Gabriela

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Cuando terminó la actividad nos dirigimos al área del comedor para almorzar. Al rato, Sara tuvo que dejarme solo para asistir a una reunión con el club de literatura.

Tras terminar mi almuerzo, salí a dar una vuelta. Mientras caminaba por el patio alcancé a ver a Gabriela: estaba sola, reclinada de una pared, tomándose un refresco en el cobertizo de la cafetería.

Nuestras miradas se cruzaron. Decidí ir a saludarla. Al notar que me dirigía hacia ella, me dio el frente. Sin embargo, antes de llegar hasta donde se encontraba, me interceptaron algunos compañeros. Me felicitaron por la presentación e hicieron algunas preguntas sobre la canción. Aquella conversación no demoró más de dos minutos pero, cuando concluyó, Gabriela se había marchado.

Según había escuchado de Sara, aunque la chica que había acusado de acoso al padre de Gabriela se había retractado, una nueva acusación se había levantado de parte de otra estudiante de la misma sección. Aunque muchos pensaban que era solo parte de un complot de las estudiantes de esa sección, el hecho de que aquel escándalo surgiera una vez más había complicado las cosas. La situación no tenía buen aspecto. La madre de Gabriela había decidido divorciarse y su padre corría el riesgo de perder el empleo. Gabriela debía encontrarse bastante mal, así que me pareció oportuno ofrecerle apoyo.

La busqué por todo el patio, pero no la hallé. Luego les pregunté a algunas de sus amigas si sabían adónde había ido; una de ellas dijo haberla visto sola en un salón que había quedado abierto en el primer piso.

Entonces recordé que, cuando solíamos hablar, Gabriela me había comentado que algo que la hacía sentir mejor cuando se encontraba desanimada era comer helado, así que compré un par en la cafetería antes de ir a su encuentro.

Me dirigí al lugar señalado por su amiga. Llevaba un helado de vainilla y otro de pistacho, que era su favorito. Ya a la puerta del salón, me pareció escuchar voces que provenían del interior. Si Gabriela aún estaba allí, no estaba sola. Cuando escuché que alguien mencionaba mi nombre, me detuve junto a la puerta.

–Me parece que ha cambiado bastante, ya no es tan cerrado como antes –escuché decir a una chica que también era de nuestra sección–. Estuvo fantástico hoy en el salón de actos, y hasta me parece que está más alto y apuesto últimamente.

–Ten cuidado, Eva, recuerda que tienes novio.

Aquella última voz había sido la de Gabriela.

Debatía en mi interior si debía entrar o permanecer fuera por más tiempo. Los helados comenzaban a derretirse y el líquido se escurría por mis manos, sin embargo, sentía curiosidad por saber cómo avanzaría la conversación, en especial luego de saber que Gabriela era parte de ella.

–No te preocupes Gabriela, sabes que nunca coquetearía con tu chico.

–¿Mi chico? –preguntó Gabriela.

–Solías pasar mucho tiempo con él. Hacían buena pareja –contestó su amiga entre risas.

–Aunque parece que se lo dejó quitar por Sara –añadió otra chica.

Mi corazón palpitaba violentamente, aquella conversación comenzaba a ponerme nervioso.

–¿Hablan en serio? –contestó Gabriela–. Más bien sería todo lo contrario. Seguro soy yo quien le gusta. Él era el que me buscaba todo el tiempo. A decir verdad comenzaba a agobiarme.

–¡Qué mala eres! William es un buen chico.

No podía creer lo que estaba escuchando. Gabriela me había decepcionado como amiga debido a lo distraída que era, pero jamás habría imaginado que tenía tal opinión de mí. Miré los helados que se derretían en mis manos; no pude evitar sentirme estúpido.

Lo que dicta el corazónWhere stories live. Discover now