Los escombros del pasado

384 79 54
                                    


Al día siguiente de enterarme del embarazo de Laura, salía de casa en dirección al instituto. No lograba dejar de pensar en esa situación, pues aunque en ese momento yo solo veía a Laura como una amiga, lo cierto es que antes había estado muy enamorado de ella, y la noticia de que Jonathan la había embarazado y luego la había abandonado me tenía algo consternado.

La primera vez que vi a Laura fue en la iglesia. Su tía había aceptado a Jesús y ella la acompañaba ocasionalmente, hasta que poco a poco empezó a involucrarse en las actividades juveniles y a asistir de manera regular. Sin embargo, no fue sino hasta que ambos compartimos la misma sección en la escuela básica, un año antes de entrar a la secundaria, cuando realmente la conocí. A penas intercambiamos las primeras palabras, nos hicimos muy buenos amigos. Al comienzo de la secundaria, Jonathan (mi mejor amigo desde la infancia), Laura y yo habíamos creado un estrecho círculo de amistad. Sin embargo, fuera del instituto mi conexión con Laura era algo especial.

Muy pronto me di cuenta de mis sentimientos hacia Laura, y aunque antes me había enamorado muchas otras veces, nunca antes sentí por otra chica lo que sentía por ella. No solo estaba enamorado, yo realmente la amaba. Era la chica de mi edad más bondadosa, prudente, y madura que había conocido. Verdaderamente llegué a pensar que éramos el uno para el otro. Notaba que ella disfrutaba estar conmigo tanto como yo lo hacía, incluso tenía la certeza de que sentía por mí lo mismo que yo sentía por ella. Sin embargo, en ese entonces yo tenía solo trece años de edad, y siendo tan joven mi padre jamás habría aprobado que saliera a nada parecido a una cita. El padre de Laura era aun más estricto, y yo no deseaba incitarla a salir conmigo a escondidas pues eso solo habría complicado las cosas.

No obstante, no pude evitar insinuarle mis sentimientos a Laura en varias ocasiones, y en todas ellas sentía que ella me correspondía. Era evidente que me enviaba señales de que también me veía como a alguien más que solo un buen amigo, e incluso lo insinuaban sus amigas de vez en cuando. Aun así no quise confesarme. Con las limitaciones que teníamos no quería que las cosas entre nosotros cambiaran, pues de todos modos todo era perfecto tal y como estaba. Planeaba que permaneciéramos siendo solo amigos hasta que tuviéramos la libertad de ser novios sin que nuestros padres pudieran interponerse. Le había hecho entender mis planes a Laura indirectamente, cuando hablaba con ella de mi decisión de respetar las restricciones de mi padre respecto al noviazgo, y ella había afirmado estar de acuerdo conmigo en que lo mejor era esperar.

De esa forma las cosas marcharon bien por un tiempo, sin embargo, un día noté que Laura había empezado a cambiar. Comenzó a alejarse de mí poco a poco y a pasar más tiempo con sus amigas del instituto, a la vez que empezó a coquetear con otros chicos de la iglesia y del instituto al que asistíamos. Con el temor de perderla, decidí acelerar las cosas y pedirle que fuera mi novia, pero cuando me dispuse a hacerlo ya era demasiado tarde: me enteré de que ella estaba saliendo con Jonathan a escondidas de su padre.

En mi desesperación sentí una imperante necesidad de hacer algo al respecto. Por un momento deseé acusar a Jonathan de ser el responsable de toda la situación, aun cuando él desconocía por completo mis sentimientos por ella; pensé en confesarle a Laura cuánto la amaba esperando que ella recapacitara y cambiara de parecer; pensé en pedirle que me explicara si acaso todas sus señales e insinuaciones habían sido solo parte de mi imaginación; pensé muchas cosas como esas y otras mucho más tontas aun, pero lo cierto era que ya no había nada por hacer: ambos estaban muy enamorados. No me quedaba más que resignarme a la triste realidad de que en toda esa historia de amor yo no era más que un tercero.

Desde entonces, pasar el tiempo los tres juntos como acostumbrábamos empezó a tornarse incómodo y hasta un poco doloroso para mí, por lo que comencé a evitarlos y a poner excusas para mantener la distancia. Fue así como, poco a poco, nuestro estrecho círculo de amistad se fue desvaneciendo, hasta que, al finalizar el segundo año de la secundaria, ya no había quedado nada. Con el pasar del tiempo, había conseguido olvidar mis sentimientos hacia Laura, pero también me había quedado solo, mientras que en mi corazón permanecía el dolor de la ruptura de la que, al menos para mí, había sido la mejor de las amistades; y me llenaba de culpa el pensar que habían sido mis sentimientos quienes la habían ocasionado.

A paso lento y un poco distraído por mis pensamientos, doblé una esquina y, ¡vaya  sorpresa!: detrás de mí, a unos pocos metros de distancia, se acercaba Jonathan. En otra ocasión me habría detenido a esperarlo como solía hacerlo, pero en vez de eso preferí apresurar el paso.

La ira se había apoderado de mí. Jonathan, mi mejor amigo desde la infancia, había jugado con la chica que yo había amado como a nadie más en el mundo; la había embarazado y luego se había desentendido de la situación. En otras palabras, Jonathan había tomado de mis manos el frágil corazón de Laura que yo tanto deseaba cuidar, amar y respetar, y en un juego caprichoso lo había aventado contra el suelo quebrándolo en mil pedazos justo frente a mis ojos. Jonathan no era cristiano, pero me había demostrado ser un buen chico. Jamás habría esperado algo así de él, por lo que en ese momento no sabía como reaccionar.

–¡Will! –vociferó Jonathan detrás de mí.

Fingí no haberlo escuchado.

–¡William! –volvió a llamarme.

Disminuí la velocidad y giré la cabeza ligeramente hacia un lado, simulando haber escuchado mi nombre de manera confusa y no saber de dónde había provenido el sonido; finalmente retomé el paso. Cuando creí haber logrado despistarlo, lo escuché correr hacia mí.

–Will –dijo posicionándose a mi lado–, ¿estás sordo o qué? Te llamé dos veces.

–Ah, ¿en serio?

–Sí –contestó–. Dime, ¿qué tal todo?

Jonathan se mostró interesado por iniciar una conversación, sin embargo, en cada tema que él planteaba yo solo respondía lo que era necesario, sin opinar ni agregar nada. Al notar mi desinterés y, al parecer, sin encontrar otro tema del cual hablar, Jonathan finalmente guardó silencio. Tal vez intentaba descifrar el porqué de mi actitud.

El silencio me hizo sentir mucho más incómodo aun, así que, movido por la curiosidad y la impulsividad causada por mi ira, decidí introducir un nuevo tema de conversación.

–Supe que Laura está embarazada.

–Ah. Sí –contestó a regañadientes, mirando a otro lado.

–¿Y qué harás?

–¿Qué podría hacer? Soy muy joven como para cuidar de un bebé.

Su respuesta tan desinteresada me indignó e, incapaz de disimular mi disgusto por más tiempo, aparté mi mirada de él.

–Hablas como si no te importara –mascullé.

–Y tú como si te importara demasiado –replicó–. ¿Qué te sucede, Will? ¿Primero me evades y ahora sales con todo esto?... ¿Acaso tienes algún problema conmigo?

Enojado, respiré profundo y guardé silencio. Había comenzado a caminar más deprisa. Jonathan se esforzó por seguirme el paso.

–¿Qué es lo que te pasa? –insistió–. Has estado actuando extraño desde hace un tiempo. Pensé que solo era producto de mi imaginación. ¿Acaso tienes alguna razón para estar molesto conmigo?

–¿No la tengo? –lo cuestioné intentando evadir su pregunta. Todo lo que deseaba era acabar con aquella conversación.

–No lo sé, Will. No tengo idea, así que déjate de rodeos y contesta mi pregunta –se detuvo de repente y, tirando de mi hombro, me forzó también a detenerme y a darle el frente–: ¿Qué razón tienes para estar molesto conmigo?

–¡Estaba enamorado de Laura, ¿sí?! –estallé apartando su mano de mi hombro con un impulsivo golpe de mi antebrazo.

El brazo de Jonathan que había recibido el golpe se mantuvo suspendido en el aire. Él había quedado inmóvil. No podía ser más evidente el hecho de que no tenía idea.

Espero que les esté gustando la historia, tanto como a mí compartirla como ustedes; y, si es así, que voten y me den su opinión, de verdad lo aprecio mucho y me motiva a seguir escribiendo. ¡Un abrazo y hasta el próximo capítulo!

Lo que dicta el corazónTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang