14. El mejor secreto jamás guardado

144 31 28
                                    

El sabor amargo de la traición había envuelto a Chantal en un bucle de reproches internos, la tentadora venganza la incitaba a calmar su lado despechado y la repulsión por lo que le había hecho la ahogó en un mortífero silencio

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El sabor amargo de la traición había envuelto a Chantal en un bucle de reproches internos, la tentadora venganza la incitaba a calmar su lado despechado y la repulsión por lo que le había hecho la ahogó en un mortífero silencio. En tan solo unos segundos, todo cobró sentido para ella; su insistencia en saber de dónde provenía, su ayuda en la mansión Toussaint, su impaciencia por encontrar el diario de Borrow. Todo lo que había hecho era burlarse de ella desde el principio. Ella, que había bajado la guardia y le había contado cada uno de sus temores, cada una de sus inseguridades y le había mostrado en más de una ocasión su lado débil.

Entonces sintió una emoción crecer en su pecho, ardiendo con furia, uno que hacía mucho tiempo no sentía: odio.

Se deshizo de cada rastro de compasión que sintió por él en algún momento, de cada huella de ese creciente amor que él había plantado con mucho esmero y de cada esperanza de felicidad que se habían prometido. Porque en ese momento, entre el latido de mil muertos, en un lugar reinante de malicia y sepulcro de lo paranormal, se declaró en silencio lo que no era necesario pronunciar: eran enemigos.

Kalet la observaba con ojos serios y firmes, había cumplido su misión, la había guiado hasta allí. Sintió la lejanía de Chantal más hiriente que nunca y apartó la mirada, no queriendo extender por más tiempo ese momento, ese desafío, en el que ambos eligieron diferentes bandos.

Lo hecho estaba hecho.

La había adorado por casi dos años, sintiendo que cada día podría ser el último, que cada aviso podría ser un cambio de planes para ponerla en peligro. Había convivido en lucha consigo mismo durante mucho tiempo y, aun en ese momento en el que se mostraba tan fuerte, determinado y liberado, no podía dejar de sentir en su pecho la pesada carga de la culpa.

La sonrisa de Trocvis era la única emoción positiva en esa nebulosa tensión que los había envuelto tras su felicitación a Kalet. El hombre se acercó un par de pasos a Chantal, interrumpiendo finalmente aquella declaración de enemistad.

—¿Dónde está? —inquirió disimulando su prisa y Chantal volteó a verlo desafiante—. El diario —exigió de nuevo.

—En la guantera del auto —respondió Kalet en su lugar y el hombre sonrió complacido sin quitar sus ojos de la rubia, algo que inquietó un poco al muñeco—. Señor...

—¿Qué es lo que debo buscar? —interrumpió Chantal esta vez, sorprendiendo a ambos—. Han hecho demasiado solo para conseguir un diario en una lengua que muy pocos conocen, no me creo que sea lo único para lo que me estuvieron utilizando.

Trocvis rio en aprobación mientras asentía y caminaba a su alrededor, observando y admirando cada cualidad física de ella, cada gesto delator de su cuerpo, cada intención oculta.

—¿Acaso no tenías preguntas para mí hasta hace unos momentos? —preguntó con deleite, situándose frente a ella de nuevo, que no titubeó ni un solo segundo. El cansancio la abrigaba con insistencia, pero su odio era tal que la mantenía con las energías suficientes como para seguir en pie y enfrentar aquella cruel verdad—. ¿No hay nada que te gustaría saber?

#1.5. El silencio de la muñeca: Orígenes (✔)Where stories live. Discover now