30 - Una Luz en la oscuridad

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La habitación de Félix se inundó en una oscuridad que cubría un abrazo impulsivo.

—Hey, todo está bien. — Sorprendido, Narciso dio varias palmaditas en la espalda de Félix.

—Y-yo... lo siento, es que no me gustan las tormentas. — Se separó un poco de Narciso mientras trataba de buscar su celular.

Cuando trató de levantarse un segundo estruendo hizo que se sentara de nuevo.

—P-papi... — Susurró Félix mientras se escondía en el regazo de Narciso.

Narciso sorprendido y ruborizado, puso sus manos en la cabeza de Félix, cómo tratando de protegerlo. Por unos momentos Narciso imaginó cómo podría responder ante lo que acababa de decir Félix. Pero luego cayó en cuenta que debió ser una reacción del miedo y que en realidad se refería a su padre, quién siempre lo cuidaba en esas circunstancias.

La lluvia caía con furia y eso solo hacía que Félix temblara de miedo.

Narciso no sabía qué más hacer. Era de los que pensaba que hacía más solo escuchando y que las personas no necesitaban más consideración en el asunto pues se podría malinterpretar como una especie de lástima.

Y era contradictorio, pues eso era lo que inconscientemente buscaba... Por inercia llegó a casa de Félix. Sin saberlo, quería que tuvieran algo de consideración con él, quería que alguien le dijera las cosas que él no se atrevía a pensar, y qué al menos alguien lo entendiera.

Pero ahora no se trataba de él, ahora se trataba de aquel chico sonriente. Que ahora lloraba tembloroso. A pesar de todo eso, Félix le ofrecía tanto. Y él debía hacer algo.

—Cuando era niño. — Empezó a contar Narciso. — Le tenía mucho miedo a la lluvia. Sentía que cada vez que caía un rayo, una silueta se asomaba de entre las sombras. Y eso pasaba muy seguido, lloraba en silencio porque simplemente no podía controlar el clima y detener lo que pasaba. Al igual que tú, mi padre me calmaba explicándome científicamente el fenómeno meteorológico, y la verdad de los rayos. Me parecía gracioso cómo lo explicaba, porque lo hacía ver como un cuento para niños.

Félix que ahora había olvidado la lluvia dijo:

—Ya veo de dónde sacaste tu vena literaria.

—Pues sí, mi padre contaba historias geniales. — Recordando sonreía feliz.

Narciso se quedó callado un momento mientras recordaba lo bien que se la pasaba escuchando a sus padres. Pero al mismo tiempo le molestaba que su pequeño hermano no pudiera disfrutar de lo mismo que él. Tal vez por eso escribía historias... Quizá para que lo que su padre hacía no se perdiera... O quizá para crear una realidad alterna donde todo estaba bien...

Mientras el chico de cabello negro se perdía en sus pensamientos, el rubio solo se acurrucaba más y Narciso al notarlo, pensó que la escena se veía tan tierna. Lo miró con ojos soñadores, y mil cosas pasaron por su mente. En un arranque tomó el valor y se decidió a dar el siguiente paso.

Narciso tomó el rostro de Félix que se encontraba en su pecho y lo elevó haciendo que sus miradas se encontraran. Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Narciso.

Aquel que se encontraba afligido, no debía demostrarlo así, reunió en sus fuerzas la manera de transmitir empatía. Para que Félix se sintiera mejor.

Con sus delgados dedos limpió las lágrimas del rostro de Félix. A su vez, este lo miraba curioso, pensando lo próximo que haría Narciso. Sus ojos brillaban, ahora no por las lágrimas, era algo más, que le atraía a Narciso queriendo saber más.

Lentamente se acercó a su rostro y cuando ambos estuvieron lo suficientemente cerca, Narciso suspiró para sentir la esencia de Félix. Definitivamente, era una esencia que quería sentir siempre. Dulce, calmada, cálida.

Historias de un NarcisoWhere stories live. Discover now