonto.

— No seas, idiota. Te puedes bañar en ropa interior. Igual estamos sólos.

— Sí,  Hernán. Solos con 10 personas que sirven en tu casa.

A Félix le parecía exagerado el personal de la casa DáCámara, solo vivían el padre y su hijo, imaginaba que querían llenar un vacío...

— Solo no les prestes atención. Pero si no quieres está bien. Al menos acéptame un helado.

— A eso no le diré que no.

Félix se notó realmente contento. Aparte que le gustaba lo dulce, el helado en ese momento tan caluroso les caería de maravilla.

— Entonces ya lo mandó a pedir.

Antes de que Hernán se levantara a llamar a alguien por el intercomunicador, Félix lo hala de la camisa y lo hace sentarse nuevamente.

— ¿Hernán, es tanta molestia ir personalmente a buscar el helado?

— Pues, no, pero-

— Nada de peros, iremos a buscar eso nosotros mismos.

Sonriendo y levantándose, Hernán hizo lo mismo que Félix. El personal de la cocina se quedó extrañado de que el arrogante jovencito no diera órdenes por capricho.

Sacando todos los sabores de helado que había, hicieron una mezcla en una taza para los dos. Encima pusieron muchos dulces de colores y sirope de chocolate y fresa.

Aunque hicieron un desastre en la cocina, las risas no faltaron, y la alegría era contagiosa para los que estaban presenciando la otra faceta del señorito.

"Es como si la señora estuviera de vuelta." Comentaban entre ellos al salir los chicos.

Demostraban a su manera cuánto les importaba el hijo del señor. Y pusieron mucha más atención cuando la dama de la casa faltó y el jefe de familia comenzó a descuidar a su primogénito. Se alegraron mucho al ver sonreír a Hernán nuevamente, y agradecían profundamente al causante de ese efecto. Al chico de radiante sonrisa y cabellos casi dorados, o como hubiera dicho la señora DáCámara: Um menino venusto.

Así el joven Villanueva se iba ganando el afecto de todos en esa casa, incluyendo al padre de Hernán.

— Hernán, no corras derramarás todo. — Decía Félix mientras seguía a su amigo al cuarto.

— ¡Si no te apuras me lo como todo! — Respondía  Hernán riendo entrando a la habitación.

Al estar los dos en la habitación, Hernán cerró la puerta con seguro.

Historias de un NarcisoWhere stories live. Discover now