4. Asesino de recuerdos

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Los muñecos caminaban en silencio por la calle principal que los guiaba hacia "la mansión de las pesadillas", como la habían apodado los vecinos desde que supieron de la noticia sobre la familia Toussaint

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Los muñecos caminaban en silencio por la calle principal que los guiaba hacia "la mansión de las pesadillas", como la habían apodado los vecinos desde que supieron de la noticia sobre la familia Toussaint. Era pasada la medianoche y la luz de la luna plateada se cernía sobre ellos brindándole una cálida compañía en esa noche de verano. Las estrellas titilaban esperando un poco de atención y una suave brisa silbaba entre los árboles del barrio residencial haciendo notar la calma que se respiraba.

Algunas luces se hallaban encendidas, pero el silencio era incesante y expectante. No había titubeos en el andar de Chantal y tampoco dudas entre sus pensamientos, solo la determinación de llegar a la mansión y buscar pistas que la acercaran a su verdad. Kalet se mantenía con reservas caminando a su lado y desistió de entablar una conversación cuando en el tercer intento ella hizo una perceptible mueca de molestia arrugando su nariz. El muñeco no entendía por qué iban a la mansión y no se sentía a gusto con la idea de pisar ese lugar de nuevo, mucho menos irrumpir en él durante la noche. Sabía que podrían apresarlos por invasión a la propiedad privada, pero cuando se lo comentó a la rubia, ella volvió a ignorarlo.

La única vez que le había dirigido la palabra fue en la mañana cuando despertó y la encontró convertida en muñeca, luego de eso solo lo ignoró mientras leía en la computadora. Sabía que aún se hallaba molesta por su comentario durante la noche e intentó disculparse una vez más, pero ella no le dedicó ni una sola mirada. Sabía que ella quería volver a la mansión para buscar alguna pista, pero estaba seguro de que no encontrarían algo relevante en ese lugar.

Ambos vestían ropas oscuras para no llamar la atención y luego de dar un vistazo por los alrededores abrieron la antigua e imponente reja para ingresar. Chantal había descubierto una forma de abrir cualquier tipo de cerradura y, aunque no lo usaría por motivos egoístas, decidió aprender para casos de emergencia. En ese momento agradeció haberlo hecho. Kalet ingresó detrás de ella y ambos rodearon la mansión pegándose a los muros que la cercaban. Pudieron apreciar varios insultos escritos con pintura en aerosol sobre las paredes y algunos pedidos de justicia. El lugar estaba abandonado y sabían que era parte de la herencia de Amélie, la cual custodiaba Sophie por ser su tutora, pero dudaban que ella quisiera conservarla al ser mayor y poder reclamarla; ninguna de las dos había vuelto a poner un pie en ese lugar.

Chantal decidió que debían entrar por la puerta trasera de la cocina, Kalet solo la siguió en silencio, totalmente incómodo. La rubia había llevado una mochila negra en caso de haber algo que debieran llevar y ocultar a los ojos de los demás. Abrió la puerta y evitaron tocar las cintas amarillas policíacas que se encontraban en el suelo. Una vez dentro, cerró la puerta con cuidado de no efectuar ruidos alarmantes y respiró hondo antes de dar una larga mirada a la cocina, probablemente uno de los pocos lugares cálidos de esa casa, pero tampoco había que olvidar que muchas veces habían molido carne humana.

El polvo cubría cada superficie del lugar y aún había un poco de sangre en el suelo. Kalet sintió un escalofrío recorrerle por la espalda y rápidamente tomó a la rubia de la mano observando con desconfianza el ambiente.

#1.5. El silencio de la muñeca: Orígenes (✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora