Noviazgo adolescente

331 66 45
                                    

Esperaba impaciente el momento adecuado para poner mi idea en función. Tan pronto como Gabriela se distrajo con alguien más y Sara quedó desocupada, me dirigí a ella.

–Oye, Sara, el grupo de alabanza de mi iglesia tendrá un concierto dentro de algunos meses, pensé que tal vez querrías ir a verme cantar. Será gratis –dije mientras le mostraba una de las boletas de promoción.

–Bueno, supongo que estaría bien –contestó.

–Genial. Pero te advierto que es posible que termine un poco tarde y tal vez no pueda acompañarte a tu casa, así que sería bueno que llevaras a alguien más que te acompañe. Sería peligroso para ti volver sola a esa hora en este vecindario. ¿Tienes a alguien que pueda ir contigo?

–Aún no he hecho amigos en este vecindario, así que... –se detuvo a pensar unos segundos–. Bueno, podría preguntarle a Gabriela, tal vez ella quiera acompañarme.

–Cierto. Me dijiste que te mudaste cerca de su casa, ¿no?

–¿Acompañarte adónde, Sara? –interrumpió Gabriela tras girar hacia nosotros desde su asiento.

Me tomó por sorpresa. Gabriela había estado de espaldas a nosotros, no pensé que estuviera escuchando nuestra plática.

–Ehhh... Es un concierto en mi iglesia –contesté en lugar de su prima–, será dentro de tres meses. Tocaré y cantaré ya que pertenezco al grupo de alabanza y pensé que tal vez...

–¿En serio? ¿Perteneces a un grupo musical? –contestó–. ¡Suena estupendo! Me encantaría ir.

–¿De verdad? Pues, será genial verlas allá.

Le entregué una entrada; Gabriela permaneció mirando el boleto por un momento.

–¡Muy bien, Sara, estoy sorprendida! –dijo Gabriela–. Recién comenzaste hoy a venir a clases y ya has hecho amigos –Luego se dirigió a mí–. Sara suele ser muy callada, a veces le cuesta un poco hacer amistades. Me alegra que este año sea diferente.

–Entiendo, yo suelo ser igual. Tal vez por eso he sentido algo de confianza con ella –contesté.

Sara parecía un poco extrañada por la forma en la que hablé, pues apenas habíamos pasado juntos un poco de tiempo en el receso. Sin embargo no pareció molestarle el hecho de que tan rápidamente me considerara a mí mismo amigo suyo.

Los tres continuamos conversando durante un rato. No fue una conversación muy larga o significativa, sin embargo había roto el hielo. A partir de entonces, Gabriela y yo éramos amigos.

Al caer la noche mi hermano Álex, con quien compartía el dormitorio, llegó a casa. Yo me encontraba en la habitación ensayando una canción con mi guitarra eléctrica. Intercambiamos saludos, le pregunté cómo había sido su día,  me contó algunas cosas que le habían sucedido en el trabajo; tal y como siempre. Aguardé a que se cambiara de ropa y se acomodara sobre su cama para continuar hablando con él.

–¿Sabías que Laura está embarazada? –le pregunté.

–¿Laura está embarazada? No, no tenía idea. No la he visto desde que dejó de asistir a la iglesia el año pasado –dijo, mientras revisaba los mensajes en su celular–. ¿Quién te lo dijo?

–Ella misma. Me la encontré ayer en el parque cuando volvía del instituto. Se veía muy triste, desde que supo que estaba embarazada no ha vuelto a ver a Jonathan.

–Ya veo. Tú…–Álex apartó la vista de su teléfono y puso su atención en mí– estabas enamorado de ella, ¿verdad?

–Ujum –asentí–, lo estaba.

–Imagino que esa noticia debió afectarte un poco.

–No te imaginas cuánto. Esta mañana me crucé con Jonathan camino al instituto. El verlo tan despreocupado me molestó tanto que no pude evitar reclamarle por lo que hizo.

–¿Y qué pasó? –preguntó Álex.

–Me dijo que no había planeado lo que sucedió y que estaba arrepentido de lo que había hecho, pero que el padre de Laura no los ha dejado verse desde que supo lo del embarazo. Me dijo que se sentía culpable y que le molestaba que yo quisiera acusarlo. Se fue muy enojado, no dejó que le respondiera nada.

–Entonces ustedes ya no se hablan.

–No.

Álex y yo nos quedamos en silencio. Por unos segundos solo se escuchó el sonido de mi guitarra en la habitación. Entonces, dejé por un momento de tocar la guitarra.

–Hasta ahora me había estado sintiendo culpable por haberme enamorado de Laura –dije–, pero ahora comienzo a preguntarme si en lugar de eso simplemente debí actuar más rápido. Es decir, tal vez si lo hubiese hecho esto no habría pasado.

Álex se mantuvo callado. Por un momento pareció que no opinaría nada.

–Cuando comenzó a salir con Jonathan, Laura sabía las intenciones que tenías con ella, ¿cierto? –respondió–. Pero ella no estuvo dispuesta a esperar como tú. En lugar de eso prefirió experimentar con una relación a destiempo y de la manera incorrecta. Tú no cometiste ningún error, ustedes eran muy jóvenes; hiciste lo que tenías que hacer. El error lo cometió ella al tomar la decisión de elegir los besos y las caricias que Jonathan le ofrecía en un romance apresurado y prohibido en lugar del compromiso, el cuidado y el respeto que le ofrecías tú mostrándote dispuesto a esperar el momento indicado para pasar al siguiente nivel.

»Y, ¿quién sabe? Quizás de haber actuado de una manera distinta a como lo hiciste, ahora serías tú quien se encontraría en la posición de Jonathan. Después de todo, tú también eres humano. Eres tan propenso a cometer errores como él. Pero no fue así porque supiste tomar mejores decisiones en vez de dejarte llevar por tus sentimientos. Simplemente el tiempo demostró que ella no era para ti. No te culpes por ello.

Me quedé cavilando en el asunto, con la mirada perdida en el suelo por un momento.

–Sin embargo, yo realmente llegué a pensar que éramos el uno para el otro –dije empezando a jugar con la uña de mi guitarra–. Siempre vi a Laura como alguien pura, sensata y de buen corazón, pero de repente cambió. Empezó a actuar de manera distinta. Comenzó a parecerse más a esas amigas de la escuela con las que andaba y también a coquetear con los chicos. Al final, ya no la reconocía.

–Te entiendo –contestó Álex–. Lamentablemente ese es el riesgo de iniciar un noviazgo en la adolescencia. En esa etapa es muy difícil para una pareja conocerse realmente bien, y es muy probable que acaben terminando la relación, a veces dejando amargas experiencias y grandes heridas emocionales.

»En primer lugar está el hecho de que se encuentran en una etapa en la que su personalidad aún no ha terminado de formarse. A los doce y trece años, como tenían ustedes entonces, los adolescentes acaban de salir de la niñez. Ya no solo creen y saben lo que les han enseñado sus padres, sino que empiezan a formar una manera de pensar y unos criterios propios. Empiezan a buscar y a tener nuevas experiencias y son fácilmente influenciados por otras personas, por lo que en poco tiempo pueden cambiar bastante. Claro que esos cambios serán más o menos drásticos dependiendo de qué tan buenas hayan sido la educación que le dieron sus padres y la relación que mantuvieron con ellos.

»Un adolescente no está listo para decidir con quién pasará el resto de su vida porque lo cierto es que ni siquiera ha terminado de conocerse a sí mismo. Le hace falta experiencia en la vida y todavía no está seguro de lo que necesita o incluso de lo que quiere. Las hormonas les hacen tener nuevas sensaciones que confunden con amor y que aún no saben cómo manejar. Es una etapa de mucha confusión e inquietudes.

Supuse que Álex tenía razón. Eso debió haber sido lo que sucedió con Laura. Había crecido como una chica pura, sensata y de buen corazón, pero al entrar en la adolescencia empezó a tener ciertas inquietudes y a buscar nuevas experiencias. Se vio influenciada por otras chicas de su entorno y terminó tomando un camino incorrecto. Se apartó de Dios y entró en una relación que se salió de su control.

Lo que dicta el corazónWhere stories live. Discover now