8 - Punto de vista impertinente

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Hernán

Y ahí quedamos, Fátima, el mocoso amargado, y yo. No sé lo que más me molesta, que Félix se haya ido así sin más, o que seré yo quien tenga que pagar la parte de su comida.

En todo caso, la culpa la tenía ese Narciso antipático. Yo sabía que nada bueno saldría de todo esto, pero Félix es muy terco.

— No tengo nada que hacer aquí tampoco. — Dijo el enano con intenciones de retirarse de la mesa.

— Tú no te vas a ningún lado, mocoso. — Rápidamente lo tomé del brazo por encima de la mesa.

—Qué empeño tienen ustedes de estar agarrando a la gente. — Hizo intención de soltarse, pero por nada lo iba a dejar ir tan fácil.

—Hernán, suéltalo, lo vas a lastimar. — Dijo Fátima tratando de calmar la situación.

— Me importa una mierda, tú te quedas. — Comentaba mientras lo apretaba más fuerte. — ¿Qué vas a hacer para solucionar esto?

— ¿Solucionar qué cosa? — Se atrevía a preguntar como si no supiera nada.

— No seas cínico, ¿Es que no te sienta mal que hayas puesto así a Félix?

— En primer lugar yo no le he hecho nada, en todo caso, aquí el impertinente es usted. Segundo, al parecer, la idea que nos encontráramos. — Aquí hizo unas comillas. — Fue de él. Debería ser responsable y asumir lo que iba a pasar.

— Es que ni tú ni yo nos llevamos, pero eso no quiere decir que Félix salga lastimado.

— Eso no es problema mío. — Dijo sin darle mucha importancia encogiéndose de hombros.

— Te voy a meter esta servilleta por el c-

— Permiso, su comida. — El mesero nos interrumpió — Buen provecho.

— Chicos esto no nos lleva a nada. — Comentó Fátima como cansada de lo que pasaba.

— Si ustedes no piensan hacer nada, voy yo solo. — Realmente solo quería que Félix no me odiara por lo que había pasado.

— Espera Hernán. — Volvía Fátima a tratar de convencerme. — Creo que por el momento es mejor que dejes solo a Félix.

— ¿Por qué? ¿No ves cómo se puso?

— Sí pero solo empeorarás todo. Ya mañana hablaremos con él con más calma.

— Te disculparás con Félix. — Le dije a Narciso mientras me sentaba bruscamente con los brazos cruzados.

— ¿Qué? ¿Por qué debería hacerlo?

— Porque te patearé el trasero si no lo haces, ¿Así o más bonito?

— Hernán, no te comportes como un niño.

— ¿Yo soy el niño? ¿Y qué dices de alguien que no reconoce que hace sentir mal a alguien?

— Buen punto, pero nada de estar pateando nada. — Dijo Fátima dándome un puntapié por debajo de la mesa. — Narciso, solo ven con nosotros mañana, ya luego si quieres no tienes que verle la cara de perro a Hernán.

— ¡Ahg! Ese impertinente siempre me mete en estas situaciones, está bien.

La situación era cada vez más estresante, había optado por dejar que Félix hiciera lo que quisiera, pero no llegué a pensar que esto lo iba a poner así; de haberlo sabido, hace tiempo hubiera encarado a ese bastardo y frenado los impulsos de Félix.

Tal vez Félix a veces piensa que exagero cuando digo que no quiero que nada malo le pase, pero realmente es lo menos que podría hacer por él.

Cuando estaba en secundaria conocí a Félix, era el típico asocial que no hablaba con nadie y evitaba toda relación. Me parecía curioso el hecho de que parecía no importarle eso, era como si disfrutaba su soledad. Luego me enteré de que Félix era nuevo en la ciudad, se había mudado con su tía y era de suponer que no conocía a nadie.

Historias de un NarcisoWhere stories live. Discover now