2. Sueña con reencontrarse

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Kalet suspiró antes de dejar los papeles a un lado y servirse un poco de café

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Kalet suspiró antes de dejar los papeles a un lado y servirse un poco de café. Se levantó de la silla y se dirigió a la ventana para mirar las calles desde la altura. Chantal ya conocía ese movimiento, sabía lo que se aproximaba. El castaño bebió un sorbo de su café antes de dirigir su mirada azul marina a la muñeca.

—¿Crees que algún día encontraremos respuestas? —inquirió haciéndola sonreír.

Desde que habían comenzado con su investigación hacía un año, Kalet se veía bastante frustrado de no encontrar ni una sola pista y siempre le preguntaba a la muñeca si aún albergaba esperanzas de hallar las respuestas. La muñeca no admitiría jamás que sus ilusiones de obtener una respuesta se habían diluido hacía mucho tiempo en las aguas desesperanzadoras de la realidad.

En cierta forma, le ayudaba a rememorar lo que sucedió con los Toussaint. Había permanecido más de cuatro años en silencio, buscando una solución, y la había encontrado; tardó años en hallar una respuesta. Así que eso la ayudaba a mantener los últimos vestigios de esperanza que le quedaban. Se repetía muchas veces que aún era pronto. Hacía un año que estaban buscando respuestas, pero no habían encontrado nada. No debían desanimarse, no tenían los segundos contados.

La muñeca dejó de leer en la computadora y observó al castaño con expresión serena y tranquila. La calma era un don que Chantal sabía utilizar muy bien. Detalló el atuendo de su compañero; camiseta blanca, pantalones de jean azules y unas zapatillas negras; luego observó su rostro frustrado y cansado.

—Creo que necesitamos descansar un momento —aseguró la rubia acomodando la computadora en el escritorio y vaciando la cama de papeles—. ¿Quieres ir a caminar?

El muñeco asintió y se bebió el resto de su café de un trago. Chantal sabía que la mejor respuesta a las dudas de Kalet sobre la investigación era dar un paseo por la ciudad y hablar de cualquier cosa que no fuera tan seria y filosófica como sus propias existencias.

La rubia eligió un vestido color magenta suelto que cubría gran parte de sus muslos y una chaqueta de jean; prefirió quedarse con sus zapatillas negras, iguales a las de Kalet. Cerró la ventana con seguro y luego tomó las llaves del departamento para salir junto con el muñeco, que tomó su mano en el pasillo.

—¿Puedo preguntarte algo? —inquirió el muñeco y ella asintió—. ¿Alguna vez has tenido sueños?

La rubia cruzó sus ojos de tormenta con los oceánicos de él y parpadeó unos cuantos segundos mientras el castaño esperaba una respuesta. Una vez más conseguía tomarla por sorpresa. Kalet era muy curioso y siempre se encontraba haciendo preguntas de significado profundo; Chantal creía que eso se debía a su fascinación por la filosofía, pues se había leído muchos libros de esa materia y siempre encontraba que se había comprado uno nuevo.

—¿A qué tipo de sueños te refieres? —preguntó ella mientras ambos se adentraban al ascensor tomados de la mano—. ¿El tipo de sueños que son como metas? Por ejemplo, mi sueño sería tener... No lo sé, supongamos que una casa. ¿O es el tipo de sueños que cierras los ojos y aparecen locuras que lucen reales?

#1.5. El silencio de la muñeca: Orígenes (✔)Where stories live. Discover now