27)Libertad.

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27)LIBERTAD.

Primero decidimos ir al parking del parque central, ya que es el que está más cerca y el que menos malos recuerdos nos trae –bueno, a mí estar en este lugar ya hace que me entre jaqueca por todo lo que he pasado aquí tanto hoy como el otro día en la floristería –y a pesar de que eso solamente se les aplicaba a ellas dos, no me quedó otra opción. Además, me convencieron.

"Con suerte no estará la anciana esa que te chantajea, ¡hay que aprovechar!" Dijo Mary antes.

"Sí, porque según lo que me has contado, Emilie, esa está un poco loca." Prosiguió Rosette.

Se lo habíamos contado todo a Rose por el camino. Si soy sincera, me cansé al rato de decírselo porque no soy de repetir las cosas y bueno, este caso no era una excepción. Mary se lo dijo más o menos, ya que a pesar de que se lo conté hace pocas horas no lo ha logrado asimilar todo. No la culpo.

Ahora estamos bajando las escaleras hacia el subsuelo. Nuestro plan parece fácil, pero algo dice que llevarlo a la práctica va a costar lo suyo... O no. No estoy segura.

Vamos a la cabina corriendo y abro la gran puerta gris ya totalmente seca, por lo que la toco con más seguridad sabiendo que no me mancharé las manos. Me asomo y la reconozco; es ella. Va exactamente igual que hace dos noches –¿tan rápido se ha pasado el tiempo? –por lo que estoy totalmente segura de que es ella. Mary y Rose al ver mi expresión de reconocimiento en la cara asienten, Mary me agarra del brazo...

Y empieza la acción.

—¡Ayuda, por favor! ¡Ayuda a mi amiga! —exclama, exagerando un poco los nervios, por lo que frunzo el ceño incluso aunque estoy cumpliendo con mi función; hacerme la inconsciente y dejar que Mary cargue conmigo—. ¡La han atropellado! ¡¿Por qué no ha salido cuando tenía que haberlo hecho?! ¡Haga algo!

— ¿Está bien? —se limita a decir, aunque noto preocupación en su voz.

¿Se preocupa por la gente? Guau. Lo que descubre una...

—¡No! Mire —me da un golpe demasiado fuerte en la espalda, por lo que poco me faltó para haber gritado, pero mantengo mi postura—. ¡No reacciona a los golpes, y le he dado un golpe muy fuerte, hasta se ha escuchado!

Au. A mí me lo vas a decir. Me duele demasiado.

—¡El que la ha atropellado sigue ahí, tiene que venir conmigo! —dice, atropelladamente.

—Pero yo no he visto que hayan atropellado a una niña...—dice, pasando de la preocupación a la confusión.

—¿Pero usted está ciega, señora? —replica Mary—. Si ninguna televisión está encendida. Bueno, sí, pero se ve un poco... ¿raro? —sonrío leve al escucharla decírselo así, tan inocente, tan jodidamente directa.

Escucho unos golpes y unos bufidos.

—Antes iban.

—Antes puede ser hace diez minutos. ¡O hace algo o la denuncio por mala guarda de seguridad! —bufa—. Si el señor Di Angelo se enterase...

—¿Qué pasa con ese? —inquiere desconfiada la anciana a la que tanto odio.

—¿Ah, que no lo sabe? —dice, silbando, mientras finge que no puede con mi peso y me deja caer al suelo impactando mi nariz con él. Luego me levanta y finge un jadeo de cansancio—. El señor Di Angelo es el jefe de todos los policías, el más temido. Esto podría salirle muy caro... y más si muere esta chica, a quien por cierto, el pulso empieza a fallarle.

— ¿Qué tiene esta chica de especial?

No lo digas, Mary, por tu madre no lo digas.

—Su padre es el gran famoso político DiLaurentis.

La llamada del secuestro. (REEDITANDO&RESUBIENDO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora