¿Qué tan lejos llegaremos?

191 57 15
                                    


–¿Qué quieres decir con eso? –la cuestioné lanzándole una mirada punzante y en tono severo.

–¿De qué hablas? Si no he dicho nada... –contestó Gabriela riendo.

Se acercó y puso sus manos sobre mis hombros.

–Will, estás demasiado tenso. Relájate un poco, ¿sí? –dijo empezando a masajear mis hombros–. Solo pensaba que creo que te estás precipitando un poco. Siempre estás pensando en el futuro, siempre con tanta seriedad. Creo que eso es lo que no te deja disfrutar el presente. Volvamos adentro –sugirió–. Olvídate de todo por esta noche y disfruta de la fiesta ¿quieres?

Permanecí un momento con la mirada fija en Gabriela y, tras analizar detenidamente sus palabras, me reí de mí mismo. Me costaba creer que había tardado tanto en ver aquello que siempre estuvo frente a mis ojos.

–Al parecer, algo tan serio como el matrimonio nunca estuvo  dentro de tus planes conmigo, ¿cierto? –dije apartando sus manos de mí calmadamente.

–Will, no hables así. No es que no haya pensado en que lo nuestro fuera algo serio, pero tampoco es como si estuviéramos comprometidos. Simplemente somos novios; nos conocemos. Nadie sabe lo que pueda suceder más adelante. Por ahora el presente es todo lo que tenemos, no nos queda más que disfrutarlo hasta saber si realmente estamos hechos el uno para el otro.

–Pues, a decir verdad, jamás habría decidido iniciar esta relación si no hubiera pensando en ella como un compromiso –afirmé–. Si aún no nos conocíamos lo suficiente, mejor habríamos permanecido como amigos. El noviazgo no es para personas que todavía no están seguras de conocerse bien, por lo menos no el tipo de noviazgo que habíamos estado llevando hasta ahora. ¿O acaso las caricias, los besos apasionados, los “eres el amor de mi vida” y tantos momentos especiales como los que pasamos nosotros son cosas que le brindas a alguien a quien simplemente estás conociendo? ¿Entregas tu cuerpo, tu corazón y tu confianza en una relación sin antes preguntarte qué tan lejos llegará? –cuestioné. Sabía en el fondo que esas palabras también me las dirigía a mí mismo, pues eran cuestiones que, al igual que ella, yo también había decidido ignorar hasta entonces.

–William, ¡por favor!... ¿Podrías ser un poco menos dramático? –contestó Gabriela hastiada de aquella discusión–. ¿Qué importa dar unos cuantos besos y caricias aunque luego resulte no ser a la persona correcta? Todos cometemos errores, lo importante es pasar buenos momentos y experimentar. Es lo normal, somos adolescentes.

No podía negar eso. Realmente era lo normal entre los jóvenes de nuestra edad dejarse llevar por los sentimientos, fallar, iniciar relaciones sin ningún rumbo, jugar con su sexualidad; todo eso era normal. Sin embargo yo venía de un camino en el que las cosas eran distintas. Un camino en el que había aprendido a siempre ver más allá de lo que tenía enfrente, y a no permitir que el ser adolescente se convirtiera en una excusa para cometer errores de manera deliberada. Un camino de estándares y criterios mucho mayores a los de este mundo en el que todo es permitido.

Sabía que ambos hablábamos dos idiomas diferentes, pero aun así no podía permanecer callado.

–¡Lo haces sonar como si habláramos de las atracciones de un parque de diversiones! –contesté–. Un noviazgo es mucho más serio que eso y uno que no mira hacia un matrimonio no tiene ningún sentido. La sexualidad también es sagrada y reservada para ese fin. No me gustaría besar ni tocar a nadie que no sea la persona con la que pasaré el resto de mi vida.

–Bien, ¿y qué intentas decir con todo eso? ¿Acaso dices que no piensas volver a ponerme un dedo encima hasta estar completamente seguro de que nos casaremos? ¡De ser así no lo harías hasta que ya hayamos contraído matrimonio! –bromeó.

Lo que dicta el corazónDove le storie prendono vita. Scoprilo ora