La penúltima hoja del cuaderno

186 53 26
                                    


Al día siguiente, aún confundido y abrumado por los acontecimientos del día anterior, me esforcé en actuar naturalmente en el instituto. El resultado, inexplicablemente, fue que mostraba mucho más ánimo que el de costumbre. Procuraba estar más cerca de Gabriela, a pesar de que todavía no tenía claro qué haría respecto a mis sentimientos por ella. Ninguno de los dos se atrevió a mencionar lo sucedido el día anterior, pero era evidente que nos tratábamos con más confianza, a sabiendas de lo que cada uno sentía por el otro. Yo buscaba cualquier excusa para tocar sus manos, y ella cualquier ocasión para recostar su cabeza sobre mi hombro. Se trataba de un juego cargado de timidez y dulzura.

Después de clases, mientras yo esperaba a Gabriela en la puerta que conducía al patio de salida, Sara salió del interior del edificio. Al verme, se detuvo instintivamente. Entonces, como si hubiese recordado que estaba molesta conmigo, cortó el contacto visual y emprendió nuevamente su camino.

–Nos vemos mañana, Will –se despidió.

–¿Así es como será a partir de ahora? –la detuve tomándola de la muñeca–. ¿De verdad ya no vas a hablarme?

–¿Qué esperabas? –contestó–. ¿Que me detuviera a preguntarte si nos iríamos juntos? Es obvio que estás esperando a Gabriela, ¿o no es así?

Solté el brazo de Sara y callé. Ella tenía razón, yo estaba siendo incoherente. Lo cierto era que, a pesar de que la mayoría de las veces tenía otros planes con Gabriela, temía que desaparecieran los intentos de Sara de pasar tiempo conmigo; pues eran esos intentos lo único que me ayudaba mantener la idea de que nuestra amistad aún no se había diluido por completo.

–Will, no es que haya dejado de hablarte por lo de ayer. Eso simplemente me hizo entender que no tiene caso seguir insistiendo en mantener nuestra amistad cuando a ti ya no parece importarte –dijo–. Ya no tengo ganas de seguir fingiendo que aún somos mejores amigos solo para no hacerte sentir culpable, cuando ni siquiera tienes tiempo para mí. Te daré espacio para que organices las cosas y decidas si hay lugar en tu vida para alguien más además de Gabriela. Si no lo hay, está bien, no tienes que preocuparte por mí.

Luego de decir aquello, Sara dio media vuelta y se dispuso a caminar hacia el portón de salida. Pero, tras unos pocos pasos, se detuvo y me miró de soslayo.

–Y, sé que dije que no volvería a meterme en tus cosas, pero solo te diré por última vez que espero pienses bien en lo que haces y te des cuenta si realmente te conviene o no llevar más lejos esa relación con mi prima.

–Sara, yo realmente amo Gabriela –le dije con pesar–. Ayer descubrí que yo también le gusto. No te imaginas lo feliz que me hace saber eso. ¿No puedes sentirte feliz por mí?

–¿Te sentirías feliz por mí si te dijera que hoy me iré a casa en el grandioso auto nuevo de mi padre al que le fallan los frenos?... Si no es así, entonces no me pidas que esté feliz por ti. No puedo sentirme feliz por ti si sé que estás cometiendo un error –entonces giró hacia mí por completo y se acercó un poco, decidida a externar todas sus inquietudes–. Además, ¿cómo puedes estar seguro de amar tanto a una persona a la que todavía no conoces? De vez en cuando conversabas con Gabriela en el salón los primeros tres meses de clases, luego dejaste de hablar con ella por el resto del año, y hace apenas poco más de una semana que parecen haber empezado a formar una verdadera amistad. ¿Crees que eso es suficiente para saber quién es ella? Has compartido con ella como compañero de clases, seguro has percibido los rasgos más notables de su personalidad, pero la verdad es que tú apenas empiezas a conocer a Gabriela. ¿O acaso la has visto reaccionar ante rumores o malentendidos serios alguna vez? En tales casos, ¿los cree con facilidad y actúa impulsivamente, o mantiene la calma y espera a confirmarlos? ¿La has visto reaccionar ante las ofensas?: ¿Tiende a perdonar o es rencorosa? ¿Le has confiado algún secreto?: ¿Es discreta o le cuesta guardarlos? ¿Se ha encontrado en una situación comprometedora y aun así te ha sido sincera o te has dado cuenta si prefiere mentir en esas ocasiones? ¿Ha hecho algo con lo que te haya demostrado que merece tu confianza o no se ha presentado la ocasión? ¿Has visto cómo maneja sus emociones en situaciones difíciles? ¿Han conversado sobre sus ideologías? ¿La has visto sacrificarse por mantener sus relaciones o sabes si no le interesa hacer enemigos por cualquier cosa?... Entiendo que te atraiga o que te guste, eso es una cosa; pero el amor que te lleva a tomar la decisión de unir tu vida a la de otra persona para siempre es otra muy diferente. Solo puedes estar seguro de que sientes esa clase de amor por alguien cuando la has conocido a fondo, y eso solo se logra a través del tiempo y las circunstancias que la ves atravesar poniendo a prueba sus valores, sus principios y su manera de actuar y de pensar.

Ante todas las interrogantes de Sara me quedé en blanco. ¿Conocía yo realmente a Gabriela? Ya no estaba tan seguro. Tendía a esperar de ella las mejores actitudes en circunstancias como las que Sara planteaba, pero en realidad no tenía certeza de nada. A decir verdad, unas pocas veces había atravesado circunstancias en las que se habían puesto a prueba cuestiones como esas, y debo aceptar que en muchas de ellas su forma de actuar dejó bastante que desear: Como aquella vez en el zoológico cuando no tomó en serio mi inconformidad respecto a ciertas actitudes suyas; la ocasión en la que me había afirmado que podía contar con su apoyo en el concierto y luego faltó a su palabra; o cuando se había dado cuenta de que la ignoraba y, en lugar de abordarme sobre el asunto, permaneció en silencio, se enojó conmigo y habló mal de mí a mis espaldas. En todas esas situaciones había esperado mejores actitudes de su parte y me había decepcionado por completo... ¡Quién sabía cuántas cosas más me faltaban por conocer sobre Gabriela! ¿Podría acabar lo que sentía por ella si llegaba a conocerla más a fondo? Esa interrogante me causó un poco de miedo.

–Si sientes que la amas tanto sin haberla conocido bien  –continuó Sara– es porque estás dando por sentado que conoces aspectos de ella que todavía no has comprobado: la estás idealizando. Es normal hacerlo cuando te enamoras de alguien que  no conoces bien. Por eso es que no debes confiar en lo que estás sintiendo, no porque sea falso, sino porque puedes estar sintiéndolo por la persona incorrecta debido a eso que inconscientemente te hace verla distinta a como realmente es.

»Con el tiempo la fuerza de la atracción tiende a apagarse y, al hacerlo, la otra persona quedará desnuda frente a ti, sin el disfraz imaginario que te impedía prestar atención a sus fallas. En ese momento solo queda el amor consciente y verdadero con el que incluso es posible reavivar cada día la atracción que sientes, pero entonces puedes darte cuenta de que en realidad nunca llegaste a sentir ese amor por ella, sino por la imagen que te habías formado al sentirte atraído. 

»Analiza bien las cosas y no permitas que lo que estás sintiendo te impida pensar con claridad. Quizás te guste mucho Gabriela, pero no te precipites a pensar que realmente la amas. Sé su amigo si quieres, tómate el tiempo de conocerla bien y de averiguar qué tanto es cierto de todo lo que has idealizado acerca de ella y qué tanto no lo es. Pero no me parece buena idea que decidas iniciar una relación con ella haciendo a un lado a tus amigos, la opinión de tu familia e ignorando lo que has creído, por lo que sientes por alguien que todavía no sabes si es real o un completo producto de tu imaginación. Sería como apostarlo todo en un juego de azar bajo los efectos de la excitante ambientación de Las Vegas.

Me pareció que Sara podía tener razón, pues apenas dos días atrás yo pensaba igual que ella, pero de repente, y sin estar muy seguro de lo que hacía, había decidido actuar en contra de lo que había creído para seguir lo que dictaba mi corazón. Comenzaba a sentirme avergonzado por ello, sin embargo, aun me parecía difícil de creer que aquel sentimiento pudiera estar equivocado y mi orgullo me impedía darme por vencido tan pronto. 

–Gabriela es una chica grandiosa –decía no como si intentara convencer a Sara de eso, sino a mí mismo–. Es la persona más maravillosa que he conocido, estoy seguro.

Sara me miró con las cejas fruncidas, mi respuesta la había molestado, pues daba la impresión de que yo no había estado poniendo atención a nada de lo que había dicho hasta entonces.

–Will, yo conozco a Gabriela desde hace tiempo y estoy segura de que hay mucho de ella que no conoces y que no te gustaría conocer –giró un poco hacia la salida antes de concluir–. Hablas de esa forma simplemente porque dejaste que te cegara con su lindo rostro y su llamativa personalidad como siempre lo ha hecho con todos.

Luego de decir aquello Sara terminó de dar la vuelta y comenzó a alejarse.

Había estado a punto de dejarme convencer por Sara, es cierto, no obstante, aquella última oración había llamado mi atención de forma particular. Algo empezó a inquietarme. Una vez más recordé aquella confusa nota en su cuaderno de literatura. Hasta entonces no había querido aceptar lo que creía haber hallado allí. Había elegido creer que se trataba de un malentendido y que Sara habría sido incapaz de sentir algo como lo que expresaba esa página, pero al escuchar la manera en la que había pronunciado esas palabras, me pareció que tal vez no estaba tan equivocado como pensaba.

–Eso no sonó muy bien, ¿no te parece? –dije alzando un poco la voz para llamar su atención.

Sara se detuvo y volteó hacia mí, incapaz de comprender totalmente a lo que me refería.

Me mantuve quieto por un momento, aún no terminaba de decidir si debía abordarla sobre aquel tema o cómo debía hacerlo. Mientras cavilaba en ello, descendí los tres escalones del cobertizo y me le acerqué.

–¿Será posible que tú... estés celosa? –pregunté.

–Will, ¿otra vez con...?

–No, no, Sara –la interrumpí meneando la cabeza y luego clavando mi mirada en sus ojos–. Entiende lo que estoy tratando de decir. No te estoy preguntando si me estás celando; esta vez te pregunto si sientes celos de Gabriela.

La expresión de Sara cambió lentamente. Entendió que yo no bromeaba como antes, esta vez hacía una acusación seria, una que no se esperaba.

Lo que dicta el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora