20. Te dejaré matarme

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Chantal estaba redactando un importante informe sobre la última visita que había hecho a otro gitano que tenía un puesto de juegos de azar. Sin embargo, este no le sirvió de mucha ayuda, pero sí notó una peculiar marca dorada en la muñeca derecha del gitano, una marca que vio en otra gitana que estaba en el distrito siguiente al que fue. Sabía que eso debía significar algo, que debía relacionarse con Berenice, pero no sabía qué pensar, no sabía cuál era la respuesta. Así que no lo mencionó en el informe, lo mantuvo solo para ella. Y lo que escribió fue más de lo mismo; en donde contaba que los gitanos eran reservados, pero que había alguna pista extraña que la condujo a sospechar que en el siguiente distrito estaba lo que necesitaban. De esa forma conseguiría tiempo para encontrar a su creadora y pedirle ayuda.

Trocvis se mantuvo alejado y silencioso, demasiado silencioso para su gusto, ni siquiera estaban teniendo reuniones con los siete principales, solo enviaba a algún mensajero para recoger el informe una vez que Chantal acababa.

La muñeca había pasado recluida en la habitación durante esas largas semanas. Simone la visitaba seguido e intentaba jugar al ajedrez con ella, pero no era tan buena como Kalet. Colette ni siquiera lo intentaba, en el fondo Chantal sabía que no le había perdonado su acusación hacia Kalet, aún había un poco de resentimiento, aunque se mezclaba también con el respeto.

Colette regresó a la habitación y Simone se despidió entre bromas que Chantal ignoró. La castaña le acercó una bebida que la muñeca observó de reojo antes de continuar escribiendo. Dejó la bebida sin atención por un largo tiempo y solo cuando acabó el informe, se permitió tomarla y beber un poco. Era dulce, frutal y le provocó la primera sensación agradable desde que había quedado atrapada allí abajo.

Observó la bebida, sintiendo la atención de Colette en ella.

—Estás molesta —señaló volviendo a beber.

Sin embargo, la agente no dijo ni una palabra y apartó la mirada. Aunque Chantal no se enfadó por ello, sino que volvió a mirarla.

—Cuando todo esto acabe, te dejaré hacerlo —aseguró.

Esa vez Colette sí la miró, intentando descifrar sus palabras, sus intenciones.

—¿Hacer qué?

Chantal levantó la mirada y la centró en ella antes de sonreír de lado, con una simpatía que resultó amarga y tenebrosa a la vez.

—Matarme.

Colette la observó con desconcierto.

—Eso no ocurrirá —afirmó con voz dura.

Chantal rio por lo bajo negando con la cabeza.

—No me uniré a Blanche —se sinceró—. Y ya no tengo nada más que me sujete a esta realidad.

—Usted...

—Sé que me detestas desde que expuse la traición de Kalet —mencionó sin dar vueltas y Colette se mantuvo en silencio—. Eran buenos amigos, no se veían desde hacía dos años y de repente descubres que estuvo mintiendo, y no solo eso, sino que morirá por ello.

Colette endureció su rostro y de nuevo Chantal pudo presenciar el rencor en su mirada.

—Mi lealtad es con Blanche, no con Kalet.

La rubia suspiró poniéndose de pie y caminó un par de pasos hasta quedar frente a ella. Colette pudo presenciar cómo los ojos de la muñeca se tornaban dorados de repente y, al igual que Kalet, pudo comprender lo que preocupaba a Chantal.

—Y yo no le debo lealtad a nadie —recordó—, así que deberás matarme.

—¿De verdad cree que no le pertenece a alguien? —preguntó—. Todos tenemos dueño.

#1.5. El silencio de la muñeca: Orígenes (✔)Where stories live. Discover now