23. La verdadera sangre

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«Bum, bum»

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«Bum, bum»

Chantal no veía, no olía, no sentía nada más que ese latido en su cabeza. Todo era oscuridad y tan rápido como la cubrió, la abandonó. Se preguntó si así se sentía la muerte, pero cuando un halo dorado la rodeó, se dio cuenta de que así no era morir. Aquella luz comenzó a mostrarle lo que había olvidado. Pero lo hizo de a poco, de a pedazos.

El primer recuerdo es algo primitivo. Ve a una joven niña huyendo con una niña más pequeña. Ambas son morenas y no tendrían más de ocho años. Detrás de ellas se desata una furiosa guerra, una invasión espantosa.

Chantal sigue a las niñas y ve que se esconden en los establos. Ambas pequeñas tiemblan de pavor y la más pequeña llora mientras la mayor intenta calmarla. Es entonces que Chantal se acerca aun más a ellas, siente que conoce todo aquello.

—Todo está bien —susurra la mayor mientras palmea la espalda de la otra niña.

Sin embargo, afuera las explosiones son cada vez peor. Los gritos continúan, los disparos cazan más víctimas y un deseo gobernante se propaga por el lugar con ambición.

Entonces la puerta de los establos se abre con violencia y un soldado las ve. Las niñas intentaron correr, pero el hombre las atrapa del brazo rápidamente y las saca de ese lugar entre gritos.

Y la visión de Chantal se oscureció de nuevo.

Intentó comprender lo que había visto. Era una guerra. El soldado era francés. La bandera en el establo era senegalesa. Era la invasión francesa a Senegal.

Pero, ¿por qué recordaba eso? ¿Quiénes eran esas niñas?

Entonces otro recuerdo la abordó.

Esta vez ve a una sola niña, pero ya es adolescente, aunque parece ser la más pequeña. La ve encadenada de manos y de pies, arrodillada en el suelo, viste ropa harapienta y deshilachada. Está junto a otros adolescentes, todos ellos arrinconados, mientras por detrás hay hombres con largos y ensangrentados látigos.

La adolescente llora y sus lágrimas se mezclan con la sangre de su rostro. Chantal intenta buscar a la otra niña, pero no la encuentra.

No obstante, uno de los hombres con látigo vuelve a golpear su espalda y ella llora cayendo finalmente al suelo, incapaz de moverse, de levantarse.

Chantal quiere acercarse para ayudarla, pero sus pies no se lo permiten y el recuerdo acaba otra vez, llevándola a otro extremo.

En esa ocasión, el recuerdo parece no ser de la misma niña, porque cuando todo se hace más claro, puede ver una gran fosa donde yacen muchos cuerpos de niños y de adolescentes. Y, escondido entre ellos, está la niña que había visto antes. Chantal sintió deseos de llorar al reconocerla.

Sus ojos seguían abiertos, había una expresión de terror en ellos, pero también de la resignación de saber que no podría evitarlo. Su cuerpo yacía desnudo, golpeado, sucio y sangrante, entre medio de muchos otros más.

#1.5. El silencio de la muñeca: Orígenes (✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora